Sinceramente, no creo que las cosas estén yendo a peor. A pesar de que algunas veces nos dejamos ganar por el pesimismo, el comportamiento de los diferentes elementos que intervenimos en el mundo del fútbol, aunque es manifiestamente mejorable, es menos desastroso que lo era hace años. Lo que pasa es que entonces se miraban las incidencias de una manera totalmente laxa y ahora tenemos una visión bastante más estricta. Para mejor. Y, aunque parezca una enorme contradicción, escribo lo anterior después de presenciar en directo hace unos días como dos entrenadores se enganchaban del cuello en un partido de niños de siete años, has leído bien querido lector, triste escena, muy triste y muy lejos del respeto que todos debemos a esos pequeños que se están formando y tienen derecho a esperar otra cosa de los adultos. Te preguntarás cómo voy a ser capaz de conciliar los dos párrafos anteriores, lo haré con otra noticia bastante reciente: Un club de los muy importantes ha pedido a sus peñas de “animadores” que paguen de su bolsillo los 21.000 euros que han costado las multas recibidas por su comportamiento, abundante en insultos de pésimo gusto. Como los fans en cuestión se han negado a rascarse el bolsillo les ha prohibido el acceso al estadio. Así de sencillo, así de ejemplar y así de valiente. La pregunta es clara y concluyente, si esto es así de fácil cómo es posible que los demás clubes no sigan ese ejemplo para desterrar las actitudes de los grupos que se dedican a insultar a diestro y a siniestro, a hacer tragar al resto de asistentes a los partidos sus actitudes impresentables plagadas de ideologías trasnochadas, odio e intransigencia.
Para mí la respuesta es evidente, porque los directivos responsables adoptan posiciones comodonas cuando no cobardes. Admiten que esos grupos se sientan protagonistas en los estadios, se crean los dueños y hasta hagan temblar a los clubes cuando amenazan con no animar o dejar de asistir un rato para que se aprecie que son imprescindibles. Mientras tanto van acumulando multa tras multa, los clubes en una actitud difícilmente justificable les acompañan en el sentimiento y se fingen victimas con ellos. Y pagan, eso sí, con el dinero de los demás socios.
La situación debe cambiar radicalmente, es perfectamente posible animar sin hacer el gamberro, sin obligar a los demás a tragarse las ideologías propias. Y quien venga argumentando eso del desahogo y el fútbol que pida hora para desahogarse en la consulta del psiquiatra o solicite vez en lo profundo de un bosque. Encuentro bastante más gracia en las cheerleaders de otros deportes que en estos muchachotes tan desagradables y tan caros. En el tejado de las directivas está esta pelota.
*Formación del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol.