Tal y como era la intención de los organizadores, los altercados de Vallecas antes, durante y después de un mitin de Vox están en todas las primeras junto al desastre de AstraZeneca. Lo que no esperaba uno es que un periódico de orden como La Razón señalara a los abascálidos como provocadores de la gresca. "Una patada, un voto", es el ambiguo titular de primera. ¿A quién se referíirá? Pues en el interior nos encontramos la sorprendente respuesta: "El desembarco de Abascal en la campaña del 4-M, justo en la Plaza Roja de Vallecas, responde al doble objetivo de generar titulares y propaganda, dar aire a sus siglas frente a la ocupación por parte de Díaz Ayuso del espacio del centro derecha".

Por si no quedaba claro, más adelante la pieza, firmada por Carmen Morodo, insiste: "En un terreno de juego que favorece al PP, el líder de Vox irrumpió ayer con un mensaje profundamente ideológico, intentando quitarle a Ayuso su papel como alter ego del dúo Iglesias-Sánchez". Ya ven dónde estaba el quid de la cuestión. Abascal le siga a Ayuso la hierba bajo los pies, y eso no puede ser.

Cuatro páginas completas le dedica al asunto el diario. Junto a la pretendida crónica, una columna de David del Cura que abunda en la misma tesis. Según él, lo que llevó a Abascal al populoso barrio fue "la posibilidad de que VOX no llegue al 5 por ciento en las elecciones del próximo 4 de mayo y se quede fuera de la Asamblea ha forzado la maquinaria iconográfica. Se trata de llegar al núcleo duro del electorado y eso solo se consigue con sangre y palos, no es metáfora, son los elementos para escribir sobre el folio en blanco de una campaña que viene cuesta arriba para los de Monasterio".

Más madera en La Razón, que hoy nos da casi para tesina de licenciatura. "En busca del efecto Le Pen en los barrios obreros", titula su pieza Lorente Ferrer. Su inspiración, cómo no, la segura ganadora de las elecciones: "Pero en estas elecciones no servirá de mucho a Vox buscar y encontrar el choque con la izquierda radical madrileña. El electorado más conservador de la Comunidad de Madrid se divide entre los que están deshojando la margarita de votar o no a Ayuso y los que ya tienen decidido darle su voto".

Lo más descacharrante de estas inesperadas interpretaciones lo encontramos tras pasar todas las páginas y llegar a última, donde sienta cátedra el mismísimo director, Francisco Marhuenda. Díganme si es o no una autoenmienda a la totalidad: "No es ninguna provocación que un partido realice un mitin en cualquier punto del territorio español. Fue triste y bochornoso, pero la izquierda no tiene límites en su desesperada campaña contra el centroderecha". Tengo unos principios, pero…

Las inevitables comparaciones

El despliegue de La Razón deja en aguachirle el de ABC, que apenas le dedica un trozo de su segunda portada y un suelto apresurado que firma Jesús Lillo bajo el título "Vox, de nuevo víctima del totalitarismo". He aquí un fragmento: "Vallecas fue este miércoles uno de esos pueblos catalanes en los que los CDR acosaron y atacaron a Vox. Cambian la denominación de origen y el etiquetado, pero la naturaleza política e incívica es la misma. Contra Santiago Abascal, valen las piedras".

También el editorialista de El Español tira de comparación. Originalidad, la justa: "Las imágenes de docenas de radicales pateando y apedreando agentes de policía en las calles de Vallecas, más propias de la Rentería de los años 80 y 90 que del Madrid de 2021, son despreciables y demuestran que la estrategia de la crispación ejecutada por Podemos y otras entidades de la extrema izquierda ha calado entre una buena parte de sus votantes y simpatizantes".

La competición la gana un tal Marcel Gascón. "Violencia roja en Vallecas: Abascal retrata a Marlaska", es el prometedor título de su crónica en Libertad Digital. ¿Crónica? Eso pretende ser, aunque un tanto escorada hacia los organizadores del mitin. Lean: "En ese escenario dantesco tomó la palabra Rocío Monasterio. En un discurso vibrante y admirablemente articulado en medio del asedio, la candidata de Vox a la Comunidad llamó cobardes a los acosadores y les recordó lo evidente: que en su partido no tienen miedo".

Pero no se vayan todavía, que aún hay más: "Y después llegó un Abascal tremendamente sincero, como acostumbra, esta vez en su muy justa indignación no ya por el puñado de sectarios criminales o criminógenos al que ha plantado cara toda su vida, sino por la vergonzosa complicidad de Interior con el acoso. Mostrando los objetos que le llovían, y midiendo con pasos la distancia de la turba, un Abascal pletórico de razón y verdad interpeló directamente al ministro Marlaska por haber permitido que los radicales con sus piedras se acercaran a menos de veinte metros de la tribuna de oradores de Vox". Ahora sí, pueden ir en paz.