ELIZONDO - El 12 de mayo de 1979, tal día como hoy hace 40 años, a las dos de la tarde, la Expedición Navarra al Himalaya lograba su trabajado y sufrido objetivo y conquistaba la cima del Dhaulagiri (8.172 m), lo que significaba el primer ochomil de la historia del montañismo vasco. La ascensión constituyó todo un acontecimiento en Navarra que se había volcado como nunca antes con una expedición, y sus miembros, los 16 supervivientes de 18, volverán hoy a reunirse como la gran familia que forman desde entonces.

La conquista del Dhaulagiri tardó una semana en conocerse, hasta el 19 de mayo, cuando la prensa recibió y publicó el telex que comenzaba así: “Con profunda emoción y gran alegría comunicamos la mejor noticia”, decía el texto que desde Katmandú escribió seis días después del éxito Gregorio Ariz, el jefe de la expedición. “No había móviles ni ordenadores, las cosas eran mucho más precarias entonces”, recuerda Gregorio que, en cierto modo, reconoce que aquel primer 8.000 representó “un antes y un después para nuestro montañismo”.

En efecto, hasta entonces sólo se contaban tres ochomiles en el Estado, y la anterior intentona vasca por lograr el primero, la Expedición Tximist al Everest de 1974, se vio obligada a abandonar debido a las malas condiciones atmosféricas. Por todo ello, la consecución de la cima del Dhaulagiri constituye un hito trascendental en la historia del montañismo vasco.

los preparativos La primera elección recayó en el Annapurna (8.078 m) aunque también antes se habían barajado las 14 cimas existentes con más de 8.000 metros, que se fueron descartando una a una. Finalmente los expedicionarios se decidieron por un monte cuyo nombre se deriva de Dhawala, que significa blanco en sánscrito, y de Giri, que quiere decir montaña, y de donde se forma Dhaulagiri para los nepalís, la montaña blanca.

También es conocida por la “montaña de las tormentas” porque casi siempre está rodeada por un viento fortísimo y lleva fama de complicada, quizás de las más difíciles de la cordillera del Himalaya. De hecho, todavía hoy sólo seis expediciones de veintiocho que lo han intentado han coronado su cima, y quedan las palabras de Lionel Terray, miembro de la gran expedición francesa que tras la 2ª Guerra Mundial intentará escalar el primer ochomil de la historia y deberá renunciar: “No volveré a poner los pies en aquella montaña, el Dhaulagiri no se conquistará nunca”.

La expedición navarra trabajó tres años para reunir conocimientos y equipo humano, se sabían toda la estrategia del ataque, los alimentos y cantidades, el equipo, las tiendas, cuerdas y el oxígeno. Y otros aspectos como el médico, fotográfico, cinematográfico y administrativo “desde la primera gestión en el Palacio de Navarra para obtener ayuda hasta el contacto con un conservero de garbanzos de la Ribera”. Todo hasta completar los 7.000 kilos de carga (250 bidones) y afrontar incluso con créditos personales los diez millones del presupuesto.

la partida... El primero en partir fue Gerardo Plaza, para ocuparse de los trámites en Bombay y conseguir que la mercancía siguiera por toda la India hasta Nepal. Y el día 8 de marzo, después de serles impuesto en el Ayuntamiento de Pamplona el pañuelico de San Fermín que la mayoría llevarán al cuello durante toda la expedición, y recibir el cariño de una multitud que acude a despedirles, parten los expedicionarios.

Son Gregorio Ariz, Iñaki Aldaya, Javier Garayoa, Trini Cornellana, Javier Garreta, José Ignacio Ariz, Juan Mari Eguillor, Ángel Martínez, Mari Abrego, Agustín Setuain, Pili Ganuza, Javier Sorozabal, Ángel Irigoyen y los catalanes Jordi Colomer, Ramón Bramona, Juan Massons y Jordi Pons. Permanecerán varios días desesperantes por la lenta burocracia en Katmandú, disfrutando eso sí de un país pobre pero bello y exótico a más no poder, hasta que consiguen finalizar todos los trámites y partir en busca de la montaña blanca.

¡...y la cima! El altímetro marca 2.330 metros cuando por primera vez aparece ante ellos el Dhaulagiri, resplandeciente, el objetivo soñado. Y el campo base se instala a 4.600 m, al pie de la cara norte, al que seguirán otros cinco hasta el último (7.600 m) desde el que se atacará la cumbre y que, tras bastantes horas de esfuerzo, y después de que el vendaval les arrebate una de las tiendas, deciden instalar las otras dos y esperar el momento propicio. Es el día 9 de mayo.

Al día siguiente, deciden el ataque definitivo, un equipo sube del Campo IV al V y otro lo hace hasta el IV, de forma que, si falla el primero, el segundo será el que lo intente. En total 10 personas en condiciones de llegar a la cima, un número elevado y el tiempo es radiante, pero el viento no deja avanzar, igual que el día 11, con buen tiempo pero con ráfagas de viento que sobrepasan los 200 kilómetros por hora.

Al caer la tarde cede el vendaval y reina una calma desacostumbrada, el sherpa Ang Rita sale fuera, echa puñados de arroz al cielo y dice: “Mañana no hará viento, mañana haremos la cumbre”. Por fin, tras once largas horas para ascender los últimos 580 m, un metro por minuto, Iñaki Aldaya, Javier Garayoa, Gerardo Plaza, Jordi Pons y el sherpa Ang Rita hacen brillar “unos ojos húmedos y alegres por la conquista” y por esa ley de honor no escrita en ellos se concentra todo el esfuerzo y el mérito de toda la Expedición Navarra al Himalaya’79 ha logrado su objetivo. Y hoy, 40 años después, se abrazarán para celebrar un acontecimiento histórico y un logro que fortaleció un imborrable vínculo de amistad. Faltarán Gerardo Plaza (+1980) y Mari Abrego (+2018), que les sonreirán y compartirán la fiesta desde la cima eterna.