Acompañada por la sherpa nepalí Ang Tsering, la japonesa Junko Tabei se convirtió hace medio siglo en la primera mujer en coronar el Everest después, una proeza en la que no solo tuvo que superar la dificultad de la montaña, sino también la resistencia de una sociedad tan machista como la nipona, contraria a que hubiera expediciones alpinas femeninas.
Tres años de preparación antecedieron a la mítica foto que Tabei se hizo en la cima del mundo con la bandera japonesa el 16 de mayo de 1975, 22 años después de que el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tenzing Norgay fueran los primeros en hollar el Everest.
Tabei, una mujer enjuta de apenas un metro y medio de altura y 42 kilos de peso, protagonizó la gesta dos meses después de que la ONU conmemorara por primera vez el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer.
“Cuando empezamos a hablar de una expedición al Everest, la mayoría de los hombres de la comunidad alpina estaba en contra de nuestro plan, diciendo que sería imposible ir en un grupo sólo de mujeres”, relataba en una entrevista en 2015, un año antes de su muerte debido a un cáncer.
En una sociedad tradicional como la japonesa, Junko Ishibashi –su apellido hasta que se casó en 1965 con el también montañero Masanobu Tabei–, fue precursora en reivindicar la presencia de la mujer en la educación y en la montaña, a la que se aficionó de niña.
En los 60, tras licenciarse en literatura inglesa, auspició un club de montaña femenino con la idea de ir al Himalaya que, tras algunas reticencias, fue admitido en la Asociación Japonesa de Montañismo para poder recibir el salvoconducto con la que protagonizar su primera ascensión al Anapurna III (7.555 metros) en 1970.
Cinco años después, cuando ella tenía 35 y una hija de tres, llegó la hora de emprender la ruta del Everest también con un grupo conformado principalmente por mujeres, que tuvo que suplicar el patrocinio que finalmente le concedió un periódico y una cadena de televisión.
El proyecto estuvo a punto de fracasar debido a una avalancha en uno de los campos base, a 6.300 metros de altura, que las sepultó en la nieve mientras dormían, aunque lograron ser rescatadas.
Algunas decidieron dar marcha atrás en la intentona, pero Tabei y otras integrantes del grupo, como Yuriko Watanabe, mantuvieron el plan una vez recuperadas del susto.
16 de mayo
El mal de altura que aquejó a parte de los porteadores obligó a escoger a una única alpinista para intentar la hazaña y Tabei fue la elegida en vez de Watanabe, secundada por Tsering.
El 16 de mayo, hicieron historia, once días antes de que una expedición china con mujeres alcanzara la cumbre sin ser conscientes de que el premio ya tenía dueña.
Tabei no fue la primera en pisar un ochomil, algo que lograron un año antes sus compatriotas Naoko Nagaseko, Mieko Mori y Masako Ucida en el Manaslu, en una muestra del poderío alpinista nipón en aquella época.
“Solo escalé una montaña, pero el entorno que me rodeaba cambió mucho solo por hacer sido la primera mujer”, remarcó Tabei ante el impacto que tuvo su ascensión al Everest, tras la que fue recibida como una heroína por el emperador Hirohito.
Un referente
Después de su gesta, siguió ligada al alpinismo y firmó otro hito al ser la primera en ascender las siete cumbres más altas de los continentes en 1992, además de volcarse en la protección del medioambiente y en recorrer numerosos países para ofrecer su testimonio. La muerte le llegó el 20 de octubre de 2016, a los 77 años, debido a un cáncer.
“Un gran referente, que nos marcó el camino a todas las demás alpinistas que vinimos por detrás. Una luchadora hasta el ultimo momento. Siempre te recordaremos en todas nuestras cumbres”, evocó en su fallecimiento la española Edurne Pasaban, la primera mujer en escalar los catorce ochomiles en 2010.