“Aquel octubre de 1973 inicié con 16 años mi vida laboral, porque decidí dejar de estudiar: no sé si por la adolescencia, una época siempre difícil, o por mi inclinación al trabajo manual. Mi amigo J. Ignacio Zubiate Pérez me dijo que Renault necesitaba un aprendiz de electricidad en Burlada. El jefe de post-venta Miguel López Urdin me entrevistó y una semana después, me llamaron”, recuerda Isidro Miguel Amadoz Ongai, electricista de Renault Unsain durante 45 años, y ahora recién jubilado. “Mi primer trabajo consistió en soltar los asientos delanteros de un R12 para sustituir el interruptor del chivato de freno de mano”, recuerda.
Hace cinco años, la empresa acometió ajustes por la crisis y este burladés temió por su puesto de trabajo. “Un latigazo recorrió mi estómago cuando los jefes me citaron en el despacho”, cuenta Isidro, casado con Nekane Maisterra Ederra, y padre de Aritz y Garazi. Sin embargo, no le entregaron la carta de despido sino que le reubicaron como almacenero en la sección de recambios. “Cerré una puerta, pero abrí otra: nunca pensé que el trabajo de almacén fuera tan dinámico. En ese momento, me planteé escribir mi historia personal y laboral, vinculada a la trayectoria de la empresa desde 1973 a la actualidad, y contextualizada en cada época”, confiesa.
Isidro redactó en 126 páginas, completadas con fotografías de las cuatro décadas, el relato del Tercer Txispas, título del libro que hace referencia a su etapa de aprendiz, cuando le enseñó la profesión el oficial de primera, Manolo Catalán Sainz, y el oficial de tercera, Javier Elizalde Ramos; y al mote, Txispi, con el que le llamaba un motero que repartía piezas. Isidro es uno de los más de 350 empleados que han trabajado en esta empresa familiar en los últimos 45 años.
En 2018 ha publicado 150 ejemplares, con una portada que muestra una instantánea en blanco y negro de las instalaciones de Renault en Burlada en los años 70. Al observar esta foto, Isidro evoca como primeros recuerdos la separación de la plantilla en 1979 porque la marca francesa exigió disponer de dos puntos de venta: unos 70 trabajadores se trasladaron a Cordovilla y unos 30 empleados se quedaron en Burlada, “instalaciones que sufrieron 16 ataques con cócteles molotov por kale borroka y un incendio en 1996 que causó su cierre”. En cambio, describe de manera escueta la imagen en color de la cubierta posterior, la del concesionario actual en Cordovilla, al pronunciar una sola palabra: “Modernidad”.
El gerente del Grupo Unsain, Pachi Esparza, financió la publicación de cien ejemplares que posteriormente distribuyó a un precio de diez euros entre los empleados, para donar los 1.000 euros recaudados a una causa benéfica. “Pachi me dijo que, en un principio, había pensado en regalar el libro a la plantilla; pero que cambió de opinión, porque creía que los trabajos con esfuerzo deben valorarse y hay que pagarlos”, aclara. Isidro sufragó los otros 50 libros, que repartió a familiares y amistades.
Tanto unos como otros han leído las historias de este electricista y almacenero en Unsain, divididas en cuatro décadas: los años 70, asociados a una época convulsa; los 80, vinculados al boom de los vehículos y a la proliferación de mujeres conductoras; los 90, relacionados con la entrada de las nuevas tecnologías y la formación continua y el siglo XXI, abofeteado por la crisis, pero reaccionario al tener la capacidad de reinventarse las personas. “Siempre me ha gustado mi trabajo, quería dar dignidad a todos los empleados y destacar nuestras vidas ante todo lo que nos rodea”, reitera Isidro, que dedica unas líneas, entre las páginas, a su aita, Salvador, y a su amatxo, Mercedes.
década a década Este electricista destaca la unidad de los trabajadores en los 70. Desde su mirada adolescente, admiraba las reivindicaciones laborales de los empleados “comprometidos” de Renault. “En el cuarto de hora del almuerzo, hablábamos de la situación política, de las incursiones al monte y de sucesos varios”, detalla. “Los últimos años de la dictadura quedaron muy grabados: las huelgas y las protestas se multiplicaron para solicitar el aumento salarial y la estabilidad de los empleos, con solidaridad de la clase obrera. Como ejemplo, la plantilla de Motor Ibérica se encerró en El Salvador de la Rotxapea y los operarios del taller hicimos una colecta para ellos”, revive.
