Pamplona - A principios de siglo se tejieron los antecedentes de esta historia en dos escenarios que distan unos 7.800 kilómetros: Estados Unidos y España. Los bancos americanos otorgaron hipotecas subprime a clientes de alto riesgo. Esta concesión de créditos se les fue de las manos y crearon unos productos financieros, en los que incluyeron este tipo de hipotecas con otras buenas y regulares, para captar liquidez a través de bancos de cualquier parte del mundo.
Al mismo tiempo, el Gobierno de Aznar promovía la construcción de vivienda con el objetivo de que una mayor oferta abaratara el precio y fuera más fácil acceder a una propiedad. Sin embargo, se consiguió el efecto contrario. El sector se convirtió en un negocio para todos, al que se unieron los especuladores: los precios de los inmuebles se dispararon y los bancos, que también quisieron entrar en el negocio, prestaron sin excesivas exigencias para que los empresarios construyeran y los ciudadanos compraran. En 2007, estalló la crisis de las hipotecas subprime, ante la morosidad acumulada, y se propagó de manera global por todo el sistema financiero -incluidos los bancos que operaban en España y que estaban concediendo créditos de manera condescendiente-. La crisis financiera -que se acentuó con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008- hizo explotar la burbuja inmobiliaria. En aquellos años, España edificaba tantas viviendas como Francia, Alemania e Italia juntas, una locura. Pero, ese castillo de naipes se derrumbó tan rápido como se erigió. Y así comenzó la historia de esta gran crisis que de la construcción saltó al resto de sectores con una dureza extrema.
Navarra no se aisló de ese desastre porque también se contagió de una construcción que crecía sin parar -aunque la economía de la Comunidad Foral, con la industria y las exportaciones, no dependía tanto de esta actividad como ocurrió en otros territorios, sobre todo de la costa-.
A pesar de que el peso de la construcción sobre el PIB foral era menor que en otras comunidades, hace una década Navarra sumaba casi 7.500 empresas vinculadas a esta actividad, con 36.500 personas empleadas, según los datos del Instituto Navarro de Estadística (Nastat) y la Encuesta de Población Activa (EPA). Estos trabajadores representaban el 12% de los ocupados y se distribuían entre la edificación y la obra pública.
los perfiles Casi el 87% de esos negocios contaban con menos de cinco asalariados; y 5.000 de los 36.500 empleados tenían solo entre 16 y 24 años -un dato que desvela el abandono de los estudios por parte de estos jóvenes que querían incorporarse al mercado laboral a través de un sector que les ofrecía un empleo estable y bien remunerado en aquel momento-. La promoción y construcción de vivienda se disparó: entre 2001 y 2006 se inició la edificación de casi 52.000 pisos. En cambio, entre 2011 y 2016, esa cifra ha descendido de forma drástica, hasta los 11.565 inmuebles.
récord En 2006, Navarra registró dos máximos históricos: 10.640 viviendas iniciadas y 2.000 euros el precio del metro cuadrado en el cuarto trimestre de aquel año. Así, en cinco ejercicios, el precio de la vivienda aumentó un 77,4%. “Era una rueda, los promotores y constructores impulsaban nuevos proyectos, porque había demanda; todos, ajenos a la crisis financiera que se acercaba”, explica Juan Las Navas, presidente de la Asociación de Constructores y Promotores de Navarra (ACP). Su actual número de socios muestra la grave crisis que ha padecido el sector, al pasar de unos 50 miembros a 19. “Esta década ha sido muy larga y complicada”, recuerda.
Afrontar la reestructuración
A pesar de la pérdida de tejido empresarial, el sector estaba sobredimensionado por la burbuja inmobiliaria y se debía corregir. Durante esta década, se han perdido 2.746 empresas en la Comunidad, se han destruido 22.500 empleos, la edificación de viviendas se ha reducido de una manera radical y la inversión de obra pública prácticamente ha desaparecido, al igual que muchas de las empresas que dependían de ella. El Plan Navarra 2012 del Gobierno regionalista, con un desembolso inicial de 4.500 millones para ejecutar entre 2008 y 2011, que se quedaron en 2.700 millones, se presentó como un sustento para mantener estas empresas. Pero resultó un pan para hoy y hambre para mañana, con inversiones millonarias en infraestructuras que parte fueron deficitarias. Un ejemplo: el Reyno Arena. Además, los recortes presupuestarios para cumplir con el déficit afectaron de lleno a las empresas de obra pública.
Presente y futuro
Tras las dos recesiones, el mercado de la vivienda tocó suelo en 2013, cuando apenas se iniciaron 619. A partir de ese momento, comenzó a respirar y registrar incrementos consecutivos de forma paulatina. Este año continúa en esa senda: hasta julio se han comenzado a edificar un 29% más de viviendas que en el mismo periodo de 2016. “Hay margen de crecimiento”, aclara. Una cifra idónea sería entre los 2.500 y 3.000 inmuebles anuales.
En este escenario, el número de negocios ha continuado disminuyendo. Nastat registra en su directorio de Empresas de 2017 un total de 4.742, un 19% menos respecto al ejercicio anterior. Aunque de esta bajada destaca que han cerrado aquellos negocios que no cuentan con asalariados o que apenas suman entre uno y dos. En cambio, ha incrementado el número de compañías con plantillas de mayor tamaño. Esto significa que el empleo que se está generando -apenas un crecimiento del 1,6% en el último año- se detecta en este perfil de empresa. 14.000 personas desempeñan su actividad en la construcción -ninguna de ellas oscila entre los 16 y 24 años a diferencia de 2008 cuando había 5.000 jóvenes en esta franja-. Todavía el sector, que solo representa el 5% de la ocupación, aspira a generar más empleo. “Se puede llegar a los 20.000: pero no más”, pronostica. Además, los márgenes de beneficio empresarial se han reducido, y las empresas subcontratadas navarras “están sufriendo la intromisión de compañías de otras comunidades que abaratan las ofertas al regirse por convenios con salarios más bajos que en Navarra”, denuncian desde ELA. Este año se inició la negociación del convenio provincial de la construcción entre la patronal y sindicatos, pero todavía no hay avances.
Una década después todavía el sector continúa la reestructuración de su tejido empresarial para dotarlo de estabilidad en el empleo y en la actividad. Un presente y un futuro que dependen de las tendencias de las nuevas generaciones. Por eso, se trabaja para averiguar cuáles van a ser esas preferencias para no errar.