La velocidad es un factor diferencial en la pelota. El que mete ritmo al juego, domina y con el mando, gran parte del tanto empieza a caer a favor. Fácil de decir pero tremendamente complicado de ejecutar. Joseba Ezkurdia y Julen Martija fueron capaces de dar con esa tecla. Vivieron uno de esos días extraños en el deporte, en los que lo planeado sale a la perfección y el guion traído de casa se cumple desde el principio hasta el final. Los pelotaris de Aspe dirigieron los compases del encuentro y siempre se jugó a lo que ellos quisieron. La muralla erigida por Aimar Olaizola y Mikel Urrutikoetxea solo aguantó hasta el 7-7 iguales. A partir de ahí, los golpes continuos asestados por Ezkurdia y Martija crearon fisuras en la defensa colorada y el hueco en el marcador creció. 900 pelotazos después y tras casi hora y media de trabajo, llegó el 13-22 y con él una txapela lograda con dominio, pero no exenta de sufrimiento.

Ezkurdia y Martija fueron justos vencedores. Dominaron gracias a su mayor ritmo y obligaron a los colorados a pasar la mayoría del partido en tareas defensivas. Olaizola apenas tuvo opciones de entrar en juego y Urrutikoetxea fue sometido a un bombardeo de golpes que le dejaron con las manos muy tocadas al término del encuentro. Las sensaciones fueron favorables a los azules y el marcador también ayudó a fortalecer su candidatura a partir del 7-7. Sin embargo, ganar al delantero goizuetarra y el todoterreno de Zaratamo no es tarea sencilla. Ni la situación desfavorable, ni las pocas opciones que les concedieron, ni siquiera los problema físicos. Olaizola y Urrutikoetxea nunca tiraron la toalla. Los remates del arbizuarra chocaron en más de una ocasión con Aimar, que fue capaz de adivinar las intenciones de su adversario, y por detrás, el zaratamoztarra fue un coloso. De aire o a bote, alargó los tantos muchísimo y los de Aspe se vieron obligados a golpear incansablemente para cerrar los tantos.

Pero un partido condenado a la defensa constante no suele tener un final feliz. A Olaizola y Urrutikoetxea les faltó dar ese paso adelante y llevar la iniciativa con más frecuencia. No fue posible. El encuentro de ayer de los colorados fue un querer y no poder constante. Ezkurdia dominó todas las facetas del juego. Colmillo en el remate y generosidad en la defensa. El arbizuarra no solo destacó a la hora de terminar el tanto. Hizo mucho daño con su volea, una de las amenazas ya advertidas por los de Baiko, y fue un faro para su compañero. El voleista de Aspe hizo un gran trabajo a la hora de ayudar a su zaguero con las pelotas más complicadas. Esa pequeña ayuda fue el impulso que necesitaba Martija para la perfección. Lo errores cometidos no oscurecieron un día lleno de brillo para el etxeberritarra, que en su primera final no dio muestras de que este tipo de citas se le quedan grandes. Fue el de sus mejores días. Enseñó constantemente la espalda a Urrutikoetxea, apareció siempre dónde se le necesitó y la mayoría de sus golpes pasaron pegados a la pared izquierda.

La dureza del partido se hizo evidente desde los primeros tantos. Los peloteos constantes fueron la tónica. Los azules trataron de imponer su juego a base de velocidad, pero se encontraron una y otra vez con la respuesta colorada. Hacer un tanto costó muchísimo y fueron los errores los que hicieron subir cartones al marcador. Con el 7-7 llegó la explosión de Ezkurdia y el partido quedó desnivelado. El arbizuarra entró en ebullición y los azules lograron una tacada de nueve tantos con siete remates de Ezkurdia, un saque y un error de Urrutikoetxea (7-16).

Fue un palo para los colorados, pero estos no se rindieron. En esa fase del partido llegó el susto del día cuando una escapada de Martija impactó en la cabeza de Olaizola, lo que generó un monumental susto inicial. El goizuetarra, sin embargo, fue capaz de recuperarse y el choque se reanudó. Este parón redujo algo el ritmo y los de Baiko se acercaron hasta el 13-19. Pero ahí, tras otro tanto peleado hasta le extenuación, el arbizuarra apareció de nuevo y consiguió el 13-20 con una dejada. Dos tantos después, la txapela era de Ezkurdia y Martija.