Pamplona - Se le podría considerar el entrenador de moda en el fútbol de elite. Con el Granada recién ascendido lejos del descenso y con claras opciones de disputar la final de Copa. Diego Martínez llama ahora la atención de muchos, pero en Pamplona ya se le conoce desde hace dos años, cuando pasó una temporada dirigiendo a Osasuna. Una época en la que dejó claros y muchas sombras que acabaron por costarle el puesto y abrirle las puertas del Granada.

Diego Martínez es uno de los entrenadores mas metódicos de la Primera división, sin duda. Controlador hasta el extremo, le gusta que todo vaya tal y como ha planeado, tanto dentro como fuera del campo. Un estudioso del fútbol que demostró todos sus conocimientos en Pamplona, logrando corregir el horroroso aspecto defensivo de la temporada pasada, eso sí, a costa de ofrecer un juego soporífero en El Sadar que logró desconectar la mítica unión entre la afición y el equipo. Su obsesión con la defensa provocó que se viese a delanteros que venían de marcar una veintena de goles jugar de carrileros diestros, como pasó con Quique, o a extremos puros como Coris de laterales mientras Javi Flaño y Buñuel esperaban en el banquillo.

Tampoco ayudó su poca cadencia a mirar a la cantera rojilla. Tal vez su paso por el filial sevillista hizo que se pensase que apostaría más por la cantera, pero no fue así. Solamente Barja se hizo un hueco y lo logró después de tener que bajar al filial cuando nadie lo esperaba. Además, es bastante recordado, como Diego iba a dar entrada a Rober Ibáñez y los pitos de la grada le invitaron a cambiar la decisión. Barja salió y marcó un gol además de hacer un partidazo y desde entonces ya no salió del equipo hasta el final de temporada.

Un Diego Martínez muy educado, con ideas claras, que tal vez no entendió la idiosincrasia de Osasuna ni de su afición. El mismo técnico ha reconocido posteriormente que su paso por la entidad rojilla le sirvió para aprender mucho ya que era su experiencia como primer entrenador en el fútbol profesional. En el Granada está demostrando que allí encaja sin duda alguna mejor. Eso, sumado a la presión por intentar retornar a Primera División casi como objetivo único e innegociable, acabó por desbordar a un entrenador que fue destituido al acabar la temporada aunque durante la misma y, especialmente, en los últimos partidos solo fue salvado por el apoyo incondicional del director deportivo Braulio. Ahí terminó un año con luces y sombras pero que, sobre todo, fue muy intenso, y no para bien, para todo el osasunismo.