VITORIA. ¿Se puede caer más abajo? ¿Alguien recuerda un Baskonia más mediocre que el actual? ¿Quién reanima a esta caricatura de equipo que va de ridículo en ridículo? ¿Hay entrenador que frene este prolongado descenso a los infiernos? Son algunas preguntas que se hace hoy en día una afición cada vez más perpleja ante la terrorífica deriva de un equipo que ayer rubricó en Berlín el enésimo bochorno de la temporada. Dusko Ivanovic, el mismo que ha dispuesto en Vitoria de plantillas rebosantes de estrellas en el pasado, tiene ante sí un reto de proporciones bíblicas. El de resucitar a un muerto que sigue sepultado bajo tierra y al que se le ha diagnosticado un estado de coma profundo. O se mete el bisturí a fondo en una plantilla repleta de bultos sospechosos o esto acabará como el rosario de la Aurora.

Sin los aspavientos de antaño y más comedido en comparación con aquel irreductible sargento de hierro de épocas anteriores, el técnico montenegrino se estrenó en el banquillo con una hiriente derrota que cuestiona al máximo la posibilidad de reengancharse a la pelea por el Top 8. Se trata de un objetivo convertido en una quimera ante las tétricas sensaciones que irradia un paciente azulgrana que agudiza sus males con el transcurrir de la temporada. Aunque parecía impensable viendo sus sensibles bajas y su precario estado clasificatorio, el vistoso Alba de Aíto también ridiculizó a un Baskonia lastimoso y el horror se perpetúa alrededor de un colectivo sin rumbo.

Más que cambiar la identidad del entrenador cada dos por tres, el club de Zurbano debería concertar una cita con el psicólogo para tratar de insuflar algo de confianza y convicción a un grupo con la autoestima por los suelos. Tal es la espiral negativa que la crisis ha golpeado de lleno a la entereza de tradicionales seguros de vida como Shengelia, la cara de la frustración. El Baskonia sigue desangrándose a la espera de una pócima mágica que nadie encuentra. No solo ha perdido la aureola de equipo ganador, sino que allá por donde pasa deja una estela de cadáver andante. Ninguna clavo ardiendo al que agarrarse. Ningún indicio de recuperación. La nada más absoluta mientras sigue en pie una imagen de mediocridad jamás atisbada. Una plantilla mala de solemnidad ha agotado ya por completo su crédito.

La desalentadora puesta en escena azulgrana no invitó al optimismo y dejó claro que el enfermo continúa en la UCI con unos síntomas cada vez preocupantes. Al Baskonia no solo se le indigestan ya las ásperas refriegas sino también jornadas de entreguerras como la de ayer donde aguarda una de las cenicientas de la Euroliga. Cualquier rival, ya sea el más opulento o el más endeble, es capaz de hurgar en los males alaveses con una facilidad aterradora.

En lugar de ver un equipo reanimado por el cambio de técnico, la velada en tierras teutonas dejó más helado si cabe al personal por la sensación de incapacidad, impotencia y vulgaridad. Con ese alegre y dinámico baloncesto made in Aito, el Alba sometió a un castigo incesante a un Baskonia plano en ataque, pusilánime atrás y lento de reflejos para cerrar el rebote. Fue otra sesión de tortura baloncestística para lo que no hubo paños calientes. El control del tempo a cargo de Hermannson, la mortífera pegada de Giedraitis, la versatilidad de Sikma o el apabullante dominio interior de Nnoko carecieron de antídotos en las apáticas filas vitorianas.

El encefalograma plano adquirió tintes sonrojantes. Cada ataque se convirtió en una odisea y también se resistió el contragolpe ante las clamorosas desatenciones para controlar los aros. Ninguna situación de ventaja para los tiradores, nula producción en el pick and roll, bases inoperantes a más no poder, pívots reñidos con la dureza, tiradores enemistados con el aro local y para colmo de males un Shengelia revolucionado que no anotó ninguna canasta en juego durante toda la velada. Entre medias, Henry agotó la paciencia de Ivanovic siendo un espectador de lujo tras el descanso.

El preparador balcánico buscó soluciones en el banquillo en busca de la redención, pero no hubo aspirina que calmara el dolor de cabeza por ver un equipo deambulando como alma en pena sobre el Mercedes-Benz Arena. En definitiva, otra noche lúgubre que no supone el mejor caldo de cultivo para afrontar la final de mañana en Zaragoza en busca de un triunfo vital que allane el camino hacia la Copa. Desde luego, pintan bastos ante esta depresión de caballo sin precedentes en la historia del club.

Con la moral por los suelos El lastimoso estado anímico del Baskonia quedó un día más confirmado en la pista de uno de los equipos más endebles de la Euroliga. El Alba de Aíto, con muchos lesionados en sus filas, también puso de manifiesto que el equipo vitoriano dista hoy en día mucho de ser un grupo competitivo que pueda escapar de la depresión.

Ni una a derechas Faltó tensión defensiva ante los contados jugadores talentosos del cuadro teutón, el cierre del rebote fue defectuoso, cada canasta se convirtió en una odisea en medio de un mar de ataques pésimamente ejecutados... Fue otra sesión de tortura baloncestística en el Mercedes-Benz Arena.

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