Vitoria - La estabilidad en el banquillo es una cuestión prácticamente desconocida desde que Josean Querejeta asumiese los mandos del Deportivo Alavés en junio de 2011. Asier Garitano se ha convertido en el undécimo técnico de esta etapa -el duodécimo si se cuentan las dos interinidades de Javi Cabello- y tiene ante sí el reto de romper esa tendencia del club, que no encuentra un entrenador que, por unas u otras razones, le dure dos temporadas completas. En el caso del preparador de Bergara se da una circunstancia especial para poder lograrlo, al menos sobre el papel. En su contrato se recoge una cláusula por la que renovará automáticamente en el caso de que consiga la permanencia en Primera División. Una renovación por objetivos que a lo largo de estos años solo se incluyó en el caso de José Bordalás. Un precepto que está ahí para Garitano, pero que, visto el caso del hoy preparador del Getafe, tampoco otorga una seguridad absoluta en la renovación.

Bordalás representa la excepción marcada por el Alavés con sus entrenadores. Absolutamente todos los técnicos que han pasado por el banquillo vitoriano desde el verano de 2011 han firmado por una sola temporada y, hasta ahora, el preparador alicantino era el único en cuyo contrato se recogía la renovación automática por objetivos. En su caso, el ascenso a Primera División le aseguraba una segunda campaña de vínculo, pero ni siquiera eso fue suficiente para ganarse. Las tensiones internas tuvieron más peso que el bagaje deportivo e, indemnización mediante, se ejecutó el despido del hombre que llevó al Glorioso de regreso a la élite.

Hasta el caso actual representado por Garitano, Bordalás representaba la excepcionalidad de no contar con vínculo -o con opción de estirarlo al menos- más allá de una temporada. El primer entrenador de la era Querejeta fue Luis de la Fuente, quien apenas duró unos meses. Le siguió José Carlos Granero, con quien al final del curso se estuvo mareando la perdiz para finalmente no renovarle. Natxo González fue el siguiente inquilino del banquillo vitoriano y su ascenso a Segunda División no supuso la renovación automática, con una continuidad que, hasta que se rubricó, estuvo mucho tiempo en el aire. Juan Carlos Mandiá duró poco tiempo en el club y, tras su milagrosa salvación, Alberto López hubo de esperar un tiempo para ganarse la renovación. Después llegó el citado caso de Bordalás, a quien en Primera le sucedió Mauricio Pellegrino, que decidió marcharse al quedar libre a pesar del deseo del club de que siguiese. Luis Zubeldía y Gianni De Biasi no acabaron sus respectivos contratos y los muebles los salvó Abelardo, que a su llegada firmó hasta la conclusión del curso y el pasado verano hubo de sentarse de nuevo a negociar su continuidad. Una cuestión que ha vuelto a producirse ahora, en este caso con respuesta negativa por parte del asturiano.

Si en los primeros casos fue el Alavés el encargado de ejecutar la guillotina a su gusto, en los de Pellegrino y el último de Abelardo han sido los propios entrenadores quienes han decidido dar por finiquitadas sus respectivas etapas en Vitoria. Quizá de ahí esa cláusula adicional que se incluye en el contrato suscrito por Garitano, en la que se asume que la permanencia es haber conseguido los objetivos mínimos y se asegura por parte de la entidad la continuidad de un técnico que se entiende que ha cumplido su deber.

Como queda aún mucho por delante, el tiempo dirá si finalmente Garitano se convierte en el entrenador que, por fin, se asienta en el banquillo alavesista durante un mínimo de dos temporadas. Una cuestión que no se ha producido en la actual etapa gestora, con el recién marchado Abelardo como el inquilino que durante más tiempo ha permanecido en Mendizorroza. Algo más de una temporada y media que, para entender la trituradora que es el club con sus entrenadores, le permite ser el décimo técnico con más partidos en la historia albiazul (69) y el segundo que más veces lo ha dirigido en Primera (63).