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El niño, su padre y el fútbol

El niño, su padre y el fútbol

El niño, majete y bien vestido, tiene siete u ochos años; el padre anda por los cuarenta. Viven el partido intensamente, se les ve compenetrados, saben de qué hablan, son un buen equipo y están a gusto juntos. Se parecen físicamente.

Poco a poco el juego les va tensando, los comentarios dejan paso a los gritos, se les “hincha la vena”, se les desorbitan los ojos, no tienen límites, el santoral entero desfila por su boca, la santa madre del árbitro, seguro que una digna señora, los familiares de los jugadores del equipo visitante y hasta la entrega y virilidad de alguno de los locales es puesta en duda. De vez en cuando descansan brevemente para comer pipas antes de volver a la gresca, intercambian entre ellos miradas de aprobación mutua, la voz del niño se va quebrando por el esfuerzo.

Me quedo con ganas de decirles algo, de hacerles reflexionar, pero por menos me llamaron, no hace mucho, “curilla”?

Decirles que existen valores como el respeto a los demás y el autocontrol, que, sin duda, le trasmiten a ese niño en su escuela y también, seguro que sí, en la familia. ¿Admiten estos valores un paréntesis? ¿Son de quita y pon? ¿Es que el fútbol es así?

Desde este “burladero” poco valiente, me atrevo a decirle que no, que el fútbol no puede así, no. Y que ese padre es el primer referente para el desarrollo de su hijo, sus hechos, no lo que le diga luego en la tranquilidad del cuarto de estar, sus hechos son el ejemplo a seguir sobre el que irá construyendo un modo de vivir y de ser.

Posiblemente esto sea predicar en el desierto, pero al menos desahoga.

La próxima semana volveremos a ocuparnos de las Reglas de Juego.

El autor es Vocal de Capacitación del Comité Navarro de Árbitros de Fútbol