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Seve, dos veces Maestro

Un genial último recorrido (69 golpes) daba al cántabro su segundo triunfo en Augusta

Seve, dos veces Maestro

Con un eagle y dos birdies en los cuatro primeros hoyos, Severiano Ballesteros iniciaba su paseo triunfal en la última jornada del Masters de Augusta de 1983.

Aquel domingo 10 de abril, el joven cántabro de 26 años se consagraba como estrella del golf mundial al ganar su segundo Masters de Augusta (tras el de 1980), que se unía al Abierto Británico de 1979, a dos Copas del Mundo y dos Mundiales Match Play, etcétera.

Muchos golfistas han ganado una vez en Augusta, pero solo 16 han logrado de momento repetir éxito, y esa es una barrera que separa a los buenos jugadores de los realmente grandes (entre esos 16 golfistas está también José María Olazábal, ganador en 1994 y 1999).

El triunfo de Seve en el Masters'83 rompió por completo la tradición de los reñidos desenlaces en Augusta. Ese -4 con el que arrancaba la jornada le permitía cubrir todo el recorrido con una ventaja nunca inferior a dos golpes, e incluso permitirse el lujo de cometer dos bogeys en los últimos hoyos, cuando ya el triunfo no se le podía escapar, merced a una soberbia tarjeta de 69 golpes para un total de 280 (-8).

A cuatro golpes se quedaron Tom Kite y Ben Crenshaw, y Kite comentaba: "Ballesteros ha tenido una salida excepcional y nos ha roto el alma a los demás competidores. Era como si él llevara un Ferrari y los demás un Chevrolet. Nos ha aplastado. Lo que hizo en los cuatro primeros hoyos me dejó boquiabierto".

Seve, tras haberse enfundado la chaqueta verde que distingue al vencedor, se mostraba parco en palabras: "Estoy muy contento. Siempre me ha gustado jugar el Masters y por supuesto que me gusta aún más cuando lo gano".

En los años en los que estuvo en la elite -desde 1977 hasta principios de los 90-, Severiano Ballesteros demostró su competitividad y su protagonismo en el Masters de Augusta, en el que no solo acumuló esas dos victorias, sino también dos segundos puestos (1985 y 1987) y un tercero, y un cuarto, y un quinto, y un séptimo...

Tom Watson, la gran esperanza estadounidense en aquella edición, por sus triunfos en 1977 y 1981, se tenía que conformar con el cuarto puesto y comentaba: "Tenía que jugar a tope y no lo he conseguido. Y, además, Seve ha estado fantástico".