Enrique Vila-Matas viajó al París de los años 70 para imitar literalmente la vida bohemia de otro escritor, Hemingway, quien contó que allí había sido "muy pobre y muy feliz". El joven aprendiz de escritor se refugió en una "cochambrosa" buhardilla que le había alquilado a Margerite Duras al "precio simbólico de 100 francos al mes". La primera mañana que pasó en París, siguiendo milimétricamente el rastro de su ídolo, entró a un bar del boulevard Saint-Michel, sacó del bolsillo de la chaqueta una libreta y un lápiz y se puso a escribir "una historia que pasaba en Badalona". Así comienza 'París no se acaba nunca', uno de los libros bandera de Vila-Matas donde se fulmina el idealismo que suele rodear a la capital parisina con mucha ironía y una pizca de mala leche. La aventura del narrador se salda, no obstante, con notable éxito. Logró escribir su primera novela y se dio cuenta de que, una vez deshechos los mitos, podía seguir el consejo de John Ashbery: después de vivir en París, uno queda incapacitado para vivir en otro sitio, incluido París.

Esta incursión exprés empieza, como no puede ser de otra manera, tras los pasos de una novelista más, en este caso Elizabeth Duval, que opta por la cafetería La Plaine para sus entrevistas. ¿Cuál es la razón de la elección? ¿Sus aromáticos café au lait? ¿Los cruasanes crujientes? ¿Una terraza con vistas a un bulevar amplio y elegante? Nada de eso. Es por su ubicación, pegado al mítico cementerio Père Lachaise. Primera parada de la ruta.

Père lachaise: el cementerio de los cementerios

Puede sonar extraño, hasta raro y de gente acostumbrada a escuchar a Black Sabbath practicar turismo de cementerios, pero lo cierto es que estamos ante una tendencia al alza. La afición se extiende por todo el planeta. Desde el Highgate de Londres, con la enorme cabeza de Karl Marx y la familia Dickens como ganchos principales, a la Isla de las muñecas en Ciudad de México. Como si se tratase de una instalación 'creepy' de Paloma Navares, montones de muñecas, muchas de ellas desfiguradas y fragmentadas, están diseminadas por la isla. Ninguno, en todo caso, supera la mística de Père Lachaise, que toma prestado su nombre del confesor del rey Luis XIV, el padre François d'Aix de La Chaise. La lista de eminencias y celebridades es asombrosa: Honoré de Balzac, Guillaume Apollinaire, Frédéric Chopin, Colette, Jean-François Champollion, Jean de La Fontaine, Molière, Yves Montand, Simone Signoret, Jim Morrison, Alfred de Musset, Edith Piaf, Camille Pissarro, Oscar Wilde€ Muestra del arte funerario de los siglos XIX y XX (tumba gótica, panteón haussmaniano, mausoleo a la antigua), está fuertemente inspirado en el estilo de los jardines ingleses y es un hermoso espacio verde de 44 hectáreas. Al principio, a los parisinos no les hacía gracia la idea de ser enterrados en un barrio pobre y de las afueras. Hace cien años empezaron a cambiar de percepción, cuando en 1917 trasladaron los restos de los amantes Eloísa y Abelardo. L La legendaria historia de amor prohibido, perseguido y castigado de esta pareja de la Edad Media fue recogida por numerosos autores románticos.

En el mismo periodo recibieron descanso eterno Molère y Jean de La Fontaine. Y el chip de los parisinos mutó. El cementerio más grande de París es un parque compuesto por unas 70.000 tumbas y más de 5.000 árboles. Su valor histórico va más allá de las artes y tiene un importante componente político: además de los dirigentes de la Comuna de París, hay un monumento de homenaje a los voluntarios franceses que formaron parte de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española. Otra cosa. En Père Lachaise difícilmente estarás solo: el cementerio recibe dos millones de visitas al año.

El arco del triunfo cementerios

"Testamento póstumo de su genialidad artística, el Arco del Triunfo empaquetado es un regalo formidable a los parisinos, a los franceses y a todos los aficionados al arte. Querido Christo, desde las estrellas, gracias por haber amado tanto a Francia y gracias por ofrecernos este regalo increíble. Gracias por el genio, gracias por la locura, gracias por la poesía". Este es parte del discurso que el pasado 18 de septiembre pronunció la ministra de Cultura, Roselyne Bachelot, el día de la presentación del último deseo cumplido por el artista plástico búlgaro Christo Vladimirov Javacheff (Gabrovo, 1935-Nueva York, 2020).

