- El nuevo Gobierno israelí, liderado por el conservador Naftali Benet y que marca el final de la era Netanyahu, fue recibido ayer con indiferencia y resignación por parte de los palestinos, que no auguran cambios significativos y consideran que no hará más que perpetuar el estatu quo. “Más de lo mismo”. La frase se repite una y otra vez, de boca de padres, de hijos, de abuelos; de Jerusalén Este, de Cisjordania ocupada, de Gaza.

Mientras en Israel y en muchas partes del mundo el interrogante es qué rumbo tomará el primer Gobierno de la era pos Benjamín Netanyahu, los palestinos ya no buscan respuestas en los pasillos de la Knéset (Parlamento).

El primer ministro palestino, Mohamed Shtayeh, también se pronunció ayer sobre el cambio de gobierno en Israel y aseveró que el fin del mandato de Benjamin Netanyahu acaba con el “peor periodo” en la historia del conflicto, aunque no confió en que el flamante Ejecutivo sea “menos malo que los anteriores”.

Aunque líderes políticos como Shtayeh -dirigente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que gobierna en zonas reducidas de Cisjordania- hayan expresado cierto alivio por la partida del ahora ex primer ministro Netanyahu, al público en las calles parece darle exactamente lo mismo.

Benet, un veterano militar que se presenta en su pulido inglés como un exitoso empresario con un discurso conciliador, fue durante años la cara visible de la ultraderecha religiosa israelí e incluso fue director general del consejo Yesha, órgano que agrupa a los líderes colonos de Cisjordania.

Su coexistencia en el nuevo Ejecutivo con partidos de centro, izquierda y hasta una formación islamista árabe le obligarán a negociar y posiblemente limiten su margen de acción para implementar las políticas que promovió durante años, que incluyen la expansión de colonias o la anexión de partes de Cisjordania.

“No creo que cambie nada”, reconoce Khalil, recién llegado de Londres, donde cursó sus estudios en política internacional.

“Son todos lo mismo, ninguno va a cambiar de política, todos siguen la doctrina militar. Buscan tener más tierra y menos palestinos”, añade, mientras ojea un libro de diplomacia pública en una librería a pasos de la plaza de Al Manara, en el corazón de Ramala y foco de protestas y eventos políticos. En la Franja de Gaza, donde sus habitantes aún caminan esquivando los escombros que dejó la escalada de violencia con Israel del mes pasado, la sensación es la misma.