"La arquitectura debe de ser la expresión de nuestro tiempo y no un plagio de las culturas pasadas", sostenía el célebre y a veces controvertido arquitecto Le Corbusier. La cita viene a cuento de un proceso que en los próximos años va a contribuir a transformar -si no lo ha empezado a hacer ya- el mundo de la edificación. Y, además, de una manera estrechamente vinculada a nuestro tiempo, que diría el arquitecto francés.

Una "expresión de nuestro tiempo" que en estos momentos debe hablar, sobre todo, de dos cuestiones prioritarias en la agenda tanto del sector público como privado: los cambios estructurales que nos exige la emergencia climática en la edificación y el urbanismo y, por otra parte, los cambios estructurales que nos exige la concepción del uso de la vivienda como un derecho ciudadano, frente a intereses inmobiliarios de otros tiempos. Ante estas dos cuestiones -la ecológica y la social-, la industrialización de la construcción tiene mucho que decir. Y aun diría más: ante estas dos cuestiones, Navarra tiene mucho que decir.

Navarra se enfrenta ahora mismo, al menos, a tres retos de primera magnitud en el mundo de la edificación en los que ya hemos empezado a dar pasos: todo lo que tiene que ver con la eficiencia energética en edificios pasivos o positivos; la introducción de la madera como elemento arquitectónico estructural y motor de desarrollo local; y el objetivo ético de poner la tecnología al servicio de la construcción de viviendas de más calidad, más saludables y, sobre todo, más asequibles para todas las personas.

La industrialización de nuestro sector habla de todo ello. Son tres desafíos -energía, madera y digitalización- íntimamente ligados con los principios de la sostenibilidad urbana y con los nuevos sistemas de construcción industrializados, un factor de auténtica transformación y en Navarra debemos estar preparados.

La industrialización es, en esencia, un instrumento dirigido a los objetivos medioambientales de las ciudades, a la transformación del urbanismo desde la perspectiva de la economía circular -frente al desarrollo lineal al que ha estado quizás demasiado acostumbrado el negocio del sector- y, sobre todo, un instrumento dirigido estratégicamente, como digo, a la rápida consecución de un parque de vivienda de alta calidad, suficiente y asequible para todas las personas.

Sin obviar otros beneficios u oportunidades derivadas que nos ofrece la edificación industrializada como la demanda de empleo altamente cualificado -en disciplinas politécnicas de la arquitectura, las ingenierías u otros campos de la Formación Profesional-, la incorporación de la mujer en un sector demasiado masculinizado o la reducción de la siniestralidad laboral.

Pues bien. La creación del instituto de industrialización y robótica de la construcción que está liderando el Gobierno de Navarra -en colaboración con otros agentes académicos, empresariales y profesionales- es otro paso al frente que da la Comunidad Foral para situarnos a la cabeza de este proceso de transformación, con un centro de docencia, formación e investigación llamado a ser una referencia internacional de primer orden. Las primeras piezas de este gran mecano están ya colocadas. La construcción del futuro empieza hoy.