El domingo se asfalta de baldosas amarillas para Julen Martija. Unai Laso y Ander Imaz serán la piedra de toque de Jokin Altuna y el zaguero de Etxeberri en la final del Campeonato de Parejas, que aspira a vivir un llenazo -ayer quedaban menos de cien entradas a la venta-, reverdeciendo los viejos laureles.

Empezó el Parejas con dudas.

—Pasé bastante tiempo del año pasado con la mano mal. Es verdad que la recuperé bien, pero no estaba con juego. Los primeros partidos me costaron bastante. Después, comenzamos a hacer bastantes entrenamientos los dos juntos y cada vez me sentía más a gusto. Cuando empezamos a lograr victorias, cogí confianza y todo fue mucho mejor.

Hubo un momento del Parejas en el que cambian su forma de jugar como dueto. Había mucha distancia entre Jokin y usted; entonces, da un paso hacia delante y se acercan. Comenzó a entrar más de sotamano ante los pegadores.

—Veíamos que yo estaba muy retrasado. Cuando hay tanta distancia, es casi imposible ganar un partido. Entrenando probaba a entrar de aire, para ver qué tal me iba. De sotamano me sentía cómodo. En los partidos comencé a usarlo más. El hecho de estar más juntos nos daba más confianza. Así, te mueves más fácil. Yo era capaz de cubrir el txoko. Hemos conseguido buenos resultados así.

Con ese mismo patrón de juego, Olaizola II y Urrutikoetxea lograron la txapela en 2016.

—Si estás en el cuadro nueve, por mucho que la lleves a buena, y el delantero rival remata al txoko y tu compañero espera en el ancho, es imposible llegar. Cuando el zaguero está más cerca del frontis tiene el trabajo más fácil.

Comparte vestuario con dos de los grandes pegadores en la zaga: José Javier Zabaleta y Beñat Rezusta. ¿Qué le aporta eso?

—Cuando ganas a un gran pegador, como ellos dos, te sientes muy bien. Vencer ante zagueros que marcan tantas diferencias me hace sentir a un buen nivel. Me gusta jugar contra los mejores, porque te ves bien.

Aunque no es un gran pegador, sí que es cierto que mueve fácil la pelota. ¿Hace caso a las etiquetas que les ponen de fuera?

—No. Cada uno tiene una forma de jugar. Sí que es verdad que a unos les sale la pelota más rápida de la mano, otros, en cambio, tienen más fuerza..., pero cada uno juega a su manera. Aunque uno tenga más golpe que otro, igual es mejor en otros aspectos. Cada pelotari tiene su punto fuerte y tiene que pelear por hacerlo bien y centrarse en ello.

En cinco Campeonatos de Parejas ha estado en cuatro liguillas de semifinales, ha llegado a dos finales, contando la del domingo en Bilbao, y posee una txapela, la de 2020. De los cuatro finalistas es el único campeón de la especialidad.

—Es algo raro estando Unai Laso y, sobre todo, Jokin Altuna en el partido. No quiere decir nada. Además, cuando gané con Ezkurdia (ante Olaizola II-Urrutikoetxea por 13-22) todo fue distinto porque no había público. Acaba siendo como un entrenamiento. Esta final va a ser muy diferente. Va a haber un ambientazo terrible. Veremos cómo nos comportamos. En este sentido, el que más sabe es Altuna, que le ha tocado vivir muchas ocasiones como esta. Veremos cómo llevo los nervios y la tensión.

A la final de 2020 se llega después de que se parara el Parejas por el covid-19 tras la primera jornada de la liguilla de semifinales. Se reanudó en octubre sin Laso, que no estaba renovado por Baiko, y la huelga en marcha. Luego, se paró judicialmente la final y se disputó en diciembre su último choque de semifinales y la pelea por la txapela, a puerta cerrada. ¿Qué recuerda de aquel encuentro?

—La txapela es un recuerdo bonito, inolvidable. Fue una paliza. El hecho de ganar una final contra Aimar y Urrutikoetxea, pelotaris que han ganado muchos títulos, fue increíble. Sin embargo, mirar a la grada y no ver a nadie animándote tras ganar la txapela fue muy extraño. Después, lo celebramos como pudimos, pero me faltó esa celebración en el frontón junto a mi familia y mi gente.

¿Cómo cree que va a responder en una final tan distinta de aquella, con el Bizkaia a reventar?

—Aunque tenga una txapela, es casi como si fuera debutante en una final, porque no me ha tocado vivir todo ese ambiente en el frontón, con 3.000 personas en el Bizkaia. ¿Cómo voy a estar? No lo sé. Sí que en las semifinales o en los partidos importantes he estado bastante tranquilo. Suelo ser bastante calmado, aunque los nervios van por dentro. Nunca he jugado un partido así, por lo que veremos cómo respondo. Quiero estar tranquilo hasta el domingo y olvidarme de todo, centrándome en entrenar fuerte.

¿Altuna III le da algún consejo sobre afrontar el partido?

—Sí que hablamos de dejar cerrado cuanto antes todo el tema de las entradas y desconectar el fin de semana. Eso sí, vamos a entrenar fuerte, como siempre. El domingo vamos a salir enchufados.

