Lo pidieron con ahínco y varias veces el presidente del Athletic, Jon Uriarte, y el todavía lehendakari Iñigo Urkullu. Que no se pitara el himno de España en la final de Copa. Y la afición del Athletic les hizo caso. No lo pitó. Pero tampoco le prestó mucha atención. Cuando los 22 jugadores y el equipo arbitral posaron para la cámara de televisión y los acordes que siempre suenan en honor a Felipe VI se escuchaban por la megafonía, la afición rojiblanca se puso a cantar. A animar a su equipo. “Lo, lo lo, goazen Athletic! Lo, lo, lo, goazen Athletic!”. Con tanta fuerza, con tantos decibelios, que en La Cartuja costó averiguar que debajo de ese arrebato de amor por los leones se escondía el himno de España. Así que este no se ha pitado, pero tampoco se ha escuchado mucho.

Y mientras, en el palco, el rey sonreía acompañado de María José Montero, vicepresidenta primera; Pilar Alegría, ministra de Educación; Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática; y el bilbaino Fernando Grande Marlasca, ministro de Interior. Ante ellos, la masa social rojiblanca ha demostrado que se puede tener perfecta convivencia y talante y, a la vez, mantenerse firme en sus convicciones. Con todo, al que sí se ha pitado, y bastante, ha sido al portero del Mallorca, Dominik Greif, por sus continuas pérdidas de tiempo. 

Pero esa no ha sido la primera vez que la afición rojiblanca ha demostrado estar siempre con su equipo. Así, aunque muchos han visto retrasada su entrada en el estadio por interminables colas en los accesosEl Arrebato ha tenido la mala suerte de tener sus minutos musicales justo cuando los leones saltaban al césped a calentar. El artista sevillano ha seguido, pero no se le ha escuchado. Tampoco se le ha hecho mucho caso a Omar Montes, que ha querido hacer un homenaje a la ciudad hispalense cuando las dos aficiones eran de Mallorca y Bilbao. Un éxito, vaya. De hecho, han sido los insulares los que más activos se han mostrado al comienzo, pero en cuanto todos los athleticzales han entrado en La Cartuja, unos 32.000 así a ojo, no ha habido color. Incluso el tifo vizcaino se comió al bermellón. Un mural enorme con Iñigo Cabacas y El Txapelas en él. Porque esta final va a ser, a pesar de todo, por los que ya no están.