pamplona - Casi el 63% de los municipios navarros (174) quedó el año pasado al margen de la creación de empleo en Navarra. Una dinámica cada vez más acusada, que muestra cómo languidecen las localidades más pequeñas y el mundo rural, y que confirma las dificultades de muchas áreas distantes a la capital para acoger inversiones y empresas así como para anclar población en sus entornos.

2019 ofreció una nueva prueba de ello, con Pamplona liderando como es lógico en términos absolutos la creación de empleo en la Comunidad. El comportamiento de la capital en el último ejercicio, con cerca de 2.800 nuevos afiliados a la Seguridad Social, supone casi uno de cada tres nuevos puestos de trabajo, y muestra la concentración de la actividad en el corazón de Navarra. La capital y su comarca absorbieron el año pasado alrededor del 70% del nuevo empleo que se creó, agudizando una tendencia visible desde hace años, y superando con creces la cuota que le correspondería por población total e incluso por tasa de actividad total: apenas un 52% de los navarros vive en la capital y en las localidades que se sitúan alrededor.

A Pamplona se unieron durante 2019 otros municipios de su entorno especialmente dinámicos en la generación de nuevos puestos de trabajo. La Cendea de Galar, con 504 nuevos puestos de trabajo, fue uno de ellos. También Huarte, con 285 nuevos afiliados a la Seguridad Social, mantuvo la línea de los últimos años, con 1.263 nuevos puestos de trabajo desde que a finales de 2013 comenzó en toda España una suave creación de empleo, más acelerada ya a partir de 2015 y que solo en los últimos meses de 2019 parece haberse frenado algo. Junto a Egüés, Aranguren, Galar y Orkoien, otros motores de la actividad durante los años de recuperación, Huarte comparte alguna característica que explica su favorable comportamiento: abundante suelo industrial, que se traduce en la presencia de empresas, algunas de ellas punteras, como Cinfa, cuyo crecimiento se deja sentir también en los datos de Esteribar.

El año pasado, localidades del sur de Navarra aprovecharon la recuperación de actividades o el crecimiento de empresas concretas para mejorar de forma clara sus datos. Es el caso sobre todo de Azagra, Buñuel, Corella, una de las localidades más dañadas en su momento por el desplome del sector constructor, y Marcilla, con crecimientos de entre el 8% y el 23% en su volumen de empleo que les permiten acercarse o rebasar de nuevo a los datos de hace una década.

Por el contrario, la segunda localidad de Navarra, Tudela, acusó durante 2019 una cierta debilidad, con 36 empleos destruidos, una caída que no se corresponde con su evolución desde el año 2013, con casi 2.500 nuevos afiliados a la Seguridad Social. Un aumento superior al 19%, por encima incluso del que registra Pamplona, pero que parece haberse cortado en los últimos meses. Tudela, en cualquier caso, no es la peor entre las localidades de cierto tamaño. Tafalla se deja en el último año 166 empleos, una muestra más de sus dificultades para generar empleo en la última década: apenas se ha recuperado un 3% desde los mínimos de 2013 y se encuentra todavía por debajo de los niveles de hace una década.

Cien municipios, descolgados De hecho, desde 2013, año en que el empleo tocó suelo en Navarra, un centenar de localidades navarras se ha descolgado de una ola de recuperación que ha permitido incorporar a la Seguridad Social a más de 42.000 nuevos cotizantes. Y no se trata solo de núcleos especialmente pequeños, cono consecuencia del envejecimiento, de una despoblación galopante y de la falta de alternativas empresariales en el mundo rural. Doneztebe, por ejemplo, se ha dejado en este tiempo otros 231 afiliados, casi una cuarta parte de los que tenía hace algo más de seis años. Lo mismo puede decirse de Lesaka, dependiente al máximo de una única fábrica que emplea cada vez menos gente. O de localidades con Leitza, Cabanillas, Olazti, Fustiñana o el Valle de Larraun, que acusan una sangría interminable. Incluso localidades pegadas a Pamplona, como Barañáin y Burlada, pierden trabajadores como consecuencia sobre todo de la falta de suelo industrial y comercial en el que acoger nuevas actividades económicas.