En un momento en el que las empresas se enfrentan al reto de conjugar rentabilidad y responsabilidad, las cooperativas se consolidan como un modelo que demuestra que la sostenibilidad no solo es posible, sino rentable y socialmente transformadora. Nacidas del impulso colectivo y de la gestión democrática, estas organizaciones llevan décadas practicando, sin pretenderlo, muchos de los principios del desarrollo sostenible: producir sin destruir, reinvertir en la comunidad y compartir los beneficios.

Un modelo económico en color verde

El cooperativismo parte de una premisa que lo sitúa naturalmente cerca de la sostenibilidad: el equilibrio entre la eficiencia económica y el bienestar social. Su objetivo no es maximizar el beneficio individual, sino generar prosperidad colectiva y mantener los recursos humanos, naturales y económicos en el tiempo.

En Navarra, el peso del cooperativismo en sectores estratégicos como el agroalimentario, el energético o el de servicios ha convertido a estas empresas en referentes de la triple sostenibilidad: económica, social y ambiental.

Economía circular: cerrar el ciclo de los recursos

Uno de los ámbitos donde más se nota esta vocación sostenible es la economía circular. Muchas cooperativas navarras han incorporado la reutilización de materiales, la gestión eficiente de residuos y el consumo responsable de energía como parte natural de su actividad.

En el sector agroalimentario, el Grupo AN trabaja en varios proyectos dirigidos a optimizar procesos, productos y servicios, y todo ello repercuta positivamente en los socios. Este grupo está desarrollando un proyecto de economía circular que pretende contribuir de manera sostenible a la mejora de la fertilidad del suelo y a la competitividad de los cultivos hortícolas y de cereales de agricultores de cooperativas sociales del GRUPO AN. Para ello, buscan la manera de revalorizar los residuos derivados de la ganadería con el objetivo de convertirlos en nuevos productos fertilizantes. En concreto, el proyecto se centra en la revalorización del digestato y la yacija (y la mezcla de ambos) como fertilizantes orgánicos de alto valor añadido, lo que podría sustituir total o parcialmente a fertilizantes nitrogenados sintéticos.

Lo que antes se desechaba hoy se convierte en energía o materia prima, cerrando el ciclo y reduciendo la huella ambiental.

Otras cooperativas apuestan por modelos de ganadería sostenible, priorizando la alimentación natural, el bienestar animal y la reducción de emisiones. No es casualidad: el propio modelo cooperativo facilita esa visión a largo plazo. Las decisiones se toman pensando en la continuidad del proyecto y en el impacto sobre la comunidad, no solo en el balance anual.

Producción responsable y valor local

Más allá de la energía o la agricultura, la sostenibilidad cooperativa también se expresa en la manera de producir y consumir. En un contexto globalizado donde las cadenas de suministro son cada vez más largas y opacas, las cooperativas apuestan por la proximidad, la trazabilidad y el empleo estable.

En el ámbito industrial, cooperativas trabajan en la reducción del impacto ambiental de sus procesos, aplicando políticas de ecodiseño y recuperando materiales. En el sector de servicios, entidades como Nafarco incorporan tecnología y robotización sin renunciar a la cercanía humana y a la creación de empleo local.

Esa combinación de innovación y arraigo es, precisamente, lo que define la sostenibilidad cooperativa: crecer sin romper el equilibrio con el entorno. En lugar de deslocalizar o externalizar, se invierte en mejorar procesos, en formar a las personas socias y en reforzar los lazos con el territorio.

La sostenibilidad como principio, no como eslogan

En tiempos de greenwashing, las cooperativas tienen una ventaja difícil de igualar: la coherencia. Su estructura democrática y la participación de los socios hacen que los compromisos medioambientales y sociales no sean un elemento de marketing, sino una decisión colectiva.

Cuando una cooperativa apuesta por energía solar, agricultura ecológica o por reducir el consumo de agua, lo hace porque sus miembros lo deciden y lo financian. No hay accionistas externos que busquen retornos rápidos, sino una comunidad que quiere asegurar su propio futuro.

Una economía más humana

El modelo cooperativo, al unir sostenibilidad y participación, plantea una alternativa real frente a los desafíos del cambio climático, la desigualdad o la pérdida de biodiversidad. En un contexto donde la economía global tiende a concentrarse en pocas manos, las cooperativas devuelven poder a las personas y promueven una transición justa.