El gran proyecto de embalaje fue faraónico: 25.000 metros cuadrados de tela de color plata con reflejos azulados, 3.000 metros de cuerda roja, 1.200 trabajadores, un presupuesto de 14 millones de euros. La instalación solo se ha podido visitar durante 17 días, pero ha llenado de significado -más, si cabe- a un monumento total de 50 metros de altura que se levantó bajo el mandato de Napoleón entre 1806 y 1836 para honrar, cómo no, al todopoderoso ejercito francés. Queda la resaca. El recuerdo. Uno más de un lugar que significa muchas cosas dependiendo de los ojos de quien lo mire. Es el marco en el que se inmortaliza al ganador del Tour de Francia subido a lo más alto del podio. Es uno de los flashbacks más conocidos de la historia del cine. Suena `As Time Goes By´ en la película `Casablanca´ y, en un arrebato nostálgico, aparecen unos sonrientes Ingrid Bergman y Humprey Bogart montados en un descapotable con el Arco del Triunfo a sus espaldas. Es también la tumba del Soldado Desconocido, fallecido durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial. Alrededor del monumento se han celebrado gestas deportivas, militares, manifestaciones multitudinarias€ Y es también una caótica rotonda al que no dejan pasar a los conductores noveles. El tráfico es densísimo. Los accidentes, muy habituales. En esta intersección confluyen 12 avenidas, incluida la de los Campos Elíseos.

A precio de saldo

¿Un café a 3 euros? ¿Una copa de vino 5 euros? ¿No te da la gana de desembolsar 17 euros para entrar al Museo del Louvre y pelearte con un enjambre de turistas asiáticos? Durante las próximas dos o tres horas el plan consiste en rascarse el bolsillo lo menos posible y disfrutar de La Ciudad de las Luces con sobriedad y modestia. El inevitable tour turístico subido en un autobús no va a tener guía ni micrófono y será una experiencia alejada de los habituales paripés para guiris. Súbete, por ejemplo, en el número 21 de la red de transporte público por 1,90 euros en la estación de Saint Lazare.

El recorrido incluye alguno de los 'highligths' de la capital parisina, como la plaza de la Ópera y el Pont Neuf, donde se puede optar por bajar y descubrir ya a pie un nuevo París a orillas del Sena. Los fans de Leos Carax se acordarán inmediatamente de la fascinante historia de amor entre los dos vagabundos de 'Los Amantes del Pont-Neuf', protagonizada por Juliette Binoche y Denis Lavant. El resto puede simplemente dejarse llevar por el gran río de la ciudad. Siguiendo su curso se descubre otra cara, -sostenible, ecológica, bohemia y alegre- en la que además de poder improvisar un picnic se observan a lo lejos las heridas de la catedral gótica más famosa del mundo, Notre Damme. Al otro lado queda la l'Île Saint-Louis, donde aparecen los célebres vendedores de libros antiguos o `bouquinistes´. Desde 1991 estas pintorescas librerías son Patrimonio Mundial de la Unesco. El ayuntamiento de París defiende la medida: "Participan del encanto de las orillas del Sena y es un patrimonio literario e histórico que la ciudad desea preservar y poner en valor".

Tarde atípica en el museo

La oferta museística de París resulta abrumadora, pero el tiempo es limitado y puede que nuestros recursos económicos también lo sean. Vamos al museo Carnavalet: una apuesta segura, un triunfo inesperado. En primer lugar, porque se sale por la tangente y escapa de las típicas rutas turísticas. Además, es gratis y es historia viva de París: tiene el honor de ser el más antiguo en una ciudad plagada de museos y galerías de arte. El palacete Carnavalet abrió sus puertas en 1880 en el céntrico barrio de Le Marais. Desde entonces, ha sido objeto de importantes ampliaciones y en sus colecciones se recorre la historia de París, desde la prehistoria hasta nuestros días. Cuenta con 3.800 obras expuestas al público y el contenido es tan importante como el contenido. El palacete de los Ligneris o Carnavalet es, junto al Cour Carrée del Palacio del Louvre, uno de los escasos testimonios de la arquitectura renacentista de la capital parisina.

Les marais de arriba abajo

El barrio de Les Marais es muchas cosas: pequeñas tiendas de moda, tiendas vintage, cafeterías, restaurantes a la última, viejo y nuevo París, cuna gay, dinamismo, calles adoquinadas y, sobre todo, una edición de bolsillo de París. Todo empieza en la elegante y simétrica plaza de los Vosgos donde vivió, entre 1832 y 1848, el escritor Victor Hugo tras haber publicado 'El jorobado de Notre Damme'. Los palacetes se han conservado de manera importante y uno de ellos, el hotel Salé, alberga desde 1985 el museo Picasso. El centro Pompidou, propietario de la mayor colección de arte europeo, también impresiona por fuera y este es un buen momento para dar una vuelta por la zona antes de que en 2023 se someta a una "renovación total". La Canopée, del arquitecto Patrick Berger, es el penúltimo icono arquitectónico del barrio. Si éste no es el nuevo y trepidante corazón de París, poco le falta.

¡Jazz time!

En marcha desde hace 75 años en el barrio Latino, Caveau de la Huchette es uno de los templos de jazz europeos. Por sus escenarios han pasado míticas figuras foráneas (Memphis Slim, Bill Coleman, Art Blakey and his Jazz Messengers) y locales (Léo Ferré o Georges Brassens) y el éxito de la película 'La La Land' en 2017, donde la sala aparece de pasada, multiplicó las visitas de los curiosos. Hasta la irrupción del coronavirus. El miércoles 15 de septiembre la cueva con más swing de la ciudad rompía una sequía de 549 días de música. La entrada oscila entre los 14 de euros de domingo a jueves y los 16 euros del fin de semana.