Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”, decía Lord Byron. Y cuanto más conocemos el caso Negreira más amamos la petanca (por supuesto, la no competitiva). Porque cada nueva revelación, cada nueva declaración explosiva de un árbitro presionado por el ínclito personaje, da más asco que la anterior. Toda la vida pensando que los árbitros benefician a los grandes por miedo a su poder en la RFEF y en la Liga, pero resulta que además circula el dinero. Y, para acabarlo de arreglar, la actitud del Barça está siendo idéntica a la del PP cada vez que le cazan en una de sus miles de corruptelas: “Eso es muy viejo”, “Eso lo hizo gente que ya no está aquí”, “Es un caso aislado”, “Van a por nosotros”, “Y los EREs, ¿qué?”. Ya se han alzado voces pidiendo un descenso a Segunda, pero esto trasciende el fútbol; todo lo que no sea apurar la vía penal y lograr penas de cárcel para tanto sinvergüenza va a ser un cierre en falso.