Las enfermedades y pandemias llevan siglos dejando huella en nuestras casas y ciudades. La arquitecta Beatriz Colomina asegura que la arquitectura moderna tiene mucho más que ver con la defensa de la salud que con cualquier otro tipo de avance. Muchos arquitectos se inspiraron en los siglos XIX y XX en sanatorios de la época para la tuberculosis a la hora de edificar espacios más higiénicos con paredes blancas y lisas, habitaciones con más ventilación y más luminosidad por miedo a las enfermedades infecciosas. También, la pandemia está cambiando a pasos agigantados los conceptos de ciudad, urbanismo y vivienda. Ha introducido capas de metacrilato que dividen espacios interiores, ha desplegado todo tipo de prótesis en exteriores y calles, y ha inspirado el rediseño de restaurantes, escuelas, universidades y hogares. A la demanda de viviendas más eficientes, sostenibles e inteligentes para luchar contra el cambio climático se ha unido la necesidad de tener balcones y terrazas como apéndices naturales de los nuevos hogares, viviendas sanas que regeneren aire de forma natural, viviendas bien aisladas, luminosas, que se caldean solas para reducir el consumo, también cuando vienen bravas. Pero, seguramente, lo que más ha puesto en evidencia esta crisis sanitaria es la importancia de tener una oferta residencial suficiente y evitar el hacinamiento. Navarra se ha sabido manejar en las nuevas coordenadas de habitabilidad sostenible. La eficiencia en la construcción se ha extendido también al mercado de la vivienda social. El Gobierno Foral ha logrado impulsar el mercado de viviendas de consumo energético casi nulo con el sello de las Passivhaus en toda su oferta de vivienda de alquiler, y ahora será puntera en el proceso de industrialización de la edificación, un factor clave para dinamizar el sector y que va a permitir agilizar la construcción de nuevas viviendas protegidas prefabricadas, también a precio asequible. También las medidas anunciadas para contener la subida de los precios en el mercado libre de alquiler son necesarias ante un sector desatado. Paralelamente, la bolsa de vivienda de alquiler público para captar pisos de segunda mano, que acaba de recibir un nuevo empujón, y la rehabilitación siguen siendo las alternativas más ágiles para cubrir las necesidades habitacionales, es decir, la renovación del parque actual con sus cientos de viviendas vacías en desuso, un mercado a la espera de ayudas interesantes desde la UE.

La pandemia y la necesidad de volver a recuperar la naturaleza en nuestras vidas también ha acercado nuestra mirada hacia los pueblos y ha acelerado las políticas de cohesión y equilibrio territorial destinadas a frenar el drama de la despoblación en el mundo rural. Toda la batería de medidas e inversiones activadas desde la Administración foral quizás no sean suficientes para frenar la concentración de población en Pamplona y su área metropolitana después de tantos años de políticas en materia de vivienda y empleo empujando en el sentido inverso. Este año se han puesto en marcha diferentes proyectos educativos, sociales y de empleo en zonas en declive de la mano de agentes de desarrollo, mientras se va reduciendo la brecha digital. También está emergiendo tras la pandemia el turismo rural mientras el teletrabajo en los pueblos todavía sigue siendo un reto en el que queda mucho por hacer.

La ciudad también se amabiliza para integrar mejor a su comunidad en materia de movilidad. Carriles bicis, espacios peatonales, nuevos parques... pero todavía no lo olvidemos con una dependencia brutal del coche. El uso del transporte público está viviendo un momento de impasse e indefinición con necesidad de mejorar y actualizarse.

Interesa el concepto de “la ciudad de 15 minutos” que está desarrollando París: hacer posible ir a pie o en bicicleta al trabajo, la estación, el supermercado o la escuela. Un modelo de ciudad, barrio o distrito mas seguro, cercano y sostenible. Muchos barrios y municipios de nuestra comunidad ya están tratando de crear espacios de convivencia más autosuficientes con el fomento de su comercio local y acercando servicios. Ciudades que reciclan, que crean canales de participación ciudadana y que potencian la economía circular y el producto local. Ciudades que ya empiezan a transformar sus polígonos industriales en empresas de producción limpia y de alto nivel tecnológico.

Una ciudad sostenible que apuesta cada vez más por las energías renovables y que fomente el uso de cooperativistas de consumo. Ciudades que, lo acabamos de ver, se tienen que adaptar al cambio climático diseñando y ejecutando planes contra las inundaciones.

Ciudades más fuertes también en sus redes sociales, que han aprendido a apoyarse como sociedad ante momentos difíciles y a promover iniciativas culturales y de ocio alternativas. El nuevo informe ONU-Habitat explora cómo las ciudades compactas y bien planificadas, que combinan funciones residenciales y comerciales, con espacios públicos y viviendas asequibles, pueden “mejorar la salud pública, la economía local y el medio ambiente”.