La tentación era difícil de resistir: poner en tu equipo un japonés o un coreano era abrirte de golpe un mercado de muchos millones de personas en dos países que, gracias a factores como el éxito de la serie de los 80 Oliver y Benji, habían descubierto la pasión por el fútbol.

Un futbolista del Extremo Oriente era, a priori, una vía nueva para eso que en el fútbol aún se llaman ingresos atípicos, aunque ya son más típicos que la taquilla de los partidos.

El problema -todavía sin resolver- es que en Corea y Japón apenas surgían futbolistas con el mínimo nivel exigible para militar en la exigente Liga española.

Quizás por eso, en la Liga nadie se atrevía a romper el hielo, hasta que se animó el Valladolid, que en el mercado de invierno de la temporada 1999/2000 se animó a fichar a Shoji Jo, delantero internacional de 24 años proveniente del Yokohama Marinos, que llegaba cedido al club del Pisuerga, y convencido de que iba a meter muchos goles.

Shoji Jo llegaba avalado por las buenas maneras que se le habían visto con Japón en el pasado Mundial de Francia.

En la conferencia de prensa, una veintena de periodistas nipones, dos de los cuales -del periódico Nikkan Sports- explicaban que iban a estar al menos un mes en Valladolid para informar a sus lectores.

Pero, lo dicho, mucha expectación para tan poco resultado práctico: Shoji Jo jugó 15 partidos -apenas cuatro como titular, ya que pronto se vieron sus limitaciones- y un exiguo balance de dos goles, los dos en el mismo partido (el 2-1 ante el Oviedo). Una lesión de rodilla vino a cortar del todo su flojo paso por el club pucelano.

Al menos, esos dos tantos le permitieron que no hicieran con él la broma que, unos pocos años después, hacían en el programa Vaya semanita con Lee Chun Soo, primer coreano de la Liga, que en 492 minutos con la Real Sociedad no se estrenó ante el marco contrario (en el sketch, vendían puerta a puerta el vídeo con los goles del coreano).

Pero, incluso así, durante varias semanas el Valladolid fue el club europeo más seguido desde Japón.