Desde que LaLiga decide cuándo se juega cada jornada liguera, el Clásico de la primera vuelta se celebra el último o penúltimo fin de semana de octubre y el de la segunda vuelta se deja para la jornada 35º –o muy cercana–. La primera fecha, se supone, para darle un empujón a la competición, y la segunda, en la teórica plena pugna por el título entre Real Madrid y Barcelona. Y poco se puede objetar, que cada uno gestiona su negocio como le da la gana.

Pero hay otras cosas en esas decisiones que dan bastante más mal rollo. Por ejemplo, la duda sobre cuánto presionarán los grandes de la Liga para tener calendarios benignos en determinadas fases de la temporada. Porque una cosa es que se trastoquen dos o tres jornadas por argumentos fundados y otra que casi todo se mueva, sin saber bien los motivos ni los beneficiados o perjudicados.