El Baskonia sufre para llegar a 'semis'
El Baskonia somete al Bilbao Basket en un final de infarto y se medirá al Barcelona en semifinales
Enviado Especial madrid. Sangre, sudor y lágrimas... finalmente de alegría. Ni el peor de sus enemigos, ni el mejor thriller ideado nunca por el mismísimo Alfred Hitchcock, podía haber deparado ayer un ración de sufrimiento tan atroz al Caja Laboral para sellar su angustioso pase a las semifinales, hoy contra el Barcelona, verdugo a su vez del Joventut. Malviviendo como nunca, colocando los corazones de su incrédula hinchada al borde del infarto y sin respirar aliviado hasta el último segundo cuando el triple a la desesperada de Banic se estrelló contra el aro, la tropa alavesa satisfizo su primer objetivo de prolongar su idilio con esta ronda de cuartos de final dentro del excitante torneo copero. Solo los encantos de la Copa justifican un partido de alto voltaje, imprevisible, al filo de la navaja y con cierta dosis de polémica las quejas vizcaínas por el triple anulado a Vasileiadis carecen de cualquier fundamento tras comprobarse con claridad que su pie tocó la línea lateral como el que acogió un Palacio de los Deportes al límite de la taquicardia. Una victoria así vale su peso en oro, aumenta los biorritmos de cara al futuro y fortalece a cualquiera, pero bien haría el Baskonia en repasar varias veces el vídeo de unos últimos desastrosos quince minutos para alojar en el fondo de cualquier despensa. Existen sobradas razones tanto para sacar pecho por el aseado trabajo anterior como para mirarse al ombligo tras un desplome que no es fruto de la casualidad sino de la inconsistencia general que abandera a un conjunto sin la mentalidad, el carácter y el instinto asesino de antaño. Solo así se explica que los bilbaínos salieran de la UVI a partir de la recta final del tercer cuarto cuando sus constantes vitales no emitían señales. Cuando un derbi descafeinado amenazaba con convertirse en un monólogo baskonista ya bien avanzado el duelo (55-40), se coló en la fiesta un invitado sorpresa para poner un nudo en la garganta al favorito. Kostas Vasileiadis, el típico pistolero imprevisible sumido esta vez para desgracia alavesa en un idílico estado de gracia, añadió pimienta a la historia con una inmaculada exhibición ofensiva. Triple tras triple antes del intermedio entre los dos últimos cuartos se permitió incluso el lujo de firmar uno sobre la bocina desde su propio campo-, fue minando la tibia resistencia de los de Ivanovic, que revivieron viejos fantasmas en el momento más crítico. El desatado escolta griego, al que solo Ribas ató medianamente en corto ante la desesperante impotencia del resto de exteriores, destapó nuevamente la fragilidad de este Baskonia cuyo nudo en la garganta adquirió unos proporciones descomunales. Ni siquiera en jornadas, a priori, plácidas y en las que confluyen todos los argumentos del mundo para que el viento sople a favor y los triunfos caigan por pura inercia puede este colectivo enmascarar esas lagunas que una y otra vez pesan como una losa. huertas, al rescate El Bilbao Basket, que por entonces ya se había subido a las barbas del ogro y se sentía indestructible tras los renovados bríos que le inoculó el ex del Unicaja, llegó a tomar la delantera en los últimos minutos (65-66, 68-69 y 70-71), pero la clarividencia del timonel brasileño y las buenas prestaciones de Barac en la zona sofocaron finalmente el incendio provocado por el heleno. Con el rostro pálido, las piernas bloqueadas y la mente convertida en un manojo de nervios, atrás quedó otra ración de suspense que invita a la reflexión. Salvo una transmutación bestial, la idea de derrocar al Barcelona constituye un cuento de ciencia ficción. Porque, antes del enésimo desfallecimiento que vino a constatar la montaña rusa a que se asemeja el rendimiento este grupo lastrado por los altibajos, el Baskonia tiró de oficio, la chispa de Marcelinho en el timón y los misiles de Teletovic para dispararse en el marcador. Bastaron una mínima solvencia defensiva y varios fogonazos de calidad de determinados integrantes para que el conjunto de Katsikaris se viera abrumado por completo. Golpeados en su línea de flotación y sin más combustible que las bombas exteriores de Vasileiadis, los hombres de negro sólo resucitaron por obra y gracia de los infantiles regalos rivales. Con los corazones en un puño y las uñas en carne viva, el intercambio de golpes final sonrió a un equipo vitoriano que, sin apenas tiempo para recuperarse del susto, afronta esta noche un desafío que pone los pelos de punta. El Barcelona son palabras mayores.