Después de más de un siglo repartiéndose el 95% de la tarta entre Francia, Italia, Bélgica y España, el ciclismo se puso a hablar inglés con Armstrong, Evans, Wiggins, Froome, Geraint Thomas... hasta que, de pronto, su centro geográfico se ha desplazado a Sudamérica: victoria del ecuatoriano Carapaz en el Giro y del colombiano Egan Bernal en el Tour, y ahora tres colombianos entre los ocho primeros en la general de la Vuelta. Que no significa que vaya a ganar uno de ellos -lo puede evitar el esloveno Primoz Roglic o incluso el incombustible Alejandro Valverde-, pero que no deja dudas de lo que ha crecido en el último lustro un ciclismo, el sudamericano, que antes naufragaba en las largas distancias, fallaba en la regularidad que exigen las vueltas de tres semanas y hasta se marchitaba por no lograr adaptarse a Europa y por la morriña, que cuando les da fuerte a los ciclistas de esos países no hay nada que hacer.