que una figura del deporte anuncie que está infectada con el virus del Sida puede parecer algo sencillo, pero hace 20 años era poco menos que anunciar que se tiene una lepra de fácil contagio y de cura imposible.
Earvin Magic Johnson, uno de los mejores jugadores de baloncesto de todos los tiempos, tenía 32 años de edad cuando a principios de noviembre, en conferencia de prensa, anunció que tenía el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) aunque, recalcaba, no tenía la enfermedad del sida.
Magic, el deportista de la sonrisa casi perpetua, se puso serio por un momento para anunciar que se retiraba, tanto para cuidar su salud como para evitar riesgos de contagio a sus compañeros y rivales.
Casado y con un hijo, resultó triste que tuviera que explicar a la opinión pública estadounidense que no era homosexual (tampoco drogadicto), y aún peor fue el debate que surgió sobre su futuro comercial, porque algunas empresas a las que hacía publicidad no querían unir su nombre al de una persona con sida.
Los expertos en medicina le daban aquel noviembre de 1991 una expectativa de vida entre 5 y 14 años (por si al lector le entra la duda, está vivo y muy vivo, y se ha convertido en un empresario con una cadena de cafeterías, restaurantes, cines y gimnasios por todo Estados Unidos, con una facturación anual que ronda los mil millones de dólares).
Magic dejaba atrás una carrera impresionante. Con 2,06 metros de altura, revolucionó el puesto de base, y en doce temporadas con los Lakers ganó cinco anillos y estableció el récord de la NBA de asistencias. Pero, más allá de las ci-fras, su principal aportación a la NBA fue el juego espectacular que Los Ángeles Lakers hacían bajo su dirección.
Pasaron los meses, se fue apagando una noticia de impacto mundial que fue el suceso más seguido en EEUU desde la muerte de Kennedy, y Magic reapareció, con su sonrisa y ya como miembro de la Comisión Nacional contra el sida, para anunciar que los seropositivos tenían derecho a vivir su vida con normalidad, lo que en su caso se traducía en que quería participar en los Juegos Olímpicos de 1992. Se lió una buena -el miedo, ya se sabe, es libre-, pero Magic dirigió a aquel Dream Team que maravilló en Barcelona'92.
En la lucha de los enfermos del sida por ser tratados con dignidad y no como parias, Magic Johson ha sido, como en la NBA, uno de los más grandes.