Los usuarios de los teléfonos móviles, que representan ya el 70% de la población mundial, o los de más de 30.000 millones de dispositivos digitales existentes que serán más de 50.000 millones en 2020, desconocen en realidad la composisición de los mismos y más aún ignoran las implicaciones económicas, políticas, sociales y ambientales que provoca la explotación minera de uno de sus principales elementos: el coltán. Los metales y piedras llamados preciosos, oro, plata, platino, rodio, diamantes, esmeraldas o zafiros han sido históricamente causa de conflictos derivados de la ambición humana, pero fue con la revolución industrial y el progresivo acceso a las nuevas tecnologías cuando minerales antes sin mayor utilidad han originado guerras, esclavitudes y las más horrorosas tragedias.

Otra vez está siendo África, el continente de la esclavitud, la violencia y el desprecio a la condición humana, el más conflictivo y el escenario de los más sangrientos dramas y más terroríficos abusos que se puedan imaginar. Una cifra superior a los seis millones de muertes (la mortandad más elevada en conflicto desde la Segunda Guerra Mundial) de sus 82 millones de habitantes se estima que se han registrado en la República Democrática (¿?) del Congo desde la guerra de 1998, y como es de suponer la mayoría en situaciones extremadamente violentas.

La “maldición de la abundancia”, dicen que es el problema más grave que sufre África, el tercer continente más grande por extensión territorial (más de 30 millones de kilómetros cuadrados), con 56 Estados y 1.700 millones de habitantes. Una paradoja en una tierra que posee toda clase de recursos minerales y naturales, potencialmente más que autosuficiente para llevar el bienestar a toda su población pero anclado todavía en la miseria y la semiesclavitud a causa de los intereses bastardos de los países europeos que se repartieron y la ocuparon tras la Primera Guerra Mundial para hacerse con sus extraordinarias reservas de materias primas.

el coltán En realidad es un mineral de color negro pizarra que ya era conocido pero cuyas aplicaciones lo han revalorizado a raíz de la proliferación imparable de las conocidas como nuevas tecnologías, una aleación de minerales compuesta en su mayor parte de tantalita y columbita y más valiosa cuanta más concentración de tantalita. Y es fundamental para la industria productora de aparatos electrónicos, centrales atómicas y espaciales, misiles balísticos, aparatos de diagnóstico médico no invasivos, trenes magnéticos, fibra óptica y otros, pero sobre todo a los componentes de la industria aeroespacial y condensadores electrónicos usados en dispositivos de teléfonos móviles, smartphone, tablet, ordenadores portátiles y otros.

Para su desgracia, que debería ser para su fortuna pero así están las cosas, la República Democrática del Congo es el productor y poseedor del 80% de las reservas de coltán de todo el mundo. Eso supone ser el punto de mira para la cada vez más elevada demanda de las gigantescas multinaciones con presupuestos superiores al producto interior bruto de muchos países y con la absoluta falta de escrúpulos que se justifica con la expresión tan manida como hipócrita de ¡es el mercado, estúpido!

Existen otros países que cuentan con reservas de coltán y lo producen y venden, como Australia, Brasil, Canadá, China y algún otro (ahora parece que Venezuela, según alardea su pintoresco presidente Nicolás Maduro, ha encontrado “inmensas” reservas aunque es sabido que no goza de las simpatías, y eso es decisivo, del emperador USA Donald Trump, no menos pintoresco) pero su producción es ínfima comparada con el país africano. En contra, la República Democrática del Congo sufre, además de la implacable tensión de los mercados, un serio problema local: su coltán procede de minas que financian el terror y se calcula que sólo el 3% son oficiales.

minas rojas y verdes En la jerga de los mercados, que la hay, las minas se consideran “verdes” o “rojas”, según sean oficiales o no ya que, en teoría, el Gobierno congoleño comprueba que no están en manos de grupos rebeldes y asesinos, no trabajan menores y no hay mineros forzosos. En cinco años sólo 140 de las 5.000 existentes se declararon “verdes”, apenas el 2,8%, y en la práctica las multinacionales suscribieron un “pacto de caballeros” comprometidos a adquirir coltán legal, pero tanto el pacto como la calificación de caballeros va entre comillas, o sea, papel mojado.

Por otra parte, el coltán lo produce el Congo, al precio de una muerte diaria en las minas y de dos muertes por cada kilo procesado, que lo es en la vecina Ruanda y no en tierra congoleña. Conclusión, el Congo es el mayor productor mundial y el que pone los muertos, hombres, mujeres y niños (40.000 menores en las minas, denuncia Unicef) que reciben un euro diario, pero eso si sobreviven. El “oro negro” tecnológico es pues otra vergüenza mundial, únicamente enriquece a unos pocos, los de siempre: es cosa de pensarlo al usar el teléfono móvil.