uelve a ponerse en marcha la industria del fútbol. A trancas y barrancas. Con una medida nueva cada día que contradice o amplía la anterior. Con un calendario que concede un corto respiro a sus protagonistas; sin público, de momento, en los estadios; con acceso restringido a los medios de comunicación; sobreprotegiendo lo que se pueda escuchar dentro del campo y seleccionando quién y qué debe decir tras el partido. Había que concluir la Liga 2019-2020 como fuera porque lo que está en juego no son los puntos sino la supervivencia del negocio. También el balance de cuentas de los clubes. Cuando todo el mundo vaticinaba que la amenaza para la burbuja del fútbol era un pinchazo del interés de las televisiones, ha sido un virus el que ha puesto en peligro la viabilidad de un entramado que mueve decenas de miles de millones de euros. Como Javier Tebas no se ha cansado de repetir: unos 185.000 empleos y el 1,37% del PIB. La suspensión de las competiciones y la merma de los ingresos, descuadra las cuentas de los clubes, que en los últimos años habían encontrado una salida a la crisis y un maná gracias a los ingresos, cada vez más elevados, que provienen de los operadores de televisión y de un mercado en expansión en Oriente y en los países asiáticos. Así que hay que volver a incentivar el consumo de fútbol, de la marca LaLiga, por todo el orbe; ahora mismo para los ejecutivos del fútbol no importa tanto que haya o no público en las gradas: el balompié adopta un fondo cinematográfico en el que pueden inventarse hinchadas virtuales y emitir gritos de ánimo enlatados. Me preocupa que estas medidas adoptadas en tiempos de crisis -como en otros ámbitos el teletrabajo, los recortes en materia laboral y la cesión de espacios de libertad- hayan llegado para quedarse. Me refiero también a los entrenamientos a puerta cerrada, las trabas cada vez mayores para acceder a los futbolistas, el silencio sobre las lesiones apelando a la Ley de Protección de Datos o el control total de la información (tanto en tiempo como en forma) por parte de los clubes. Decía que los experimentos de urgencia en los estadios, sin embargo, pueden durar poco si cobra forma la petición de un regreso gradual de espectadores. Es asombroso cómo en muy pocos días hemos pasado de una liga que no comenzaría hasta el verano, sin presencia de público hasta el otoño, a ser pioneros de la nueva normalidad. Ese cambio constante de planes amenaza también con provocar agravios y adulterar la competición, ya que algunos equipos, entre ellos Osasuna, dando por hecho que no habría público en los campos decidieron acelerar las obras de reforma, lo que ahora limitaría notablemente su aforo. Pecata minuta, pensarán en LaLiga. Lo importante es el negocio y, por ahora, parece a salvo.