La mitad de las empresas muere antes de cumplir cinco años de vida. Y su duración media apenas llega a los diez años en España, por lo que no son tantas las que cumplen 25, menos aún las que alcanzan los 50 y casi una rareza las que rebasan el siglo de vida. Maderas Azcona, hoy ubicada en el polígono de Orkoien, es una de ellas y ayer mismo lo celebró en sus instalaciones con un acto sencillo, en el que participaron trabajadores, amigos y familiares.

Tres generaciones de una misma familia componen una historia que arranca en 1917, cuando José Azcona Salvatierra, nacido en Berriozar, entra a formar parte de La Internacional SA, el germen de lo que hoy es Maderas Azcona. Esta empresa había sido fundada por Cayetano Lapoya y a su vez hundía sus raíces en la actividad de Tomás Lapoya Iriarte, un carpintero de Los Arcos que instaló en la calle Calderería de Pamplona un taller de tablas y carpintería. Según relatan Ángel y Serafín García Sanz en el libro que recrea la historia de la compañía (Maderas Azcona. Los orígenes centenarios de una empresa navarra (1872-2017), aquel taller no solo prosperó. Permitió a su dueño diversificar los negocios en una tarea que continuó su hijo Cayetano Lapoya, muy activo en las primeras décadas del siglo.

De la relación entre estas dos familias (los Lapoya y los Azcona) surge por tanto una empresa cuya actividad llega al barrio de San Jorge hacia 1919, donde había de seguir a lo largo de las siguientes décadas. Años difíciles, de Guerra Civil y dura postguerra y en los que José Azcona, gerente de la compañía, fue cobrando poco a poco protagonismo. Hacia 1951, la empresa incluye ya anuncios comerciales con el nombre de Maderas Azcona, que años más tarde comenzaría a importar madera de otros países y que hacia el año 1963, ya en pleno crecimiento económico, abrió un local en la calle Paulino Caballero.

José Azcona dio entrada en la empresa a sus dos hijos, José y Alberto Azcona Ezcurdia. Y son los descendientes del primero quienes forman parte hoy de una empresa de carácter familiar, que cuenta con una quincena de trabajadores y que se ha mantenido en pie en un sector complejo, que se ha transformado a lo largo de las décadas. La llegada de los muebles prefabricados, en los años 70 y en los 80, y de los aglomerados, cambió el escenario y redujo una industria que tuvo que adaptarse. “Ha habido que invertir en maquinaria, por ejemplo en canteadoras, para competir”, explica José Joaquín Azcona, que lleva más de 30 años en una empresa creada por su abuelo y refundada por su padre y por su tío en 1981. Junto a él trabajan sus dos hermanas María Elena, y María Lourdes Azcona Olaiz, administradoras también de la compañía desde 1998. “Esta es una empresa familiar”, explica Azcona, que recuerda cómo fue aprendiendo de su padre, de la misma manera que éste aprendió del suyo.

El paso de la segunda a la tercera generación trajo consigo cambios. Y tras muchos años ubicada en la Rochapea, en el pasaje Lapoya, la firma completó en 2001 su traslado a Orkoien, donde cuenta con unas instalaciones de 12.000 metros cuadrados destinados a las oficinas, a la venta, al almacenaje y a la distribución de madera y derivados. La exposición, que antes se ubicaba en la calle Paulino Caballero, se encuentra también hoy en Orkoien, y la empresa, que tiene entre sus clientes a numerosas carpinterías y empresas de sector, trabaja no solo en Navarra, sino en algunos territorios limítrofes. Muchos de los clientes lo son desde hace muchos años. “El secreto es la seriedad, hacer las cosas bien, atender a la gente, dar buen servicio y emplear materiales de primera calidad”, resume José Joaquín Azcona.