Txomin Nagore: “De pequeño tenía que buscarme la vida para ir a entrenar; hacía dedo”
A pesar de la vida que pueda aparentar llevar un futbolista, Txomin Nagore es una persona cercana, honrada y sencilla. Después de haber dicho adiós a su carrera profesional, el navarro sigue haciendo lo de siempre: disfrutar de su familia en Irurtzun
irurtzun - Txomin Nagore (26/08/1974) se despidió del fútbol profesional el 13 de junio, pero poco tiempo estuvieron las botas colgadas. El de Irurtzun fichó pocos meses después por el Iruña de Tercera, una categoría en la que no había jugado nunca. Y eso no sació su sed de fútbol, por eso se ha lanzado a una nueva aventura: entrena a los prebenjamines del Xota, el equipo de su pueblo.
Siendo de Irurtzun y gustándole el deporte, el Xota lo llevará en la sangre.
-Sí. Es más, jugué un par de temporadas en los inicios buenos del club. Compaginaba los juveniles de Osasuna con el Xota. Coincidí con Imanol, Tatono, Juanpe, Visu, Gabi... con gente muy de Irurtzun y que eran jugadores del Xota.
¿Y cómo llegaba a todo?
-Jugué en el Xota hasta que se enteraron en Osasuna (risas). Entonces me hicieron elegir entre seguir con ellos o el fútbol sala. Al final, me decidí por Osasuna y hasta lo que he llegado.
¿Era muy diferente el Xota de antaño al de ahora?
-Mucho, sí. Pero creo que las diferencias han sido para mejor. Ahora los jugadores del Xota viven de ello, del fútbol sala, cosa que antes no. Eso me parece muy bien, que un deportista viva del deporte profesional. El fútbol sala de ahora se ha profesionalizado muchísimo. El Xota de antaño era más de Irurtzun, más familiar y con mucha gente del pueblo. Ahora, por el profesionalismo del fútbol sala en general hay algún jugador más de fuera, pero la cantera de Irurtzun sigue estando muy presente.
Coincidió en el vestuario con Imanol Arregui. ¿Cómo está haciéndolo ahora como entrenador?
-Yo no tengo que decir si está bien o mal su trabajo. Solo basta con mirar los hechos. Con tantos años que lleva en el primer equipo, estando al nivel que está, todas las finales que ha jugado y el haber sido distinguido varias veces como mejor entrenador del fútbol sala español, es un reconocimiento muy, muy grande. Aparte de eso, si miramos la parte humana, la labor social que el Xota y su cantera están haciendo en un pueblo como Irurtzun es digna de reconocer. Todos los críos de este pueblo quieren jugar en el Xota y eso creo que es muy bueno para la sociedad.
¿Es socio?
-Soy socio y por primera vez, entrenador de uno de sus equipos.
¿De niños?
-Sí, de críos de cinco o seis años. Me dijeron si quería, me animé y este septiembre pasado empecé con ellos.
Entonces, ¿le gustan los peques?
-Sí, sí, lo que pasa es que tengo a catorce niños que muchos días pfff... es una locura. Pero estoy bien, contento. Al final, son críos...
¿Tiene a alguna futura estrella?
-Hay algunos buenos y otros mejores. Malos no hay ninguno, porque al final todos juegan y quieren aprender. Con esa edad no puedes dejar a un chaval sin jugar, porque sería muy cruel. Hay unos que vienen más rápidos, otros más despacio, pero por lo menos intento que se lo pasen bien, que disfruten y que vean que el deporte en la vida es bueno.
¿Le obedecen?
-Sí y no. Hay unos que hacen mucho caso y otros que son más traviesos. Pero es como todo, cada uno lleva su ritmo de coordinación y de la propia vida.
Tiene 40 años y se mantiene al pie del cañón.
-Como soy una persona que he hecho toda la vida deporte, se me dio la oportunidad de seguir jugando aquí, a nivel de Tercera navarra y estando bien, ¿por qué no?
¿Guarda alguna clave para mantenerse tan bien?
-El deporte profesional desgasta muchísimo. Tienes que cuidar tu cuerpo, tu alimentación, saber descansar y ser deportista profesional ante todo. El deporte profesional te exige el 200%, por lo que si das todo lo que tienes de ti, siempre es más fácil continuar muchos años. Como me encuentro bien y, afortunadamente, no he tenido lesiones importantes, aquí estoy.
Su hermano Jorge fue pelotari profesional. ¿Nunca tuvo gusanillo de probar?
-Al principio cuando era joven sí que le pegaba un poco. Como nuestro padre había sido pelotari y Jorge también, jugaba a pelota y a fútbol. Y a fútbol sala (risas). Pero llegó el momento en que descarté la pelota. Me gustaba, pero me tiraba más el fútbol.
¿Sigue la pelota?
-Sí, sí.
¿Tiene algún favorito?
-Actualmente el que más me gusta es Olaizola. Me gusta mucho la clase que tiene en el frontón y, sobre todo, el temperamento que tiene, el saber estar. Es un tío que más o menos gane o pierda casi siempre tiene la misma cara. A mí ese tipo de gente me gusta. No te digo que otros no me gusten. Por ejemplo, Irujo también es un pelotari que de cara al espectador es un poco más espectacular, pero por mi forma de ver la pelota, me quedo con Aimar.
¿Suele ir a ver partidos?
-Antes sí, ahora ya poco. He estado muchos años fuera de casa. Al principio la veía por la tele, pero después, con el paso del tiempo, como no estás in situ en los sitios vas perdiendo un poco esa afición que tenía antes, pero esto no quita para que la siga cuando puedo.
En casa habría división por los dos hijos...
-Todo lo que sea deporte es bueno viniendo de los padres para cualquier hijo, porque por lo menos, saben dónde está. A ellos en concreto les gustaba más la pelota. Mi padre y mi madre de fútbol nunca me han dicho nada, son dos personas a las que la pelota les gustaba más, pero aún así, nunca exigían nada. A mi hermano nunca le han dicho cómo o dónde tiene que jugar. Siempre nos han apoyado e iban a nuestros partidos, aunque a los míos menos, porque entienden poco, o nada.
Cambiando de tema. Le ha tocado viajar por muchas ciudades, ¿con cuál se queda?
-He tenido la suerte de estar en muchas y buenas, sí. Tampoco sabría decir una en especial, porque en todas las que he estado he estado muy a gusto.
¿Vuelve a alguna?
-A Soria. Entre otras cosas, porque es en el sitio en el que más años he estado y en el cual tengo mejores amigos. Y es curioso, porque si vuelvo a ciudades en las que ya he estado en años anteriores, aunque hayan pasado muchos años, no me pierdo nunca (entre bromas).
¿Mantiene la relación con los excompañeros?
-Sí, principalmente con jugadores del Numancia, aunque también con otra gente de Soria.
Teruel existe. ¿Soria existe?
-Sí, sí, existe. Soria es una ciudad bastante más bonita de lo que la gente piensa. A mí cuando se me presentó la oportunidad de ir a Soria, al principio dudé porque justo fue cuando el Numancia ascendía por primera vez en la historia a Primera. Tenía algo de incertidumbre por eso, pero después de haber estado, tiene cosas muy bonitas. Tanto en la capital como en sus alrededores.
¿Hace tanto frío como dicen?
-Pfff... Muchísimo. De las ciudades en las que he estado es la más fría y con mucha diferencia. Pero yo prefiero ese frío a estar a 40 grados. Como me gustan las temperaturas bajas, estar allí para mí no era ningún problema. Además que cerca tienes ciudades buenas a un tiempo relativamente cercano como Zaragoza, Logroño o Pamplona.
Es una ciudad bastante pequeña. ¿Cómo se las arreglaba para no aburrirse?
-Es pequeña, sí, pero a mí no se me hizo para nada duro. Sin embargo, he tenido compañeros a los que sí que se les hacía demasiado pequeña y fría, pero yo no tenía ningún problema porque esa forma de vida en una ciudad pequeña y con ese clima me gusta. Además, si deportivamente las cosas te van bien, estás bien en cualquier sitio. Ahora, como te vayan mal, por mucha ciudad buena que sea, no estás tan a gusto.
