Cuando una empresa de servicios instala una caldera o un sistema de calefacción, no basta con colocar los equipos: debe responder ante el cliente con transparencia y cumplir una serie de requisitos legales. En Navarra, la normativa obliga a que todas las empresas detallen su número de identificación y registro en los presupuestos y facturas que remiten a sus clientes. Del mismo modo, antes de poner en marcha una instalación térmica, la empresa instaladora está obligada a registrar el certificado correspondiente y entregar una copia al titular de la instalación, según las exigencias vigentes del Gobierno foral.
Una vez que la instalación está operativa, comienza la fase donde interviene el titular (el propietario o responsable del inmueble). De acuerdo con el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE), ese titular debe contratar las labores de mantenimiento según la frecuencia establecida en la normativa. Para la mayoría de las calderas individuales domésticas de gas —esto es, aquellas con una potencia igual o inferior a 70 kW— la revisión es obligatoria cada dos años. En instalaciones de mayor potencia, la normativa exige que exista un contrato de mantenimiento con una empresa habilitada. Esta obligación ha sido recordada explícitamente por la Administración navarra en comunicados e informativos técnicos.
Más allá del mantenimiento, las instalaciones térmicas están sujetas a inspecciones de eficiencia energética con periodicidad legal. En Navarra, el titular debe solicitar dicha inspección a un organismo de control o empresa habilitada cada cinco años. Las actas de las inspecciones deben registrarse posteriormente en el sistema administrativo competente.
Las obligaciones del titular no terminan ahí: debe conservar y custodiar toda la documentación generada a lo largo de la vida de la instalación. Esto incluye registros de mantenimiento, reparaciones, reformas o inspecciones. Esta exigencia administrativa sirve para asegurar trazabilidad y responsabilidad en el uso y cuidado de los sistemas térmicos.
Aplicar estas normativas no es solo una cuestión administrativa, sino un ejercicio de responsabilidad colectiva. Para el sector de instalaciones y mantenimiento, cumplir estos requisitos implica tener empresas habilitadas, personal certificado, sistemas de registro digitales y responsabilidad técnica. Para los titulares de viviendas, supone asumir costes periódicos, pero también garantías: una caldera bien mantenida es más segura, eficiente y duradera.
Consejos de eficiencia energética doméstica
El otoño avisa de la llegada del frío y trae consigo un aumento inevitable del consumo energético en los hogares, pero algunas medidas sencillas pueden mitigar ese impacto. Buena parte del gasto del hogar se destina a la calefacción; de hecho, en torno al 68 % del gasto energético en los hogares navarros proviene de este uso. Para evitar los sustos cuando llegan las facturas, es recomendable aprovechar al máximo la luz natural. Debemos mantener abiertas las persianas de las ventanas orientadas al sur durante el día y bajarlas al atardecer para conservar el calor.
Por otro lado, para mantener la vivienda en un estado óptimo, debemos cerrar las ventanas orientadas al norte y ventilar solo en momentos puntuales. Es decir, debemos limitar la ventilación a unos diez minutos y hacerlo preferiblemente a mediodía, cuando la temperatura exterior es más favorable.
Una herramienta muy práctica que puede cuidar el bolsillo es el cronotermostato. Su instalación permite mantener la calefacción entre 21 °C y 17 °C (dependiendo de la estancia y circunstancia) y ayuda a ahorrar en consumo.
Por último, cabe prestar especial atención al aislamiento del hogar. Con el fin de evitar pérdidas de calor podemos, por ejemplo, sellar rendijas, instalar ventanas con doble acristalamiento, contar con puertas bien ajustadas y mejorar el aislamiento de paredes y techos.
Según diversas fuentes especializadas, incorporar estas medidas puede llegar a reducir el consumo energético entre un 5 % y un 13 %, dependiendo del estado previo del edificio y de los hábitos del usuario. Además del beneficio económico para el consumidor, una menor demanda energética conlleva menos emisiones contaminantes y una contribución al objetivo de mitigación del cambio climático.
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