pamplona. Supongo que ya estará cansado cuando le pregunten acerca del elixir de la eterna juventud, ¿no?
No mucho (risas), uno está acostumbrado a que hablen de él y de todo lo que rodea al fútbol.
Pero son casi 39 años y más de 500 partidos oficiales entre Primera y Segunda División...
No hay una fórmula mágica o un secreto específico, hay que cuidarse bastante física y psicológicamente y saber para qué está uno en este deporte.
¿Debe pensar un jugador exclusivamente en el fútbol?
En la vida hay tiempo para todo. Está claro que a todos nos ha gustado salir a cenar, de juerga, beber y trasnochar, y quien diga lo contrario miente, pero cuando uno es profesional debe serlo siempre y saber que hay cosas que no pueden ser, que merecen un sacrificio mayor que en otras personas.
La sociedad cree que los futbolistas viven al margen de todo, en una burbuja, ¿cómo lo ve?
Eso no es del todo cierto. Nosotros somos conscientes de lo que hay, y, aunque suene raro, el fútbol no es de color rosa, no todo son millones y lujo, hay mucho sacrificio y trabajo detrás.
Pero, obviamente, no hablamos de la misma presión entre unos y otros...
Esto es una selva y hay que estar preparado psicológicamente, hay quien no sabe aguantar la presión.
¿Cuál es su techo deportivo, los 600 partidos?
No, a tanto no voy a llegar (bromea), pero físicamente me encuentro muy bien y si se dan todas las circunstancias, me gustaría seguir, al menos, una temporada más, aunque todo tiene una fecha de caducidad, está claro.
Con tanto partido a las espaldas, uno ya debe estar más que blindado por todo lo que le rodea...
Un futbolista honesto sabe cuándo está bien y no debe fiarse de lo que lee u oye, yo ya estoy curado de espanto, hay que blindarse de las críticas. Hay jugadores a quienes les afecta muchísimo, cogen el periódico el lunes para conocer su puntuación, incluso muchos se enfadan y no están de acuerdo y les afecta, se dejan influir.
¿No es, acaso, algo fruto del ego?
Totalmente, no es competitividad, sino ego. Si yo juego un partido bueno y el periodista me pone mala puntuación, me da igual. Las cosas malas te hacen más fuerte.
¿Todo ello va con la edad?
Sí, puede ser. Aprendes con el paso del tiempo a que todo te dé igual, a medirlo con su importancia.
¿Marea la cifra de los 500?
Llegar a estas cifras es un escándalo y asusta cuando se mira hacia atrás. Es toda una vida a un nivel alto. Fíjate en Raúl, Giggs, Casillas, Camacho, Migueli, Xavi..., es un nivel altísimo y un cansancio físico y psicológico brutal, hay que cuidarse mucho. Aquí tenemos a Puñal, otro grande del fútbol.
Cada vez se ven más jugadores que apuran a los 40 años...
Cada cuerpo es un mundo distinto, solo uno lo conoce y sabe escucharlo, uno mismo lo llevará por el buen camino hasta aguantar pues... 39 años, casi.
De todos los preparadores que ha tenido, ¿con cuál se queda?
De todos los entrenadores se aprende algo, de todos, pero quien más me ha marcado ha sido Enrique Martín Monreal, además de Andoni Goikoetxea en Soria.
Cuando un futbolista sobrepasa el otoño de su carrera, ¿se plantea ya seguir ligado al fútbol o emprender otros retos fuera de él?
No descarto seguir vinculado al fútbol, creo que puedo aportar mucho dada toda la experiencia que me acompaña.
501 partidos... ¿con cuál de todos ellos se queda?
Con el primero, mi debut con el primer equipo de Osasuna en diciembre de 1995 ante el Bilbao Athletic.
¿Qué recuerda de aquella tarde?
Estaba muy ilusionado, llevaba esperando ese momento toda una vida. Paquito nos convocó a Kike Enériz y a mí para ese partido, y ya, poco a poco, fui asentándome en Osasuna.
Sin embargo, tuvo que marcharse a los dos años hacia Bilbao y no pudo jugar en Primera en el club donde se crió...
Sí, tomé la decisión de marcharme y en Bilbao tuve la oportunidad de jugar en Primera y en Liga de Campeones junto a grandes jugadores del Athletic.
¿Tiene la espinita
No es una espinita, pero está claro que me hubiera gustado jugar muchos más años en el club donde me lo enseñaron todo, recorrí todas las categorías inferiores y ascendí al primer equipo, pero está claro que con el paso del tiempo es algo que ya no puede volver. Como jugador navarro es lo máximo.
¿Sigue vibrando con los encuentros que disputa el equipo de Mendilibar o se ha calmado con el paso de los años?
Desde luego, soy rojillo a tope y de corazón. Nunca he dejado de ser un seguidor más del equipo, nunca. Osasuna es un equipo consolidado en nuestro país.
¿Cómo ve el actual panorama que envuelve al conjunto navarro?
Osasuna sabe nadar entre esos puestos, es su hábitat. La cosa está difícil, pero no tengo la menor duda de que Osasuna seguirá otro año más en Primera.
Seguro que la afición no decepciona...
Si algo tiene grande Osasuna es su afición, cuanto peor vaya el equipo, más responde la gente. Siempre dan la cara por los suyos.
