pamplona

TODOS sabemos qué hacer si detectamos un asteroide en ruta de colisión hacia la Tierra. Llamar a Bruce Willis que nos resolverá el problema como en Armageddon con un par de transbordadores modificados y varias cabezas termonucleares. Sin embargo, la caída de un meteorito en Rusia ha demostrado la vulnerabilidad del planeta ante este tipo de amenazas. Ningún sistema de vigilancia había alertado de este cuerpo, dado que con la tecnología actual es difícil hacerlo. El suceso pone además de manifiesto que, a pesar de lo que vemos en las películas, estamos completamente indefensos ante los choques de asteroides contra la Tierra.

Ya lo advierte Pedro Duque, astronauta en la Agencia Espacial Europea. "Los profesionales de la astronomía deben hacer algo ante la posibilidad del choque de un asteroide o un meteorito contra la Tierra ya que, aunque la probabilidad de que suceda es pequeña, es razonablemente elevada como para ignorarla", confiesa. Y la Nasa le da la razón: "El peligro de los asteroides no es acuciante, pero sí real", corrobora.

Los estudios determinan que tenemos una posibilidad entre 40.000 de morir por culpa de un impacto de asteroide, a pesar de que se han identificado unos 20.000 cerca de nuestro planeta. Pero los daños que ocasionan son demoledores. Un dato. El meteorito que el viernes atemorizó Rusia estalló a veinte kilómetros de altura y entró en la atmósfera a una velocidad de 18 kilómetros por segundo, casi 65.000 kilómetros por hora, es decir, era treinta veces más rápido que el avión Concorde.

¿riesgo real o ficticio?

Una posibilidad entre 40.000

Según la revista Nature, el riesgo de colisión de un asteroide sería de 1 entre 40.000, mientras que un accidente de avión sería de 1 entre 20.000 y el de una inundación de 1 entre 30.000. "Con estos datos, no se trata de una probabilidad descabellada", indica el propio Duque. Aunque la probabilidad de choque sea ínfima, ocurre. Los impactos de cuerpos menores son muy frecuentes, como atestiguan la mayoría de superficies planetarias y de satélites del sistema solar, casi todas cuajadas de cráteres. Christian Gritzner, del centro aeroespacial alemán, recuerda muchos casos, entre ellos el de un chico de una aldea ugandesa, al que el 14 de agosto de 1992 le rebotó en la cabeza un guijarro de trece gramos. Era un fragmento minúsculo de un meteorito de una tonelada que había estallado en la atmósfera. El 7 de octubre de 2008, un asteroide colisionó con la Tierra creando una explosión con una potencia de dos kilotones. Las buenas noticias eran que el asteroide se desintegró a gran altura sobre el desierto nubio, deshabitado. Y las malas, que tamaña explosión fue causada por una pequeña roca de apenas cinco metros de diámetro. Un objeto mayor habría causado un cráter colosal, tsunamis gigantescos, un invierno nuclear y la extinción masiva de especies.

Normalmente, la atmósfera sufre bombardeos continuos de este tipo de objetos espaciales, neutralizando la mayoría de ellos, y haciéndolos polvo (las conocidas estrellas fugaces), pues suelen ser de un tamaño menor a los diez o quince metros. Varios miles de meteoritos llegan a la Tierra cada día, aunque la mayor parte de ellos caen en los océanos o en zonas deshabitadas y no se aprecian a la luz del día.

Sin embargo, el riesgo está ahí y para el astronauta Pedro Duque, no hay que ignorarlo. Duque advierte de que "no existe ninguna otra catástrofe natural conocida que produzca un efecto tan devastador como el choque de un asteroide". En la misma línea, el responsable del Observatorio de Mallorca, Jaime Nomen Torres, uno de los descubridores de 2012 DA14 que acaba de rozarnos, cree que "es solo cuestión de tiempo que se produzca otra colisión".

Las misiones espaciales de desviación de asteroides no dejan de estudiar cómo actuar en estos casos, pero la tarea no es fácil. En enero de 2010, un informe del National Research Council (NRC) de EEUU para determinar el alcance real de un posible impacto, concluía que, si bien existen fórmulas, ninguna sería puesta en práctica con la suficiente rapidez. "Si mañana se detecta que un objeto va a chocar contra la Tierra con solo unos meses de antelación, lo único que podríamos hacer es determinar el lugar del impacto lo mejor posible, evacuar la zona y rezar".

se multiplican las misiones

A la caza del asteroide maldito

Sin embargo, si contamos con tiempo, si el objeto es grande y si su trayectoria apunta al planeta, "se puede hacer algo", comenta Miguel Belló-Mora, ingeniero aeronáutico. "Sería posible desviarlo, con misiones como la denominada Don Quijote, de la Agencia Europea del Espacio. En los últimos años se han estudiado muchas técnicas. En EEUU, la más experimentada es la energía nuclear. Es decir, explotando una bomba colocada en la superficie del asteroide o haciéndola explotar cerca para que la onda expansiva lo desvíe. Pero esto puede conllevar el fallo del cohete que lleve la bomba atómica, lo que provocaría una catástrofe similar a que queremos evitar. Y, si el asteroide se fragmenta, nos podemos encontrar con un problema de metralla en el cielo en lugar de un solo objeto", revela Belló-Mora.

Pero los europeos son más sutiles. La misión Don Quijote no aspira a hacer explotar nada, sino a desviar el cuerpo celeste mediante una sonda de mil kilos a una velocidad de 80.000 kilómetros por hora. Por un lado, se envía un orbitador (llamado Sancho) al asteroide para estudiar sus características físicas y, por otro, se manda un impactador (llamado Hidalgo) que chocaría con el asteroide para cambiar su trayectoria.

De cualquier modo, las luces de alerta ya se han encendido y por primera vez un grupo de trabajo de Naciones Unidas ha propuesto un plan de coordinación internacional para detectar asteroides peligrosos y, en caso de riesgo, preparar una misión espacial con capacidad para desviar su trayectoria. "A lo que debemos temer no es a una colisión como la que aniquiló a los dinosaurios, sino a un suceso del tipo Tunguska como el ocurrido el viernes", indican algunos expertos.