Con cuál se queda, ¿Soria o Mallorca?
-Son diferentes, pero creo que con Soria. Mallorca es una ciudad maravillosa porque estás en una isla, es una ciudad bonita, que tiene su parte vieja preciosa, y a todo eso acompaña también el clima, las playas... Pero para mí es demasiado calurosa. Soria es más pequeña, fría, pero estuve más a gusto. Es más acogedora, porque en Mallorca hay mucho extranjero y viven del turismo.
¿Sus hijos han pasado por diferentes colegios?
-No, porque los críos ante todo son navarros. Hemos estado muchos años fuera, pero al nacer los dos vinieron aquí, a Navarra. En el único colegio en el que han estado ha sido en Soria. Mi hija Elaya tiene ahora 10 años y justo llegó a Soria un poco antes de cumplir los dos. Entró en la guardería y hasta que nos fuimos hace dos años estuvo yendo al mismo colegio de Soria. Mi hijo Luar tiene cinco años y ha estado siempre en Soria. Tienen su rama soriana, pero son navarros.
¿Y su mujer cómo ha llevado tanto cambio?
-La gente piensa que la mujer de un futbolista tiene una vida fácil, pero no saben lo dura que es. El papel de la mujer puede ser bueno y no tan bueno. Es bueno cuando su marido es profesional y la mujer puede beneficiarse de eso para comprarse ciertas cosas o aventajarse de otras. Pero puede no serlo tanto cuando eres mujer de futbolista, pero tú no vas de ello, porque quieres tener tu vida propia, estudiando, haciendo una carrera o trabajando. Yo siempre he diferenciado dos tipos de mujeres de futbolistas: las que van de y las que no van de y actúan como personas normales de la calle.
¿Usted con cuál se queda?
-Sin lugar a dudas, yo prefiero la mujer de un futbolista. La que está con él sabiendo su profesión, pero que lleva una vida independiente del mundo futbolístico.
Me he enterado de que de pequeño hacía dedo...
-Sí, porque me tenía que buscar la vida para ir a entrenar. Mi padre trabajaba en la fábrica de Inasa, mi madre era ama de casa y yo si quería seguir jugando, me tenía que buscar la vida. Cuando estaba en la escuela de Irurtzun con doce o trece años, les pedía a los profesores si me podían llevar a Pamplona. Ellos me acercaban y yo después cogía el autobús que nos bajaba a Tajonar. Y a la vuelta venía con los trabajadores de Inasa, me sacaban hasta Cuatro Vientos. A veces, cuando se me escapaba el autobús por la noche hacía dedo para venir aquí a casa. Así, hasta los 18 años que me saqué el carnet y me pude comprar un coche.
¿Recuerda alguna anécdota?
-No. Afortunadamente, no. Cuando los profesores no me podían llevar, me ponía a la salida del pueblo a hacer dedo y aquí en un pueblo es fácil, porque me paraba cualquiera. He hecho muchos años dedo.
Es uno de los socios del hotel Plazaola. ¿Cómo surgió la idea?
-Se juntaron varios socios que querían abrir un hotel aquí, por la zona, y me comentaron si quería entrar, me convenció la propuesta y acepté.
Rubén Beloki, su hermano y usted... tres caras conocidas del deporte.
-Sí, pero independientemente de que seas conocido o no, al final, si el negocio funciona da lo mismo que seas un personaje público.
¿Y de los tres, quién lleva las riendas?
-Más o menos entre los tres, pero sí que es verdad que he estado muchos años fuera. Venía, asistía a reuniones y me enteraba de las cosas, pero estando fuera, he tenido la suerte de tener a mi hermano, a Rubén y a otra gente de confianza aquí.
¿Le gustaría dedicarse íntegramente a su negocio?
-De momento no me planteo nada. Después de muchos años de profesional, ahora necesito un pequeño descanso.