Lorenzo viajó la semana pasada a Japón (cosa extraña en un piloto a mitad de temporada) en teoría para hablar directamente con los ingenieros de Honda e intentar mejorar la ergonomía de la moto y por ende intentar enderezar su pobre comienzo de temporada. Según siempre Jorge, uno de los encargos que le ha hecho la marca japonesa es “intentar hacer de la RC213V una moto menos física con posibilidad de ser más llevable por más pilotos”. Lo que yo creo que tuvieron que ensayar allí es cómo hacer el strike que se pegó recién empezada la carrera. Viñales, Rossi, Dovizioso y él mismo. De un plumazo, ahí es nada. Y dejar el camino expedito para otra victoria de Marc, que simplemente tuvo que apretar un poco al principio con las gomas blandas que había elegido, y más tarde contemporizar (algo que esta temporada ha aprendido a hacer muy bien) para ganar en el Gran Premio de casa. Y se coloca ya con 30 puntos de ventaja en el campeonato, algo que comienza a parecer definitivo. Junto a Marc, un Petrucci que va ganando enteros en confianza y consistencia y el francés Quartararo, atención, al que muchos señalan ya como el futuro (o presente incluso) antiMárquez. El error de Jorge es de libro. Le puede pasar a cualquiera, sí. Pero sigue siendo un error involuntario con consecuencias terribles: todo el box de Yamaha (que si pone un circo, le crecen las pulgas, los enanos y hasta los elefantes) y el número uno de Ducati. Jorge en la rueda de prensa que dio el sábado anterior a la carrera se le veía apocado, intentando mantenerse fuerte en sus convicciones sobre la Honda, pero vacilante, más que nunca, en cuanto a la trayectoria que espera este año. Es cierto que parte de su fichaje viene por que Honda intenta a futuro no jugarse todo a la carta de Marc, pero en Japón no esperaban tan pobre bagaje y semejantes marejadas. Y en lo que seguro no pensaban es en que hiciera este tipo de labor de equipo.