- En 2012, Andrea Barnó presumió de bronce para Navarra. Ahora, en 2021, es Eduardo Gurbindo quien coge el testigo y brinda a la Comunidad Foral otro metal olímpico en balonmano. También un bronce. También un hito.

El internacional navarro llegó ayer a Pamplona procedente de Tokio, luciendo toda una medalla olímpica en su maleta. Llegó a la estación de tren de Iruña, sacó la presea de su maleta y se la brindó a toda la familia que pacientemente esperaba en el andén. Sus padres, Eduardo Gurbindo y Blanca Martínez, aguardaban para darle un abrazo. "Orgullosos", a más no poder, según confesaban. Junto a ellos, su hermano Javier -Daniel no pudo acudir-. Y sus tíos. Ana, María Jesús, Lourdes Arozena, Juan Miguel Seminario, Miguel Ángel Martínez, Carmen Merino, Jesús Pastor, Arantxa, Miguel o Satur. Sus primas, Patricia Barba, Maider Seminario o Naroa Arozena. Y sus sonrientes sobrinos, de diversos grados: Iker, Mai, Xabi, Alain, Irai, Leo, Juan, Aroa, Unax, Aimar, Aret... Todos querían achucharlo. Todos buscaban compartir con él un momento único, como es un premio olímpico.

Cansado, pero a la vez satisfecho, Eduardo Gurbindo abandonaba el tren que le trajo desde Madrid a Pamplona al filo de las tres de la tarde. Apenas podrá descansar por su tierra, porque hoy mismo, por la tarde, ya tiene que partir hacia Macedonia, donde jugará la próxima temporada en el Vardar y donde ya le esperan su hijo Liam, de cuatro meses, y su mujer Elena, oriunda de ese país. "Tengo muchas ganas de verles. A los dos. Durante los Juegos he visto vídeos, fotos y hemos hecho videollamadas. Pero Liam es muy pequeño todavía. Tengo ganas de colgarle la medalla y hacerle una foto con ella. Me hace ilusión", confesaba ayer Gurbindo.

No han sido unos Juegos fáciles para el lateral derecho pamplonés. Tras una grave lesión de rodilla, que le obligó a pasar dos veces por el quirófano, volvía a las pistas en el mes de enero. A todo ello se le ha unido el cambio de equipo. Atrás deja Francia y su etapa en el Nantes, y emprende a partir de ahora un nuevo camino en el Vardar macedonio. Demasiados cambios. "Es una locura. Irme de Nantes, hacer mudanza, la preparación para los Juegos, sin saber si iba a ir o no, prepararme para Macedonia... En mayo ya pensaba, la que me espera. Pero no quería pensar más allá del día a día, porque si no, me volvía loco. No era una situación cómoda ni normal", decía ayer Gurbindo.

Pese a todo, el primera línea navarro ha ido a Tokio, ha vivido unos Juegos y se ha traído una medalla. La de bronce. Sin embargo, confiesa que esa es la punta del iceberg. Lo bonito. Lo que luce. Pero que detrás de esa presea hay "mucho sufrimiento". "Ahora se ve la medalla, que es muy bonita, y seguro que hay gente que piensa que es muy fácil. Pero lleva mucho trabajo detrás, muchas horas de llorar, de sufrir y de entrenar", recalca. "Está claro que abajo hay mil y una historia que no han sido tan agradables ni tan bonitas, pero al final este es el resultado", sostiene.

Eduardo Gurbindo considera que cada uno debe valorar la medalla "a su manera", pero es consciente de que a nivel de grupo es "algo histórico", sobre todo cuando un ciclo está a punto de finalizar. "Yo también me quedo con la situación de Raúl (Entrerríos). Desde siempre he jugado con él y es una suerte haber compartido vestuario. También con Viran (Morros), cuya lesión la vivimos todos", recalca.

Pero Gurbindo, con una sonrisa en los labios, es sabedor de que no se puede quejar. Que "ojalá" se hubiese "subido un peldaño" y haber aspirado a un metal mayor. Pero un bronce olímpico no está al alcance de cualquiera. Y eso hay que valorarlo.

Con su presea en el bolsillo. el navarro emprende ahora una nueva etapa. Jugará en el Vardar macedonio y, como siempre hace en cualquier equipo que juega, lo dará "todo". De momento, disfrutará de unas horas con su familia en Pamplona. Con parte de su familia. Porque aunque no pueda descansar todo lo que desearía, Gurbindo ansía abrazar a su hijo, a su mujer, y poder disfrutar de una medalla ganada a base de coraje, entrega, trabajo y lágrimas.

Poco tiempo en Pamplona. El exjugador del Nantes apenas podrá estar unas horas en Pamplona, disfrutando con su familia. Hoy mismo, por la tarde, pone rumbo a Barcelona, y desde allí volará a Macedonia, el país natal de su mujer, Elena, para empezar la temporada en el Vardar. Allí le esperan su pareja y también Liam, su hijo de cuatro meses, a quien está deseando abrazar y dedicar la medalla de bronce, que con tanto trabajo ha conseguido en los Juegos de Tokio.

"Tengo ganas ya de ver a mi mujer, Elena, y también a mi hijo, Liam. Me hace ilusión hacerle una foto con la medalla"

"El bronce es muy bonito. Pero lleva mucho trabajo detrás y muchas horas de sufrir

y de entrenar"

Jugador navarro de la selección