Hoy, la paradoja olímpica: los grandes deportes no necesitan los Juegos, pero ahí están, mientras que los deportes modestos, los que más se pueden beneficiar del escaparate olímpico, no son invitados a la fiesta, o no de modo permanente. Y, así, kárate, squash, fútbol sala, pádel, etcetera, se quedan fuera del paraguas olímpico, desamparados, “porque no caben”. Argumento tonto donde los haya desde que cada ciudad organizadora puede disponer de todas las subsedes que le dé la gana, en ciudades más o menos cercanas. Y, claro, cuando a un deporte con 50 millones de federados en el mundo, como el kárate, le dices que no tiene sitio si no echan a otro, poco tarda en señalar al pentatlón moderno, al fútbol de chichinabo de los Juegos (sub-23 con un máximo de tres mayores por equipo) o a otras disciplinas que no llegan ni a su décima parte de federados. Más le vale al COI que, aunque mortíferos, los karatecas son gente pacífica.