Jokin Urretabizkaia, apodado Basozabal por el caserío familiar del mismo nombre en el barrio de Aiete de Donostia, se enfrentó a Joxean Etxeberria en una gran apuesta deportiva celebrada el pasado 8 de marzo en Doneztebe. El frontón Ezkurra de la localidad navarra se desbordó -“había gente hasta de pie”, apunta Basozabal- para presenciar un duelo con 8.000 euros en juego y que había levantado mucha expectación en el mundo de las herri kirolak. Al final, el aizkolari donostiarra, de 26 años, empleó exactamente cinco minutos más que su contrincante en completar el recorrido.
Según explica, el quid estuvo en el tipo de madera que llevó Etxeberria a la prueba. “Físicamente me encontré bien, pero con una madera tan dura no pude aprovechar mi golpeo, que es más fuerte y explosivo que el suyo. Después se lo comenté en persona: la única manera que tenía de ganarme era arriesgando con la madera”. Y así fue. Al contrario de lo que se ha dicho, este no ha sido el primer desafío en el que ha participado el joven deportista. En octubre de 2019, con 20 años, se impuso claramente a Jon Larrañaga Larra en la campa del restaurante Jauregi de Hernani. En aquella ocasión, la aizkora se complementó con la prueba de sega.
Urretabizkaia reside en el caserío donde se ha criado en la parte alta de Aiete, “enfrente de los hospitales”. Es una casa con unas “14 o 15 hectáreas de terreno” dividida en varias viviendas, que actualmente comparte con su padre. “Tenemos de todo: gallinas, conejos, cerdos, vacas… Toda especie animal que puedas imaginar”, comenta, antes de reivindicar esta forma de vida en el campo. “Es algo que te gusta o no te gusta. Es una elección. Como el que va al bar a tomar algo todos los días”, compara. Disfruta cortando la hierba con la guadaña y lamenta que la sega tradicional “se esté acabando” por los avances en la maquinaria agrícola. Los campeonatos de sega, afirma, cada vez tienen menos seguimiento por parte del público y de los medios.
RUTINA DE TXAPELDUN
Disciplina deportiva. Dependiendo la época del año, entrena cinco o seis días a la semana, alternando la aizkora y el gimnasio. Como mucho, hace series de 50 minutos o una hora con los troncos.
Palmarés. Desde 2022 ha sumado varias txapelas y el año pasado quedó en tercera posición en el Campeonato de Euskadi. El aizkolari donostiarra es uno de los grandes valores de las herri kirolak.
No vive de las labores del caserío. Durante años trabajó como autónomo en el ámbito forestal y después se incorporó a la escuela agraria Fraisoro, en Villabona, donde además de impartir algunas clases prácticas se encarga del mantenimiento de las instalaciones. Ahí, en el ámbito laboral, le llaman Jokin y no Basozabal. Cuando habla, se muestra franco y directo. No es de las personas que les da demasiadas vueltas a las cosas. “Creo que soy un chico con bastante arranque y pronto”, afirma.
Aventura televisiva
Cuando hace unos años participó en el programa Baserria de ETB-1, dijo que no le gustaban los kalekumes o urbanitas. ¿Sigue pensando de la misma manera? Se explica: “Hay de todo en todos los sitios. Lo que no me gusta es la gente que no tiene sangre. Es algo que me enerva”, dice. Sobre su experiencia televisiva, le pareció “increíble” la manera en la que “aislaban” a los concursantes, como si tuvieran una vida paralela en la que “se pasaban todo el día haciendo pruebas”. No descarta volver a vivir otra aventura en los medios. “En un principio, nunca digo que no. Dependerá del tipo de programa y habría que ver si me encajan las fechas entre el trabajo y los entrenamientos”.
No todo es deporte y trabajo en su vida. En verano saca su vena más fiestera y vive a tope el ambiente de las fiestas de los pueblos de la zona. En invierno, se decanta por la discoteca Oiandisk de la sidrería Oianume de Urnieta, que abre sus puertas al público los viernes, sábados y vísperas de festivos a partir de la medianoche. “Se junta mucha gente del ambiente rural y suele ser un poco desfás,” resume.