Volkswagen Navarra no se detiene, pero sigue a la espera. El nuevo presidente nombrado para la compañía, el alemán Michael Hobusch, no tiene prevista su llegada a Landaben hasta el 5 ó el 6 de septiembre. Y se va a encontrar con un comité de empresa que le reclamará concreción en sus planes para la fábrica, al mismo tiempo que el grupo prepara alegaciones ante el Gobierno de España, descontento con el volumen inicial de las ayudas concedidas para electrificar las factorías de Pamplona y Martorell. 

En total, el proyecto Future Fast Forward (F3), que supondrá la fabricación de los vehículos eléctricos pequeños del Grupo Volkswagen en Martorell y Landaben a partir de 2025, recibirá 167,3 millones. De los cuales un 56,9% son incentivos directos (95,1 millones) y un 43,1% financiación (72,1 millones). Este reparto lo ha conseguido a partir de un presupuesto financiable de 362,4 millones.

Dicho de otro modo, el Gobierno de España ha atendido únicamente el 46,2% de petición realizada por el grupo, que recibió asimismo una valoración muy baja –quedó el último entre los planes aprobados– para su proyecto, preparado casi en exclusiva desde Barcelona, pero que afecta de lleno a Navarra. De hecho, en la planta de Landaben existe un descontento creciente, y a diferentes niveles, ante la tutela creciente que Barcelona ejerce sobre una planta que hasta el momento ha sido extraordinariamente productiva. 

Tutela desde Martorell

“No solo controla Pamplona, también Portugal”, dicen desde el comité de empresa en referencia a los planes de la multinacional, que ha tomado la península ibérica como una especie de unidad de negocio conjunta. Esta decisión resta autonomía a Volkswagen Navarra en un momento en que el grupo quiere que la competencia entre plantas sea máxima. “Vamos a ser una planta multimarca, seguramente de Volkswagen y Skoda. Y eso no tiene por qué ser una buena noticia. Si a Skoda le faltan coches los va a reclamar para sus fábricas. Y la negociación del próximo convenio va a ser muy complicada”. 

 El momento es clave, también porque deben comenzar a perfilarse los detalles de la transición hacia el vehículo eléctrico. No existe todavía un anuncio oficial, pero Volkswagen Navarra trabaja con la idea de fabricar dos coches eléctricos a partir de 2026. Y que, en lugar de funcionar durante unos años como una fábrica mixta de combustión y baterías, como anunció su anterior presidente, la transición resulte abrupta. “Ahora mismo quieren que pasemos de cero a 100”, explica otra fuente de la empresa. Es decir, adelantar el fin de la combustión, algo que, tal y como muestra la decisión de Ford de retrasar la fabricación de eléctricos en Valencia, no parece una decisión unánime de todos los fabricantes. El Polo, el menos rentable, sería el primer de los tres modelos en desaparecer, tal vez ya en 2025. Los otros dos coches, el T-Cross y el Taigo, se mantendrían algunos años más.

Objetivo: entre 350.000 y 400.000 coches

Para que este cambio no resulte doloroso y para que Volkswagen Navarra sea capaz de mantener niveles de plantilla similares a los actuales, los volúmenes productivos deben ser altos. “A partir de 350.000 coches se puede asentar la fábrica y plantearse crecer”, explican desde el comité. Ahora mismo, las previsiones de destrucción de empleo que comporta la llegada del coche eléctrico son menos pesimistas que hace un año. Y uno de los objetivos del comité es precisamente presionar a la dirección para que haga públicas sus previsiones de producción e inversiones. Y poder presionar de esta manera al Gobierno central, desde UGT y CCOO, fundamentalmente, para que prorrogue el contrato relevo y permita el rejuvenecimiento de la plantilla. 

A su llegada, Michael Hobusch se va a encontrar así con una parte social que necesita certezas, que afronta además un curso electoral que dispara las rivalidades entre unos sindicatos y otros –las elecciones en el comité son la próxima primavera– y que lo recibe asimismo con un cierto grado de desconfianza.

Para entenderlo hay que regresar a los primeros días del verano de 2021, cuando la multinacional destituyó de modo fulminante a Emilio Sáenz por incumplimientos en el código ético de la multinacional. Aquella salida, pese a saldarse meses después con acuerdo, dejó ciertas heridas. Y, sobre todo, se saldó con un nuevo presidente Markus Haupt, cuyo fugaz paso por Pamplona lo ha conducido de vuelta a Barcelona. 

¿Y por qué no alguien de la casa?

Tras el anuncio de su marcha, algunos apostaron por un relevo natural, encarnado en la figura de Miguel Ángel Grijalba, responsable máximo de producción y la persona que, en el día a día, sujeta las riendas de la planta; o de José Arreche, que había emergido en los últimos años a la sombra primero de Sáenz y, posteriormente, de de Haupt. “Hobusch, el nuevo, ni siquiera tiene mejor curriculum que Grijalba”, explica un veterano sindicalista. 

“Apostábamos por alguien de la casa, que conozca la fábrica y que se involucre, que nos pueda defender”, añade otro de los mandos principales de empresa. El nombramiento de Hobusch también tomó por sorpresa al comité de la planta, que reclama “estabilidad”, que no parezca que Landaben es “simplemente una fábrica trampolín” y que el nuevo presidente se mantenga en el puesto unos cuantos años, al menos hasta completar la transición eléctrica.

El currículum de Hobusch deja sin embargo, en este sentido, algunos interrogantes. Llega desde China, tras haber pasado por muy diferentes destinos, con estancias no demasiado prolongadas en cada una de ellas. Y será, eso sí, la primera vez que presida una fábrica que, en el perímetro de Volkswagen, no deja de ser relativamente pequeña. Su buena salud, sin embargo, resulta clave para el empleo y la riqueza de una comunidad como Navarra