No fue el día ayer de la familia Márquez, la verdad. Parece que últimamente su destino va ligado y o bien ganan los dos o se llevan un chasco. Marc pareciera que ayer le sonriera la fortuna, porque tras el escalofriante accidente en la primera curva entre Quartararo y Dovizioso, cualquier resultado iba a ser bueno para su objetivo de cerrar el mundial lo antes posible. Y así fue. Pero no me cansaré de decir que todo lo que tiene Marc de piloto fuera de serie, de extraterrestre y también de simpático y de sonriente, lo tiene de killer. Este es un rasgo muy característico de deportistas individuales campeones y sobretodo en el ámbito de las carreras (Induráin aparte, claro). Él no quiere dejar ni las migajas a sus contrincantes. Arrasar con todo lo que se pueda ganar, sea una pole, sea unos entrenos libres o como ayer una carrera en la que ya no te va nada, con tu mayor contrincante fuera de juego. Y lo que pasa es que en las dos últimas, se la han birlado en sus morros. Y escocer, le escuece.

Ayer el fantástico Rins, le salió una jugada maestra, facilitada por el maravilloso chasis de la Suzuki, su finura exquisita que le hacen mantener las gomas mejor que nadie, y una estrategia que de mal hecha, le salió redonda. Porque según dijo, se equivocó contando las vueltas y se sacó un por fuera imposible en la última curva, pensando que la bandera ya caía, cuando aún faltaba un giro.

De ahí que una vez llegados de verdad a la última curva de la última vuelta, Marc pensara que era por ahí por donde lo iba a volver a intentar, así que abrió la trayectoria para no dejarle sitio... mientras que Rins cambió por completo su forma de trazar y cerro lo máximo su línea para acelerar en zona limpia y, por milésimas, llevarse la carrera por delante de Marc. Magistral.