ace 45 años, seis meses y 16 días que Joseba Grajales y Juan Luis Arregui constituyeron, con sede en un pequeño taller a las afueras de Vitoria, la empresa que iba a cambiar sus vidas y que, con el nuevo siglo, alteraría con sus aerogeneradores el perfil de decenas de montes navarros.

Gamesa se llamaba entonces Grupo Auxiliar Metalúrgico, apenas era una pequeña compañía que trataba de hacerse un hueco en un mercado convulso, pero lleno de oportunidades, y no tenía relación alguna con la Comunidad Foral. Hoy, con cerca de 1.500 empleados solo en Navarra, es uno de los grandes empleadores. Su actividad es vital en un territorio que vive de la industria, que halló en las renovables a uno de sus grandes sectores exportadores y sus trabajadores, que se encuentran entre los más cualificados de la comunidad, poseen unas condiciones laborales acorde a ello y al valor que generan. Sin embargo, en las últimas semanas, el cierre de la planta de Aoiz Aoiz ha ensombrecido el ánimo no solo de los 239 trabajadores de la fábrica, sino de toda la plantilla de la firma alemana.

"Terminaremos por perder finalmente hasta el nombre", resume un trabajador ya veterano de Sarriguren, que en los últimos años ha afrontado distintos procesos de reestructuración y ajuste y que percibe cierto hastío entre la plantilla. Gamesa es desde hace más de tres años Siemens Gamesa. El gigante industrial alemán, con divisiones en casi todos los sectores, compró en 2017 la mayor parte de la compañía en una operación que permitió repartir entre los accionistas un dividendo extraordinario de más de tres euros. Desde entonces, la toma de control por parte de la estructura alemana de la compañía ha sido lenta pero continua. A la salida en 2017 del presidente Ignacio Martín le siguieron las de los responsables de la eólica terrestre Ricardo Chocarro y Xabier Etxeberria. Y posteriormente la del secretario general, Andoni Cortajerena. Pero Markus Tacke, máximo responsable de la compañía, no se detuvo ahí. Y este año abandonaron sus puestos Ramesh Kymal, máximo responsable de la empresa en India durante una década: Iñaki Berriozabal, director de seguridad, y Wim Geldhof, director de compras. También está primavera abandonó la empresa su director financiero, David Mesonero, casado con una hija de Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. La energética había vendido a Siemens unas semanas antes el 8% que mantenía en la compañía eólica.

En el fondo, nada extraño en operaciones de este calado, que fueron presentadas como una fusión de negocios, pero que en realidad eran una compra pura y dura. Siemens pagó y desde entonces manda y decide en la compañía, que mantiene su sede en Zamudio (Bizkaia), donde trabajan unas 500 personas. La firma alemana ha puesto desde hace un tiempo la lupa en los costes de la eólica terrestre. A finales de 2017, apenas unos meses después de hacerse con el control de la compañía, dio el primer aviso, que se cerró a comienzos de 2018 con 244 salidas voluntarias, 105 de ellas en Navarra. Madrid (58) y Bizkaia (37) completaron el grueso de aquellas bajas.

El cierre anunciado

Portugal sentenció a Aoiz

En el Departamento de Desarrollo Económico del Gobierno de Navarra todas las luces rojas tuvieron que encenderse el verano pasado, cuando se conoció el interés de Siemens por adquirir Senvion, un fabricante de aerogeneradores con sede en Portugal. Con una ubicación muy cercana a puerto y con unos costes laborales inferiores a los españoles, este emplazamiento asumirá finalmente la producción de Aoiz, cuyo cierre fue calificado como "inevitable" por la compañía alemana, una decisión que no comparte el Gobierno de Navarra. "Es una deslocalización", señaló María Chivite, quien añadió que Navarra exigirá la devolución de dos millones de euros en ayudas concedidas a la empresa alemana. Siemens factura unos 87.000 millones de euros al año, más de cuatro veces el PIB de la Comunidad Foral.

"Aoiz podía haber seguido produciendo, tenía espacio para ello, pero es más barato hacerlo en Portugal", explican desde el comité de empresa, que se encuentra, además, con una dificultad añadida. Hace unos años, los accionistas y los altos directivos eran locales. Había margen para la negociación, para la maniobra en ocasiones de la mano con la política. "Hoy ya no tenemos ante quien protestar". También a estos efectos Siemens Gamesa es hoy una empresa alemana.

Futuro

"No están exprimiendo"

El cierre de Aoiz, una planta que inició su actividad en 2010 y en la que se invirtieron unos 60 millones de euros, se suma a los de Alsasua, Tudela, Imarcoain, y Olazti, y deja a Navarra sin centros productivos de Siemens Gamesa. La firma mantiene el taller de reparaciones de Agustinos, el almacén de Arazuri y, sobre todo, sus oficinas de ingeniería en Sarriguren, donde trabajan más de 1.400 personas. Allí se encuentra el principal centro de I+D+i de la compañía, donde trabajan unas 350 personas.

También entre este colectivo, que ahora se encuentra en su mayor parte teletrabajando, existe incertidumbre. "Tenemos la sensación de que Siemens está exprimiendo Gamesa, captando también su conocimiento. Veremos qué sucede después", explica un veterano trabajador de la empresa, quien señala que todos los puestos clave han sido ocupados por personal de Siemens. Sarriguren, al contrario de lo que sucedía en Aoiz, cuenta con una ventaja clave a ojos de quienes toman las decisiones: los costes en Navarra son sensiblemente inferiores a los alemanes. "Tenemos calculado que menos de la mitad", explican desde el comité.

Arazuri ampliará su plantilla. Una de las paradojas de Siemens Gamesa tiene que ver con la actividad de Sarriguren, cuya plantilla fue sometida a un severo recorte hace tres años y medio, pero que no ha dejado de contratar desde entonces. Las salidas de 2018 han sido así compensadas con nuevas incorporaciones (450 en tres años entre Navarra y la CAV), en una muestra de que no falta trabajo, a la espera de que se presente el siguiente plan de negocio, que definirá muchas de las claves del futuro de la compañía en la eólica terrestre. A los 1.400 empleados de Sarriguren hay que sumar los 30 del taller de reparaciones de Agustinos y el centenar que trabaja en el almacén de Arazuri, donde los responsables de la planta han anunciado nuevas contrataciones para hacer frente al actual volumen de trabajo.