Una sola lengua - Con cuarenta años de retraso, el euskera, el catalán y el gallego serán lenguas de uso en diferentes actividades del Senado. La noticia ha sentado como una patada en el estómago en Diestralandia. “La aplicación del plurilingüismo en el Senado es un peldaño más en la escalera que lleva a su extensión a todas las instituciones del Estado. Para los nacionalistas nunca es suficiente; tampoco para esa izquierda que quiere desfigurar la identidad nacional de España porque la considera una herencia del franquismo”, clama el editorialista de ABC. Para que no quepan dudas añade: “La existencia de un idioma oficial es imprescindible para la existencia misma de una ciudadanía política basada en la igualdad”. Pero eso no es nacionalismo español.

¡No a los pinganillos! - ¿Dónde se ha visto que uno de Almendralejo se tenga que poner un pinganillo para entender a uno de Azpeitia? Como verán, por ahí le escuece al editorialista de El Español de Pedro J. Ramírez: “Cuando un senador leridano o guipuzcoano se dirija a sus compañeros andaluces, extremeños o gallegos, podrá hacerlo no en el idioma que les es común, sino en la lengua cooficial de su región. El disparate es un gesto inútil que no sacia ni atempera en ningún caso las aspiraciones nacionalistas”.

La obligación - En La Razón, Jorge Vilches titula su crujido de dientes “Que el idioma nos separe” y se retrata en la argumentación: “Se empeñan en convertir el Senado en una falsa Torre de Babel, donde, a pesar de que todos tienen la obligación y el derecho de conocer el español como lengua común, va a haber traductores”. Lo que quiere decir es que tienen la obligación. Punto.

¡Expansionistas! - Probablemente, la visión más psicotrópica sea la de Ignacio Camacho, que detrás de esta medida ve expansionismo. Como lo van a leer: “Culminada en la práctica la etapa cardinal, la de la hegemonía en sus territorios, se han lanzado a la fase expansiva de asentar el triunfo a mayor escala mediante gestos de potente simbología. La brigada de intérpretes del Senado, que pretenden ampliar al Congreso, es la expresión de ese espíritu de conquista, la pica clavada en el centro de la vida política como alegoría de su posición decisiva en el entramado de poder sanchista”. Vamos, una vez más, las liebres arrojándose contra las escopetas.