Tras seis años en Burlada, Isidro fue trasladado a las actuales instalaciones en Cordovilla, que disfrutaban de un servicio de autobús de la Beriainesa cuatro veces al día desde la plaza Merindades para aquellos que no disponían de vehículo. Isidro y Nekane adquirieron su primer coche, un R7, de segunda mano a finales de 1981.
En esta década, se dispararon las ventas de coches, que exigieron a Unsain ampliar las instalaciones y plantilla, y se establecieron otras marcas en Navarra, como Peugeot, Chrysler, Opel o Talbot. “Una revista del automóvil titulaba en su portada, Entre la tradición y la modernidad: seguían el 4L, R5, R6 y R7 y llegaban los nuevos R9 y R18”, explica. En 1988 Burlada pasó a llamarse Lipauto y Cordovilla, J. Unsain, SA. Admite que hay una hora y fecha “trágica” en su memoria: las 6.20 del 14 de noviembre de 1989. A esa hora ocurrió la explosión “más grave en un taller de reparaciones de automóviles en Pamplona, con un fallecido y cuatro heridos. Nos dejó marcados por mucho tiempo”. Narra en el libro que “debajo de un montón de chapas y aislantes del techo, encontraron el cuerpo sin vida de José, hombre bondadoso y de carácter amable, siempre dispuesto a hacer favores”.
cultura y política En el terreno de la cultura, la sociedad de los 80 vivía “una creatividad desbordante” y las ikastolas comenzaban a organizar su fiesta, el Nafarroa Oinez. “También me tuve que pelear con el francés en el taller para los clientes del otro lado de los Pirineos”, señala. En el ámbito político, el “problema vasco”, como define Isidro, afectó a la marca francesa Renault en Navarra. “La asamblea de trabajadores nos posicionamos en contra de los ataques de cócteles molotov a los talleres de Burlada y rechazamos las amenazas de bomba en Cordovilla, que obligaron a desalojar, por lo menos, en tres ocasiones la empresa”, especifica.
En el libro, remarca que “en los 80 los gobiernos estatales no sabían o no querían dar solución al problema vasco. Por un lado, no dejaban de matar a personas en controles, comisarías y cuarteles, los GAL asesinaban a su antojo; y por otro, no dejaban de ametrallar patrullas y cuarteles causando muchos muertos”.
adiós al centro de burlada Isidro también tiene marcada la noche del 23 al 24 de marzo de 1996. “Los intentos de hacer desaparecer la Renault de Burlada se cumplieron. El foco del incendio se originó en el almacén de pintura. Algunos de los 20 trabajadores de este centro fueron recolocados en Cordovilla, pero el resto se tuvo que buscar otro empleo”, manifiesta.
En los 90 se sucedieron conflictos laborales por el convenio y el fabricante exigió que “los mecánicos y electricistas tuvieran los conocimientos necesarios para reparar modelos de vehículos que a partir de 2000 saldrían al mercado”.
Tras la llegada del siglo XXI, “las nuevas tecnologías en el automóvil no dan tregua” y la plantilla deben “estar en un continuo reciclaje”. Reconoce que le resultó complicado escribir el capítulo 2003-2015 por los ajustes laborales padecidos por la crisis. “Hasta entonces nunca había sufrido una regulación: 23 días en un año. Además hubo recortes salariales y despidos”, dice. Aunque, él fue reubicado en el almacén. Sin embargo, también rememora esta etapa como la del “cambio generacional”, en la que llegaba su relevo. “En esta empresa nos hemos ganado la vida, que ha sido común para todos los trabajadores. ¡Ah! Y no tenemos dinero ni en Suiza ni en Panamá, todo va a la Hacienda Foral”, concluye así la última de sus cuatro historias.