Comenta Jokin que usted le aporta tranquilidad.

—Jugar con alguien muy nervioso acaba transmitiéndote esos nervios. Soy bastante tranquilo y, aunque fallemos, trato de animar y tirar para arriba. También me gusta que, cuando yo estoy en una mala racha, mi compañero venga a tranquilizarme, a apoyarme.

Tiene 24 años, pero parece un veterano desde los 19.

—Me tocó empezar muy pronto en Primera. Ahora, además, somos cada vez más jóvenes. He jugado ya cinco Parejas y espero que queden mucho más.

Tiene con Jokin una relación muy estrecha que trasciende lo puramente deportivo, ¿no?

—Lo principal en una pareja es tener una buena relación y entenderse. Desde nuestro primer campeonato, en 2018, siempre hemos tenido una buena sintonía. Cuanto más partidos juegas juntos, vas descubriendo qué es lo que quiere él y él lo que quieres tú. Nos conocemos bien y sabemos cuándo necesitamos algo. Nos entendemos. Eso se nota en el frontón.

Se conocen desde que eran chavales y, de hecho, en 2013 se impusieron en el Torneo DV de categoría Promesas. ¿Eso elimina el respeto que genera Altuna III con la vitola de dos veces campeón del Manomanista y tres del Cuatro y Medio?

—Jokin está jugando una barbaridad. Es de los mejores pelotaris que hay en el panorama y se ve en las txapelas que está consiguiendo. Con todo, tenemos muy buena relación y confianza suficiente para decirnos cualquier cosa: ya sea algo que considero que ha hecho bien como algo que ha hecho mal y tratar de corregirlo. Él hace lo mismo conmigo. Esa confianza es esencial. En ese aspecto, no hay problemas.

Se conocen del campo aficionado, pero ¿es el Parejas de 2018 el que cambia su amistad?

—En mi primer año no jugamos mucho juntos. En mi primer Parejas no estaba tan hecho. Me costaba más físicamente. Jokin me ayudó un montón y se echó el peso de los partidos encima. Tal vez por eso llegamos reventados a las semifinales. Ahora, como llevamos los dos más tiempo en la pelota, la maquinaria está bien engrasada. Me percibo más tranquilo, me canso menos, acabo mejor y no necesito tanta ayuda. Uno aprende también a regular. Esas circunstancias provocan que Altuna también se canse menos.

En la quinta jornada del presente Parejas cayeron por 4-22 ante Urrutikoetxea-Aranguren. ¿Ese encuentro marca un antes y un después en su trayectoria?

—Fue muy duro. Sobre todo, para la cabeza. Las primeras jornadas fueron complicadas y los días posteriores al 4-22 fueron duros. Eso sí, nada más terminar el partido lo hablamos y llegamos a la conclusión de que había que olvidarlo y seguir mirando al futuro. Entrenamos del mismo modo y conseguimos alguna victoria complicada que nos hizo pasar página. Hicimos bien en olvidar rápidamente ese partido.

En el último encuentro de la liguilla de semifinales, ya clasificados, cayeron 6-22 ante los finalistas, Laso e Imaz. Llama la atención. ¿Qué sucedió?

—Me ocurre en ocasiones que, en partidos que no tienen tanta trascendencia o no estoy con tensión, no entro al partido enchufado. Si no salto a la cancha con las ideas claras y caliente, me cuesta moverme y mover la pelota. Estoy frío. El día anterior habíamos conseguido el pase a la final, recibí cientos de mensajes y llegué un poco saturado. Me faltó la tensión de los partidos anteriores.

La victoria de Elezkano II-Zabaleta sobre Irribarria-Rezusta por 22-16 les metió en la final. ¿Vio el partido?

—Sí, con unos amigos. Al principio, estaba bastante nervioso, más que jugando, y en la segunda mitad lo pasé mejor. Cuando Danel y José Javier hicieron el último tanto, viví una gran alegría. Llamé a Jokin y estuvimos supercontentos.

En la final se enfrentan dos combinaciones parecidas: delanteros habilidosos, agresivos, que meten mucho ritmo, y zagueros fiables.

—Muchas veces es más complicado jugar contra una pareja similar que contra unos pegadores, por ejemplo. Personalmente, sé que va a ser muy difícil hacerles el tanto. Imaz no falla una sola pelota y Laso está en un grandísimo momento de juego. Si queremos ganar, tenemos que hacer las cosas bien. Debemos seguir en nuestra línea de fallar lo menos posible y aprovechar nuestras oportunidades al máximo.

Por experiencia se les podría poner la vitola de favoritos, pero la sensación es de equilibrio, vistos los precedentes: partidos duros y de mucho sacrificio, ¿no?

—Unai y Ander estarán crecidos tras el partido de las semifinales. Era intrascendente, porque nos faltó de todo y tenemos que olvidarlo, pero a ellos les dará confianza. Vendrán muy fuertes. En nuestro caso, quitando el duelo de Eibar, llevamos una buena racha y tenemos que hacer nuestro juego. Si lo hacemos, podremos llevarnos la txapela a casa.