Todo queda en casa
tercera división | dos técnicos tienen un hermano jugando: en el cantolagua comparten club y en oberena serán rivales el domingo
pamplona - Si fuera entrenador y tuviera un hermano en el mismo equipo, ¿le daría la titularidad antes que a otro compañero en igualdad de condiciones? Y si lo tuviera en el equipo contrario, ¿le sonsacaría información? Estas y otras cuestiones se plantean a Iván Zaratiegui, entrenador del Cantolagua, que tiene a su hermano Diego como capitán de su equipo, y a Íñigo Ardanaz, entrenador de Oberena, que el fin de semana verá cómo su hermano Sergio defiende intereses contrarios a los suyos con la camiseta del Erri-Berri. Dos situaciones curiosas en una Tercera con diez parejas de hermanos con los mismos colores (incluidos dos técnicos del Lourdes) y con casos contados de rivales (incluido el segundo entrenador del Pamplona y Diego Lacruz, de la Peña).
Iván y Diego Zaratiegui
Cada uno en su papel
No hay dudas de que el apellido Zaratiegui tiene peso en el vestuario del Cantolagua. Iván (Sangüesa, 23-7-1984) es el entrenador. Su hermano pequeño, Diego (Sangüesa, 18-5-1986), es capitán. El técnico no lleva mal lo de tener un hermano en el vestuario y un jugador en casa, “pero seguro que para él es más complicado. Como hay confianza, en el campo le exijo un poco más. Aun así, creo que soy justo con él, porque trato de serlo con todos los jugadores. En el campo no hay hermanos. Eso sí, creo que él saldría ganando con otro entrenador en el tema de gritos y de exigencia”, admite Iván, que no duda en afirmar que “ejerzo de entrenador las 24 horas del día, pero es él el que me frena los pies porque me ha puesto una norma y es que en casa no se habla de fútbol”.
Diego se encarga de que se cumpla. “Intentamos que sea así, aunque cuando estás viendo un partido, Iván siempre tiene la puntilla en alguna acción que luego quiere ver en el campo. La verdad es que, aunque es mi hermano, en el equipo es como cualquier entrenador de los que he tenido. El tema es más complicado en casa”. Tener a un jugador bajo el mismo techo es una tentación que Iván no puede dejar de exprimir. “Si tengo alguna molestia, me pide que esprinte en el pasillo, que me pruebe, para ver qué tal estoy. Pero lo llevo bien”.
Todavía no ha llegado el día en que Diego chantajee a su hermano para ser titular. “Al revés -apostilla Iván-. Generalmente, cuando lleva jugando varios partidos, me suele decir él que necesita un descanso”. Y Diego tiene una cosa clara: “En el vestuario soy compañero del resto de jugadores antes que hermano del entrenador”. Podría ser incómodo que un compañero se enfade con Iván por haberse quedado sin convocar, por ejemplo, pero a él no le ha generado conflictos: “Yo me he quedado muchas veces sin convocar y en este equipo lo llevamos bien, porque tenemos un buen grupo y sabemos que cada uno tiene su papel. Soy capitán y no tengo nada que reprochar ni al entrenador ni a los compañeros”. Que nadie piense que el brazalete se lo ha regalado su hermano. “Es la veteranía. Desde que empecé a jugar, estoy en el Cantolagua”.
El día que hay una derrota se nota el papel que desempeña cada uno. “Sufre más el entrenador -asegura rápidamente Diego-, porque lo vive más y tiene más responsabilidad que nosotros, los jugadores. En las victorias, como siempre, los artífices somos los jugadores y el entrenador es el que menos pinta”.
Cada uno tiene un carácter diferente, por lo que Iván encuentra en su padre la persona con la que alargar las tertulias futboleras. “En casa yo soy más pasional -relata Iván-. Diego es más tranquilo, ve el fútbol de otra manera, más pausada. Yo soy más sufridor. Pero ya que con mi hermano no puedo hablar de fútbol porque no me deja, encuentro en mi padre, que me da buenos consejos, a la persona con quien poder desahogarme. Mi padre nos sigue mucho y sufre por el Cantolagua. Además, la familia es bastante futbolera. El segundo entrenador, Óscar, es primo y tenemos otro primo, Rubén, que es entrenador del Cabanillas”.