Aficiones contrastadas las de Pamplona y Soria, que apenas roza la media entrada en Los Pajaritos...
Soria tampoco es una ciudad de tradición futbolística, aunque estando en Primera la gente va al campo más por ver a los grandes que por ser seguidores. La crisis está como está y las entradas son caras. Además, los horarios que ponen las televisiones no ayudan para nada.
Usted ha vivido momentos de gloria en Soria, aunque en la actualidad el equipo luche por sobrevivir en Segunda...
En Soria, el objetivo es mantener la categoría, en condiciones buenas y sin llegar a sufrir. Si luego haces un año bueno y luchas, bien, pero el objetivo es el que es.
Al Numancia se le recuerda por haber sido el primer equipo en batir al Barça de Guardiola...
¡Así es! Les ganamos por 1-0 en la primera jornada de la 2008/2009. Tenían un equipazo y aquello podía haber terminado tranquilamente 1-6 (ríe), pero la realidad fue otra e hicimos un partidazo ante aquel Barcelona.
Usted ha dividido su trayectoria en Soria en dos etapas y con dos ascensos a Primera. ¿Con cuál se quedaría?
Es difícil elegir, porque son épocas distintas, pero siempre he pensado que lo más grande que me ha tocado vivir en el fútbol es ascender con el Numancia a Primera.
No obstante, su cénit futbolístico lo alcanzó con el Atlético de Madrid en 2001...
Aquello era irreal. Ascendimos y disfrutamos mucho aquel año. Era contradictorio jugar en un club tan grande y estar en Segunda. Accedí para subir de categoría con jugadores buenísimos y nos entrenaba Luis Aragonés, un hombre que ha mamado el fútbol desde siempre. Subir era una cuestión de sí o sí en aquel momento.
Un mito del fútbol español, como lo es Luis Aragonés, contó con usted en Madrid y en Mallorca. ¿Cómo era el Sabio
A Luis lo ficharon para ascender, por su experiencia, nombre y por todo lo que representa con su figura. Él era el crack y ya lo había demostrado todo, era la persona idónea para devolver al Atlético de Madrid a donde pertenecía. Aprendí mucho de él, es una persona especial que sabe dirigir un vestuario lleno de estrellas y egos, él era la estrella dentro de aquel equipo que logró ascender a Primera División en 2002.
En sus dos temporadas en Madrid coincidió con un joven Fernando Torres, que ya era capitán. ¿Qué recuerda de él?
Ya se le veía venir. En aquel año le hicieron ser quien es, el estandarte del Atlético de Madrid, ya que después de la marcha de Kiko, la afición se quedó huérfana y sin alguien tan carismático. Se necesitaba un icono, a alguien que tirara del carro. Soportar aquella presión con esa edad no lo hace cualquiera y si ha llegado a un nivel tan alto es por algo. Tiene una madurez impropia.
Lo cierto es que usted gozó de continuidad en el Atlético. No obstante, tuvo que marcharse al cabo de dos años a Mallorca...
Disfruté de una gran continuidad durante aquellas temporadas, pero después me marché a Palma, a un equipo que venía de ganar la Copa del Rey, y en donde también disputé competición europea. Coincidí con Luis Aragonés una vez más, y con Samuel Eto'o.
Fue, quizás, la época dorada del equipo balear en la elite. Sin embargo, hoy no pintan demasiado bien las cosas por la isla...
Teníamos un equipazo, casi ganamos la Supercopa de España al Real Madrid de los Galácticos y luego en Europa hicimos un papel muy, muy bueno.
Luego vinieron los años de los ascensos. Usted tiene cinco en su palmarés, ¿cuál le marcó más?
Cada ascenso es único por el momento, ciudad y club, pero el primero siempre es especial -fue en Soria- y no se olvida. Fue una celebración familiar, diferente, nosotros no estábamos acostumbrados en Soria a este tipo de triunfos, como sí en Vigo o Madrid, pero fue muy grande.
Supongo que será como elegir un favorito entre cinco hijos...
Desde luego, todos tienen un sabor distinto y especial, son únicos.
Alguno de ellos algo peculiar, como el vivido en Vigo...
¡Tuvimos que ascender dos veces en una misma temporada! Fue una locura... subimos en dos ocasiones, en Xerez y en Lleida, por alineación indebida de un compañero. Fue, sin lugar a dudas, la anécdota más extraña de mi carrera.
Bueno, hay discrepancias con ello, algunos recuerdan otra con una espinillera...
Me rompí el peroné. Pensaba que era la espinillera, noté un ruido seco. Era en Sestao, recién debutado con el Promesas. En una entrada noté algo, pero no me dolió. Pedro del Villar fue quien me avisó. "Creo que se me ha roto la espinillera", le dije. "No, la espinillera no, el peroné". Aquello trajo alguna risa, pero fue algo serio.
¿Con qué se queda después de tantos años en la elite?
Siempre conoces gente muy diferente en un vestuario, donde no todos debemos ser amigos, pero sí compañeros. Hay afinidad con unos y con otros no tanta, pero intentamos llevarnos bien por el bien común y por el equipo.
¿Cómo espera que le recuerde el aficionado del fútbol?
Como alguien que trabajó mucho por este deporte y que lo dio todo, que se sacrificó a tope y que fue honesto consigo mismo.