Con cada una de sus novelas, la maestra aragonesa de la ficción histórica Luz Gabás entrelaza memorias, raíces y viajes, construyendo tramas épicas donde lo íntimo se funde con lo cotidiano. Tal y como sucede en la trama de su última novela, Corazón de oro, donde el amor, las aventuras y la venganza se convierten en el telón de fondo de la fiebre del oro de California durante el siglo XIX. La escritora se confiesa sobre su sentido de pertenencia, su pasión por los tiempos pasados y los desafíos de escribir después de un Premio Planeta.

‘Corazón de oro’ es la última novela de Luz Gabás. Javier Ocaña

En sus novelas, la memoria, la tierra y los vínculos familiares suelen tener un peso enorme. ¿Qué lugar ocupa el sentido de pertenencia en su vida?

-Yo diría que demasiado, entiéndase eso como un orgullo y a veces una responsabilidad. Creo que es algo común a muchas personas de mi generación, a la que considero un puente entre la tradición y la modernidad, sobre todo en el mundo rural.

Su trayectoria advierte una fascinación por los grandes viajes y los desplazamientos. Si pudiera trasladarse a un tiempo histórico, ¿a cuál iría y por qué?

-Creo que sería al siglo XIX, porque es el del comienzo de los grandes viajes, de más personas. No solo militares o de reyes anteriores, sino comerciales, de turismo con mujeres que cogen ya algún barco... Por otro lado, porque me gusta mucho la estética de todo: de la indumentaria, de los carruajes, de la decoración, de la construcción... Es un siglo de muchos cambios, empiezan las revoluciones y a transformarse el mundo tradicional en lo que vendrá a continuación.

La literatura histórica conlleva una intensa labor de documentación. ¿Cuál ha sido la más insólita o la que le ha llevado a descubrir un detalle que nunca se podría haber imaginado?

-Cuando te documentas y vas más allá del momento o titular histórico importante, y entras y hurgas en el momento concreto, surgen cosas muy curiosas. En Corazón de oro, yo ignoraba que hubiera constancia de gambús o mujeres buscadoras de oro. Es decir, sale un anuncio en prensa de dos jóvenes que se lanzan a la aventura del oro, porque necesitan dinero para montar su negocio. Y allá que se van, dos mujeres. Esto no es algo que tengamos presente cuando pensamos en la fiebre del oro, esto no se nos ocurre. En la vida diaria, hablo del San Francisco de 1850, aparece también un anuncio de prensa que pone: “Si tal mujer les hace un cargo de gasto, que sepan que yo, su marido, no pienso encargarme de pagarlo, porque me ha abandonado”. Y esto es un anuncio de prensa, es que es fantástico. Yo pensaba: “Me gustaría saber dónde está esa mujer, por qué lo abandona, adónde se va...”. No me digas tú que no es un anuncio curioso para la época... Cada noticia es un hilo del que surgiría otra novela.

Hablando de novelas, la última suya comienza en Pasolobino, el pueblo ficticio de otra de sus anteriores, Palmeras en la nieve. Le gusta entretejer el universo Luz Gabás...

-Llevo seis novelas, he hecho muchos viajes. Hay lectores a los que me encuentro en cada presentación de mis novelas. Hay una cercanía y una familiaridad, ellos agradecen el guiño. Me lo han dicho; abren la novela y, cuando ven eso, dicen: “Bien”. Es como otro aspecto más de ese universo Luz Gabás. ¿A dónde nos va a llevar esta vez? Pasolobino es como un lugar de origen, de allí puedo ir a cualquier parte del mundo. 

Sándor, el joven de origen vasco que se embarca como polizón, aporta frescura y camaradería a la cuadrilla de Lorién. ¿Qué le llevó a incluir un personaje de Euskadi en esta epopeya del oro?

-Bueno, este casi tenía que ser el personaje principal. Yo conocía la aventura de los pastores aragoneses y vascos que se hicieron conocidos en el siglo XX en ranchos de estados estadounidenses: Arizona, Nevada, California... Pero yo buscaba a los que hubieran estado antes, para conseguir conocimiento. Cuál fue mi sorpresa cuando en el libro Amerikanuak. Los vascos en el nuevo mundo se trata ya de los primeros que fueron a tierras estadounidenses tan pronto como 1849. Hay un listado de 55 hombres y 2 mujeres con apellidos vascos, que solicitan pasaporte en Buenos Aires con destino a California. Qué casualidad, en 1849. Después, desde Valdeparaíso a California también. Coincide que son todos de la misma edad, nacidos en los años 27, 28, 29... Es decir, que tienen 20 años en la fiebre del oro. Algunos se quedaron, el más famoso es Pedro Zaballa, porque lo citó Steinbeck, no digo nada nuevo. También un tal Miguel Leonis, que como siempre vestía de negro inspiró la figura del malo que siempre vestía de negro en las películas del Oeste; por lo visto, está inspirado en este vasco. Tenía que salir (Sándor), tenía que ser un personaje muy importante.

Al detalle


En Corazón de oro, Luz Gabás tenía claro que no quería escribir un wéstern típico de “bueno buenísimo, malo malísimo”. Buscaba que todos los personajes tuvieran sus luces y sus sombras. Tenía mucho interés en reflejar esos diferentes espacios sociales de la época. 

Aparte de escritora, la aragonesa estudió Filología inglesa y ha sido docente universitaria. De aquella época, rescata la capacidad de investigar textos. En su experiencia, allí se aprende a discernir qué textos y fuentes son importantes y relevantes, además de a leer con una capacidad analítica y con mayor rapidez. Por otra parte, para sus novelas Lejos de Luisiana y Corazón de oro, la mayoría de documentación estaba en inglés, por lo que haber estudiado la lengua y la cultura le ha permitido “atacar” estos dos proyectos.

Después del Premio Planeta en 2022 con Lejos de Luisiana, ¿ha sentido responsabilidad respecto a la presión de enfrentarse a una nueva obra o la ha convertido en impulso?

-Procuro que cada novela sea un universo independiente. Cuando empiezo a escribir me sirve la técnica aprendida de haber escrito ya cinco novelas para enfrentarme a una sexta. Pero es un proyecto nuevo, con la misma ilusión, los mismos nervios, el mismo cansancio, a veces el mismo hartazgo de estar semanas y semanas encerrada... Sí es cierto que, para mí, después del Premio Planeta hay una responsabilidad de hacerlo mejor. Eso está bien, porque significa que con la experiencia, la curiosidad y las ganas de seguir escribiendo me doy cuenta de que lo puedo hacer mejor. Un reto.

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Tras el éxito de la adaptación cinematográfica de Palmeras en la nieve, ¿le gustaría ver más novelas suyas adaptadas a la gran pantalla?

-Tal cual, por mí todas. Sin duda, depende de un productor o productora que se enamore de la historia. Yo comprendo que Corazón de oro es muy atractiva, la estética del lejano Oeste gusta muchísimo. Hemos visto una forma muy amable de aplaudir esta expansión estadounidense hacia el oeste. Y no todo fue así. Hay poco revisionismo en el género del wéstern.