Diego, por ahora, no se plantea seguir los pasos de su hermano. “Hace cuatro o cinco años me saqué el carné de entrenador. Cuando deje de jugar, nunca se sabe. Aunque con lo que le veo sufrir a mi hermano, me lo tendría que pensar. Todo el mundo dice que ha envejecido mucho desde que es entrenador”.
Íñigo y Sergio Ardanaz
Rivales por vez primera
Íñigo y Sergio Ardanaz son hermanos, trabajan juntos y comparten su pasión por el fútbol como entrenador de Oberena y jugador del Erri-Berri, respectivamente. Se tienen que llevar bien a la fuerza. Ambos ya fueron compañeros en el Pamplona y en el Erri-Berri, Íñigo (28-6-1983) fue segundo entrenador de Sergio (diciembre 1987) en el ascenso del equipo de Olite (2011-12 y 2012-13) con Diego Fernández Burgui en el banquillo y este fin de semana, por vez primera serán rivales. Oberena visita al Erri-Berri, donde juega Sergio, conocido como Txejo. Aunque nacieron en Pamplona, sus padres y sus abuelos son de Olite, por lo que su vida se reparte entre las dos localidades.
La temporada pasada ya se enfrentó Oberena al Erri-Berri en la última jornada, pero Sergio estaba lesionado. “Ahora va a ser distinto -comenta Íñigo-. Nunca he estado en el vestuario de Olite como visitante. Es un partido especial porque conozco a los jugadores, he entrenado y he jugado allí, y también porque enfrente va a estar mi hermano. En el campo cada uno irá a lo suyo y después habrá momentos bonitos para saludar. Y que gane el mejor”. Para Sergio también es especial: “Oberena ha empezado muy bien y nosotros estamos más necesitados. A ver si le podemos cortar la racha y que le vaya bien después, además de porque está mi hermano, porque yo también jugué en Oberena y le tengo mucho cariño”.
Esta semana será difícil guardar secretos. “En la oficina escuchamos los dos lo que hablamos, así que habrá que restringir las llamadas”, bromea Íñigo. “Entiendo que es mi hermano y no querrá perjudicarme, pero también es jugador y tiene que defender lo suyo”. Sergio cree que habrá pocas sorpresas. “Nos conocemos muy bien. Somos de Olite y a Íñigo le gusta mucho ir a ver a los equipos y especialmente al Erri-Berri. Y yo también veo mucho a Oberena”.
En su casa, este fin de semana tendrán el corazón dividido. Su padre, Ramón, y su tío, José Luis Maestrojuán, fueron futbolistas. “Creo que pase lo que pase, van a estar contentos”, comenta Íñigo. Sergio espera que sean rojillos: “Como el Erri-Berri tiene más necesidad, igual les tira más animar al equipo del pueblo”.
El lunes es día obligado de tertulia futbolística. “Como entrenador, es más normal que te fijes en él como jugador, y algo le suelo comentar de forma desenfadada”, reconoce Íñigo. Y Sergio a veces se pone en el papel de su entrenador. “Llevo muchos años jugando y creo que entiendo a los entrenadores. A mi hermano le ha gustado siempre mucho esto de entrenar. Se ve que sabe, que le gusta y tiene muchas ganas”.
Si coincide un fin de semana de malos resultados, Íñigo cree que en casa sufren más por una derrota de Oberena. “El papel del entrenador es más jodido, siempre está más cuestionado.Al jugador se le olvida antes la derrota”. Sergio no lo tiene tan claro: “A los dos nos afecta bastante. Todos jugamos para ganar”.
No les importaría coincidir en el mismo club, como entrenador y jugador, aunque Íñigo cree que no sería fácil: “Me haría ilusión, pero no sé hasta qué punto iba a ser objetivo cuando el jugador es mi hermano, hasta qué punto iba a ser justo. Si la gente va a pensar que juega porque es tu hermano o si lo dejas fuera precisamente por eso”. A Sergio no le importaría. “Igual se piensa que iba a jugar siempre”, bromea Íñigo. “Me haría ilusión -admite Sergio-, pero él tiene su camino, yo tengo el mío. Si algún día el destino nos junta, encantado”.