Pamplona - Tres décadas después de llegar a Pamplona, Patrick Rigault cede el testigo como propietario del hipermercado E.Leclerc, pero sigue siendo un hombre con proyectos. Se mantiene al frente del Centro Comercial La Morea, por el que pasan más de seis millones de personas al año y que registra el 100% de ocupación prácticamente desde el día de su apertura en 2002; al mismo tiempo promueve la apertura de un complejo comercial y hotelero junto a La Meca, donde está prevista una inversión de 20 millones de euros, así como de un hipermercado de unos 4.000 metros cuadrados en Erripagaña. Confía en que ambos proyectos sean una realidad en 2022.

¿Cuándo se hizo efectivo el traspaso del hipermercado?

-El 1 de noviembre. En el grupo hacemos unas 40 transmisiones anuales, muchas familiares y otras externas, pero siempre dentro de un círculo limitado entre personas aprobadas por el grupo. No se vende a terceros y funciona mediante un sistema de apadrinamiento. Miembros de la cooperativa me ayudaron a mí a montar el centro de Pamplona, yo ayudé a Philippe y a Elena Buldón a montar el suyo en Aranjuez y, ahora, a la vista de que había cumplido un ciclo de 30 años, decidí transmitirlo a una persona que conozco, que trabajó conmigo en los primeros años, entre el 92 y el 95, y que era, por así decirlo, el sucesor natural. No es una franquicia, sino que es un grupo cooperativista de empresarios con una solidaridad mutua que permite abrir más centros mediante un fondo común. Es un grupo muy solidario. Tras abrir el de Pamplona, fui presidente del grupo 20 años y llegamos a abrir 18 centros en España. Sentía que mi ciclo había terminado, pero yo no paso página, paso el testigo. Después de 30 años no puedes pasar página.

¿Qué cree que es lo que más aprecia el público navarro de Leclerc?

-La calidad y el surtido. Y el mecanismo de oferta es diferente a otros, con unas ofertas muy potentes en las que la gente sigue comprando de forma masiva. En los últimos años la competencia ha crecido con la apertura de nuevos centros. Por ello, el cliente arbitra su tiempo y su dinero. Al existir más alternativas, por ejemplo con la llegada de Mercadona, la gente viene en masa con las ofertas y eventos como vuelta al cole o navidades, porque aquí pueden comprarlo todo.

Ustedes no fueron de los que redujeron marcas y referencias para ahorrar...

-Esto funciona hasta cierto punto y nosotros tenemos unas alianzas locales muy potentes. Nuestro centro de decisión y de compras está en Pamplona. Un producto nuevo no tiene que pasar por Madrid. Si encaja, entra.

¿Se asustaron durante la crisis?

-Sin duda. En 2008, como todo el mundo, nos asustamos con el grado de la crisis que había, porque manejar una empresa que baja sus ventas sustancialmente no es fácil. Pero ahora mismo llevamos dos años creciendo. El cliente ya sabe perfectamente lo que hay y elige dónde ir en función de sus necesidades. El efecto boom que tuvo en su momento Mercadona fue un suflé. Cogió un trozo de mercado muy grande y luego algo ha soltado... Pero hay más: Lidl va muy fuerte y un grupo regional como BM también es potente.

No compiten solo por precio....

-Nos distingue también el trato, con servicios de atención tradicional que nos han dado prestigio, como la pescadería, la carnicería... El híper debe volver a tener secciones tradicionales. Por precio solo no se puede competir. A la gente le gusta hablar y que le atiendan. Y se quiere sentir los productos, los colores, los olores. Hoy, degustar el producto es importante, como ya lo fue antes. En alimentación y fresco es donde más competencia tenemos, pero es donde más crecemos. Lo pasamos algo peor en bazar. En alimentación tenemos de todo y además atendemos. Ahí el servicio aporta valor.

Hace unos años se dudaba sobre el formato del híper. ¿Ha cambiado de nuevo?

-Tiene futuro, sí. Los gurús anunciaban la muerte de determinados formatos y quizá muera el que no hace su trabajo, pero van a sobrevivir los mejores. También en internet, alguno desaparecerá. No sabemos si será Alibaba, Amazon... La competencia es sana. Y no van a sobrevivir los grandes, sino los rápidos, los que se adaptan. Y ahí estamos nosotros, que ya redujimos el hipermercado. Quitamos 2.000 metros para Fnac y Tiger. Vimos que el tamaño empezaba a resultar incómodo.

¿Cómo afecta la digitalización?

-No es el centro comercial el que pasa a digital. Es el comerciante el que debe hacerlo. He visto centros comerciales con enormes pantallas que no sirven de nada. Pero el comerciante debe ofrecer satisfacción instantánea, con un surtido mayor. El cliente lo quiere para ya o para mañana. Se ha acostumbrado a ello. Eso sí lo vemos en los inquilinos. Lo digital es otra tienda dentro de la tienda. El textil lo está haciendo bien. Para nosotros es compatible tener un quiosco de Amazon, porque lo que deseamos es que venga gente al centro. Que vengan a comprar, a comer, al cine, porque hace calor, porque hace frío... Nosotros queremos que venga gente. Y aquí entran más de seis millones de personas al año.

¿Y cuántos de esos compran?

