A todos, a unos más que a otros, nos cuesta dejarnos aconsejar, dejarnos llevar y hasta dejarnos querer. Todos, unos más que otros, somos muy nuestros, estamos dotados de personalidad propia y, también y para desgracia, de nuestros prejuicios y manías. Cuando este redactor era pequeño, apenas un retaco que levantaba unos pocos palmos del suelo, su abuela materna tenía una frase que le repetía con insistencia y que le sabía a cuerno quemado, vamos, que le repateaba los higadillos escucharla, y la letanía era: “No seas temoso”, lo que traducido al lenguaje común inteligible de hoy en día significaba que no fuera terco, tozudo e insumiso e hiciera caso a lo que se me decía.
Hoy, 55 años después, he aprendido a ser más abierto de mente, a escuchar e, incluso a veces, hasta a hacer caso. Y es algo que me viene bien, porque eso me ha permitido disfrutar más de las cosas de la vida y disfrutar de más cosas en la vida. Me ha ocurrido con el coche de pruebas de esta semana, un Dacia Bigster Hybrid 155 Journey, un SUV de buen tamaño (4,570 metros de largura, 1,812 de anchura, 1,662 de altura, 2,702 de distancia entre ejes y un maletero de 546 litros de capacidad) y provisto de un motor atmosférico híbrido con cambio automático, dos premisas que de partida (volumen de vehículo y tipo de mecánica) no están entre mis preferidas, pero que a la postre han demostrado ser todo un acierto, incluso para redactor un tanto temoso de entrada.
Dacia estrena en el Bigster el motor Hybrid 155, una sólida apuesta por la eficiencia dinámica y muy respetuosa con el medio ambiente
Como tope de gama que es en la oferta del Bigster –los hay con potencias de 130 y 140 CV, cambio manual, adaptados al uso del GLP y hasta con tracción a las cuatro ruedas–, este Hybrid 155 Journey cuenta con un motor atmosférico de 1,8 litros (1.793 cc) de 107 CV y 170 Nm y dos eléctricos asociados (de 49 CV y 205 Nm y de 20 CV y 50 Nm), con los que obtiene una potencia conjunta de 156 CV, alcanza los 180 km/h, pasa de 0 a 100 km/h en 9,7 segundos y homologa un consumo medio WLTP de 4,6 litros, con 104 gramos de emisiones, lo que le confiere la etiqueta ECO. Los registros son adecuados, no llegan a intimidar, pero posibilitan un rendimiento en autopista, ciudad y carretera muy satisfactorio. Acelera bien, recupera con rotundidad y corre más que suficiente, sin disparar el gasto de combustible (estuve rondando los 5,4 litros de promedio sin castigar el acelerador, pero tampoco durmiéndome en los laureles).
Confortable, espacioso, agradable y divertido de conducir, el Bigster es tan grande por su tamaño como por sus virtudes al volante
Pero sin duda lo mejor de este coche es lo que te hace disfrutar al volante. La jornada de pruebas resultó ser un día especialmente caluroso (más de 30 grados en Pamplona), por lo que aproveché para buscar la frescura de carreteras de montaña retorcidas, llenas de curvas y asfalto mejorable, esas que todo buen híbrido atmosférico automático detesta por naturaleza. Pero este Bigster se portó como un campeón: además de confortable y muy espacioso tanto en los asientos anteriores como sobre todo en los posteriores –sólo la consola central, que comparte con la versión 4X4, resta espacio en las plazas delanteras para las piernas de los que somos bastante voluminosos–, exhibió un comportamiento y rendimiento ejemplares. Estable, preciso, ágil, manejable y predecible, además de noble de reacciones, su comportamiento resulta totalmente convincente, siempre que no tengamos pretensiones muy deportivas, que no son su objetivo, además de aportar un apreciable finura de funcionamiento y silencio de trabajo. Sin duda que los desplazamientos diarios forman parte de sus objetivos, pero viajar es también otro de sus territorios favoritos. Y del cambio automático, nada que objetar, cumple con nota su cometido y nos hace la vida más fácil y placentera.
Muy bien equipado para su precio final matriculado (29.657 euros y financiando, con una gama que parte de 22.700 euros), la unidad de pruebas sólo cuenta en su debe con unos plásticos que no ofrecen la presencia y el tacto de otros competidores muchísimo más caros de adquirir, pero es algo que tampoco se puede considerar como defecto en un coche con una estética interior acertada y un diseño exterior robusto y moderno, realmente brillante, junto a unas llamativas y deportivas llantas de aleación.
Con el Dacia Bigster he vuelto a recordar que mi abuela materna tenía razón, que debía hacer caso, confiar y dejarme llevar, fluir, en una palabra, o como decía Bruce Lee: “Be water, my friend, be water”.