El penúltimo desprecio a los hinchas fue, por aquello de las teles, poner los partidos en días lamentables –lunes, viernes...– y horas lamentables –a las 14.00, a las 21.30...–. Pero el último es, directamente, secuestrar los partidos y llevárselos a la Venta de la Puñeta. Y, así, nos cuelan como algo normal que la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí –que, al margen de ser una monarquía absolutista, está a 6.300 kilómetros de aquí– o que los encuentros de Liga emigren, como el Villarreal-Barça, en Miami, a 7.200 kilómetros de donde tendría que jugarse. En el afán por engrosar su cuenta de resultados, LaLiga está dispuesta a exportar el fútbol de manera literal. No le basta con ofrecer la retransmisión televisiva, no, mucho mejor coger a ambos equipos, y a los árbitros, y tenerlos tres días en danza. Y la puntilla del desprecio es argumentar que los hinchas del Villarreal se enfadan porque no comprenden el fútbol profesional moderno.