-Todos no... (risas), pero entran. Y eso es fundamental, porque, aunque yo soy autodidacta, en mis estudios me dijeron que la venta es proporcional al número de personas que pasa por delante de tu escaparate. Y hoy hay dos escaparates: el de la tienda y el del teléfono. Aquí ha costado convencer a algunos inquilinos, como Primark, en una negociación que llevé yo personalmente en Londres, que veían a Pamplona como una ciudad pequeña, algo remota. Ellos tenían su centro de decisión en Madrid, les dijimos que viniesen a verlo y se sorprendieron. Pamplona hay que tocarlo, hay que saber lo que es. Y cuando eres pequeño hay que hacer un esfuerzo por venderte fuera.

Un poco a contracorriente, han mantenido cines y abrieron Fnac. ¿Qué tal funcionan?

-Seguimos con los cines, que fueron cerrados en muchos centros. Nosotros pasamos un bache, pero estamos remontando. El cine depende de la tipología de película. Avatar, Star Wars, las películas que son un espectáculo, hay que verlas en cine. Y lo mismo pasa con el libro, tampoco ha desaparecido como anticipaban algunos. El libro no va a desaparecer, convivirá con el electrónico. Y el CD también funciona. Lo que tiene que ver con el ojo, la boca y la mano, la experiencia sensorial, se mantiene en su formato físico.

¿Cómo ve el centro comercial dentro de diez años?

-Espero que tengamos un mejor acceso..., porque somos un centro con un único acceso, prácticamente. En general, no creo que el centro comercial vaya a cambiar tanto, cambiarán más los comerciantes. Queremos ser un lugar donde se pueda venir a cargar el coche eléctrico. Es un sitio idóneo para ello y tenemos un proyecto potente entre manos. Aquí la estancia mínima es de dos horas y el crecimiento del eléctrico va a ser exponencial. Creemos que vamos a poder producir nuestra energía y ser un edificio completamente sostenible. La factura del aire acondicionado, por ejemplo, el año pasado fue alta. El objetivo es ser un edificio pasivo.

Dentro del área comercial, y aunque hay otros proyectos en marcha, se frustró el interés de Ikea. ¿Cómo lo valora?

-En estos asuntos el timing es esencial. Es un proyecto que tardó mucho, Ikea parece que avanza en la venta electrónica y es uno de los pocos operadores para quienes la frontera no existe. Y Pamplona se encuentra dentro de un triángulo formado por Baiona, Zaragoza y Bilbao hasta donde llegan con facilidad los consumidores navarros.

Numerosas grandes superficies parecen apostar por puntos de venta urbanos. ¿Supone un riesgo para su modelo de negocio?

-Es posible que a futuro veamos que se ponen puntos de atención en el centro de las ciudades, como un satélite de su propia marca, pero no lo sentimos como un riesgo para el centro comercial.

¿Cómo se encuentra el proyecto de La Meca, con área comercial, hotel, residencia de estudiantes...?

-A la espera de la licencia de actividad, que esperemos que esté al caer. Nos gustaría estar listos en 2022.

¿Ven espacio para un nuevo supermercado en esa zona?

-Creemos que sí. Será forzosamente un supermercado no convencional, donde se podrá comer... Iturrama es un barrio que está transformándose, hay estudiantes que no les gusta mucho cocinar. La comida preparada se está imponiendo, está mejorando mucho y va a mejorar más. Será una comida preparada fresca, con sus cualidades organolépticas. Quizá haya un taller de cocina en este supermercado... La marca es fuerte y apreciada y se puede aprovechar para abrir en otras zonas. Navarra es una comunidad atractiva, no hay más que ver las grúas que hay trabajando.

¿Cómo se encuentra el proyecto de Erripagaña?

-Nosotros fuimos invitados por el Departamento de Vivienda a reconsiderar el centro comercial y es lo que hemos hecho. Están hablando de hacer viviendas de alquiler protegido y de una zona de servicios. Creemos que esa parcela tan grande da para hacer un mixto, con vivienda y un minihiper, tal vez unos restaurantes, un gimnasio... El mini es un formato, de unos 4.000 metros, que permite hacer ofertas. Y que es menos de la mitad que el hipermercado de La Morea.

Algunos vecinos se quejan de que la densidad de vivienda que hay es ya muy alta...

-Creemos que es una zona que está bien diseñada y nosotros vamos con un alineamiento similar. Y creemos que hay abundante demanda de vivienda social y de alquiler. Hay opiniones variadas. Hay gente que pide más comercio, otros más viviendas y otros que piden servicios públicos, pero eso ya es cuestión del Ayuntamiento.

¿Qué inversión tienen prevista?

-No lo tenemos calculado todavía.

¿Qué plazos maneja?

-Pues nos gustaría que estuviera listo para 2022... Ahora mismo se está pendiente de modificar el PSIS.

Llegó a Navarra hace más de 30 años. ¿Cómo ve la sociedad?

-Sobre todo, más calmada. Lo que había entonces ya no existe.

Como empresario, ¿qué pide a los políticos?

-Las empresas buscan estabilidad. La incertidumbre, la falta de velocidad al tomar según qué decisiones, puede hacer que vayan a un sitio o a otro. Es importante que las cosas estén claras, que desde la política se piense a más largo plazo. Ciertas políticas deben superar el plazo de la legislatura, sobre todo en proyectos de ecología.

En Navarra se habla mucho de impuestos. ¿Cómo lo ve, comparado por ejemplo con Francia?

-Ahora se paga parecido... En nuestro caso, el impuesto más injusto es de grandes superficies, que creemos que se ha quedado obsoleto. Por la misma regla habría que poner un impuesto a internet. Aplicárselo a las grandes superficies no va a ayudar al pequeño comercio. Solo cuatro comunidades lo tienen.