Para 2026, novedades. Desde el próximo año Navarra ampliará un nuevo tipo de gravamen reducido del 25% en el Impuesto sobre Sociedades para entidades que acrediten el cumplimiento de una serie de requisitos que reflejan un alto grado de compromiso social y laboral. En concreto, esos requisitos son cuatro: el mantenimiento del empleo; la no aplicación de ERTE por causas económicas; la reducción de la siniestralidad laboral y el cumplimiento con los Planes de Igualdad. Con ello, el Gobierno quiere mostrar una tierra “aún mucho más atractiva” para la llegada de más proyectos empresariales que tengan claro, además, que su compromiso social y laboral tendrá una consecuencia fiscal más favorable. Junto a ello se implanta de una tributación mínima efectiva del 13%, 11% y 10% respectivamente, según que el contribuyente se encuentre gravado al tipo del 28%, del 23% o del 19%.
El Impuesto de Sociedades recauda en Navarra menos que en 2007 pese al alza de los beneficios empresariales
Las rentas del trabajo soportan cada vez en mayor medida los ingresos fiscales de Hacienda. Ni las empresas ni las rentas procedentes del capital han elevado su aportación fiscal de la misma manera en las dos últimas décadas
El impuesto de Sociedades, que grava el beneficio de las empresas con actividad en la Comunidad Foral, se encuentra a punto de recuperar un hito histórico. En los diez primeros meses del año, ha superado los 600 millones de recaudación, una cifra que no se alcanzaba desde el año 2007, en pleno pico de la burbuja inmobiliaria, cuando Navarra cerró el ejercicio con una recaudación neta por este impuesto de 590 millones de euros, la más elevada de la historia.
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Está por ver que a final de año se consiga superar esta cifra. De hecho, si se repite el comportamiento del impuesto del año pasado, lo más probable es que, una vez aplicadas las devoluciones pendientes, la cifra final quede de nuevo por debajo. En estos momentos, el Impuesto de Sociedades acumula un crecimiento anual de apenas un 4,4% respecto al año anterior. Un crecimiento inferior al que muestran otras figuras impositivas, como el IRPF a las rentas del trabajo, que crece por encima del 6,5% interanual.
A cierre de 2024, la recaudación por Sociedades se quedó en unos 500 millones; un incremento del 4% dejaría la recaudación final en 520 millones, todavía por debajo del máximo de 2007. La distancia es todavía mayor si se tiene en cuenta que, en este periodo, la inflación acumulada asciende al 42%.
A la espera de que concluya el año y de los ajustes que se apliquen, una conclusión es clara: pese al mejor comportamiento de los últimos años y a que los beneficios empresariales se encuentran en máximos, Sociedades es el único de los grandes impuestos que no ha recuperado la capacidad recaudatoria que tenía antes de la gran crisis económica de 2008-2013. Los otros dos grandes impuestos (IRPF e IVA) recaudan hoy mucho más que antes. En el caso del IPRF, la aportación prácticamente se ha duplicado.
Por qué Sociedades no aporta
Todo ello supone que el peso del Impuesto de Sociedades respecto al PIB de la Comunidad Foral sigue anclado en el entorno del 2,1%, por debajo del 2,5% que aporta el impuesto al conjunto del PIB español y también claramente por debajo de la media europea. En muchos países, este tributo es capaz de aportar entre el 3% y el 4% del PIB. En España, esa menor aportación al conjunto de la recaudación tributaria se compensa en parte vía cotizaciones sociales: las empresas pagan por este concepto más que la media europea.
En Navarra, el impuesto de Sociedades supone una cierta paradoja. Con unos tipos generales, los que aparecen en la fotografía, superiores a la media y gravando un tejido empresarial relativamente próspero, este tributo es uno de los que menos aporta en relación al tamaño de la economía navarra. No hay una única explicación, pero la abundancia de deducciones y beneficios fiscales, así como la escasez de grandes bases imponibles –Navarra no es un territorio donde abunden las grandes empresas– contribuyen sin duda a restar peso al impuesto
De hecho, los ingresos de Hacienda dependen hoy mucho más que hace dos décadas de los impuestos que pagan los trabajadores, que aportan ya cerca de 36% del total a través de sus nóminas, frente al 30% de 2007. Un incremento que puede resultar relativamente modesto, pero que ilustra un desequilibrio creciente entre la tributación del trabajo y la del capital en un territorio que desde 2015 ha estado gobernado por fuerzas políticas progresistas.
Dentro del propio IRPF esto se aprecia con claridad si se comparan los ingresos que pagan las rentas del trabajo, que prácticamente se han doblado en los últimos 15 años, con las rentas de capital, que aportan apenas un 30% más. Tampoco el Impuesto de Patrimonio, que fue eliminado el plena euforia de la burbuja y tuvo que ser posteriormente recuperado, ha servido para reequilibrar la balanza. Su capacidad recaudatoria es baja.
Esta escasa aportación de las rentas del capital se produce además en un momento en el que éstas son clave para mantenerse como clase media. Son los ingresos procedentes del capital, las actividades empresariales y los alquileres los que más crecen. Lo hacen con mayor velocidad que los salarios.
Las políticas fiscales propias de Navarra no lo han tenido tampoco fácil en un entorno de descentralización fiscal que ha supuesto una subasta fiscal a la baja en beneficio de las rentas más elevadas. La supresión de Patrimonio, Sucesiones y las rebajas en los tramos más altos del IRPF en comunidades como Madrid, Andalucía, Valencia han permitido la deslocalización, no de empresas, pero sí de directivos y grandes patrimonios en busca de un entorno fiscal más propicio.
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