¡Y Greenpeace, justificando! - Leo los titulares y me doy de cabezazos contra la pared. "Activistas ecologistas arrojan sopa a Los girasoles de Van Gogh en Londres". ¿Activistas? ¿Ecologistas? ¿De verdad? Ahí perdemos las batallas contra la insensatez. Ni activistas ni ecologistas. En el mejor de los casos, dos destalentadas con falta de lecturas o, más probablemente, con sobreexposición a monserguitas demagógicas sobre el medio ambiente. Un par de veinteañeras pijas que se toman la denuncia como cualquier criajo consentido los retos virales tipo mear encima de una persona sin hogar o romper el retrovisor de quince coches aparcados en la calle. Por eso es una pésima señal que las grandes organizaciones de la cosa -empezando por la cuasi oficial, Greenpeace- se hayan lanzado a justificar la acción vandálica argumentando que estamos en un momento de urgencia climática y los mensajes deben ser lo más impactantes que se pueda.

Tiro en el pie - Por desgracia, reacciones así son un brutal autorretrato de este tipo de entidades que un día tomamos por serias y en las que, ¡ay!, milita muy buena gente. Lo que nos están diciendo es que esto va de caca, culo, pedo y pis porque si no, no hay modo de que el personal se conciencie. Hay que tener una venda muy gorda delante de los ojos para no comprender que lo único que pueden conseguir mangarranadas como la de la National Gallery es provocar un inmenso rechazo a la causa. Máxime, si esa causa, que es justísima y que se basa en una realidad tan sangrante como el calentamiento global, está revestida de cada vez un mayor recelo por quién la vende -Greta Thunberg es voto negativo, especialmente entre los jóvenes- y por cómo se vende.

Manchar y limpiar - Ejemplos, mil. Lo de echar sopa Heinz a Los girasoles, lo de pegarse las manos al cuadro de Picasso Masacre en Corea expuesto en Melburne o la inmensa soplagaitez de llenar de pintura roja la fachada del Congreso de los Diputados de Madrid. Esta performance, protagonizada hace unos meses por tipos que se presentan como (y que seguramente son) científicos, nos da una medida muy aproximada de lo que hablamos. Resulta que como modo de llamar la atención sobre la inacción de las instituciones respecto al cambio climático, unos seres que, en general, viven por encima de la media optaron por dejar perdido de manchurrones un edifico público. ¿Quiénes lo limpiaron? Pues unos desgraciados precarizados que ese día tuvieron más curro de lo habitual y no vieron un euro extra. Pero es que todavía quedan clases. Los que se pueden permitir denunciar machando y los que no.