INGLATERRA Pickford; Shaw, Mings, Stones, James; Rice, Phillips, Mount; Foden (Grealish, m.63), Sterling y Kane (Rashford, m.74).

ESCOCIA Marshall; Robertson, Hanley, Tierney, McTominay, O’Donnell; McGinn, McGregor, Gilmour (Armstrong, m.76); Adams (Nisbet, m.85) y Dykes.

Árbitro Mateu Lahoz (ESP). Amonestó a McGinn (m.16) y O’Donnell (m.87) por parte de Escocia

Estadio Wembley. 22.500 espectadores.

Mucho miedo a perder y mucho orgullo ayer en Wembley, donde Inglaterra y Escocia empataron. La Tartan Army dio la cara, ahogó a los ingleses y firmó un empate que les deja vivos y con la cabeza alta en la Eurocopa.

Los habrá mejores, los habrá peores, pero pocos partidos en lo que va de Eurocopa como un Inglaterra-Escocia. El ambiente de la grada lo valía todo. El factor emocional era lo más importante. Tanto fue así que el empate contentó a ambas. A Inglaterra le vale para jugarse el primer puesto del grupo en la última jornada (deberá ganar a la República Checa) y a Escocia para maquillar el historial, olvidar el nefasto resultado del 96 y mantenerse con opciones ante Croacia.

Inglaterra, consciente de su supuesta superioridad, salió con ganas, con el pecho por delante, y estuvo a punto de marcar, pero el remate de John Stones, en posición inmejorable, se fue al larguero.

Desde ahí, apenas en los primeros minutos, Inglaterra se desinfló, cayó en la trama de Steve Clarke, que sacó lo mejor que tienen los escoceses, el orgullo. Sin mucha calidad arriba, pero con el ímpetu de los Robertson, Tierney y McGinn, Escocia compitió de tú a tú y creó las suficientes ocasiones a la contra como para que Inglaterra no se echara muy adelante y acabara dando por bueno el empate.