murillo de lónguida. Después de tres décadas cerrada, la singular casa conocida como del Americano o Villa Lónguida, en Murillo, abrió ayer de nuevo sus puertas para su presentación oficial una vez convertida en hotel por los descendientes del emigrante Esteban Ancil, que hizo fortuna en Cuba y la mandó construir a su regreso, en el año 1888. Los hermanos Fernando, Juan y María Oiza Redín, pertenecientes a la quinta generación, se han convertido en ilusionados promotores de un proyecto en el que han sabido conjugar pasado y presente, y que han rebautizado como Villa Clementina, en recuerdo de su tía abuela, Clementina Redín.
La historia de la casa está ligada a la suerte, la que buscó el joven Ancil en Cuba y la que le esperaba a su llegada a España, donde le tocó la lotería aquel mismo año de 1888. El indiano, agradecido, recompensó a Vilanova i la Geltrú con un barco de salvamento y a su pueblo, Murillo, a donde regresó rico, con la escuela y las campanas de la iglesia. Pero además, mandó construir una villa de estilo modernista con los mejores materiales, para mostrar una belleza única, ligada a la vida de los tres hermanos que la consideran la casa materna y donde su madre, María Asunción Redín Larraz, vivió su infancia con su tía Clementina.
rehabilitar conservando Esta construcción inesperada, que ha sorprendido durante muchos años a quienes han doblado la curva de Murillo, estaba cerrada desde hace treinta años, pero no olvidada. Los tres hermanos Oiza Redín pensaron en sus posibilidades y decidieron hace un año darle el destino de un hotel de campo. "Le dimos muchas vueltas. Sobre todo queríamos rehabilitarla conservando lo mayor posible. Nos hacía mucha ilusión por lo vinculados que estamos a ella. También a la gente del pueblo, no en vano todos han pasado de una u otra forma por sus estancias", recordaba María.
Así nació Hotel Villa Clementina, un cuatro estrellas dirigido a un público urbano que busca un turismo de calidad. También para un público europeo que aprecia este tipo de construcciones singulares, como el italiano y el francés. Las posibilidades de birding están dirigidas al público británico, y la paz y calma del entorno para el de los Países Bajos y Centroeuropa.
Otra vertiente es la local. El hotel está pensado también para encuentros profesionales, eventos e incluso, como escenario publicitario, dada su peculiar construcción, para presentaciones exclusivas de marcas y empresas.
La finca, de 3.000 metros cuadrados, contempla un jardín integrado en el contexto del valle. El hotel ocupa 600 y se divide en sótano, dos plantas y ático, entre los que se reparten nueve estancias privadas en base a un proyecto reflexivo realizado por uno de los tres hermanos, el arquitecto, Fernando Oiza, para aprovechar los recursos del edificio, conservar su belleza original y ampliarla al máximo. Con elementos comunes y diferentes, todas comparten la unión entre la zona de dormitorio y la zona de baño. De la cama a la ducha o a la mesa de trabajo se accede sin puertas. Otro elemento común es la luz, y la integración del paisaje a través de los originales y grandes ventanales
Además de las nueve estancias privadas, una de ellas adaptada para minusválidos, el hotel cuenta como espacios comunes con un comedor, una sala de estar en grupo con un gran sofá ordenado al modo de las antiguas butacas bis a bis, una sala de lectura, otra multidisciplinar y una terraza al jardín. Asimismo, han planificado el exterior para cada época del año con balsas de agua salvajes, como zona de baño, rescatar el espacio de la antigua huerta y una carpa para celebraciones.
Sus precios, acordes con la calidad, rondan entre los 85 ó 90 euros en temporada baja, hasta los 200 en temporada alta. Al principio habrá una campaña promocional, y también trabajan en Internet. "Vamos a cuidar mucho las redes sociales y pensamos en promociones especiales para los usuarios de Facebook", indican. Otra de sus intenciones es formar parte de la asociación Nobles del Reino, marca de promoción de hoteles rurales en edificios catalogados, como es el caso de Villa Clementina, declarada Monumento Histórico de Interés Cultural, por lo que ha recibido ayuda del Departamento de Turismo (167.000 euros), y de Patrimonio Histórico de Príncipe de Viana (18.000).
Los promotores han delegado la gestión en Concha Benito y Jesús Apellániz, una experimentada pareja de San Sebastián, que ofrecerá, desayunos y cenas, además de otros servicios a la carta. Además, el hotel está diseñando un libro de fotografía y textos titulado A 15 minutos de Villa Clementina, que verá la luz a comienzos del 2011 y que recogerá en imágenes y textos la gran cantidad de posibilidades de turismo a quince minutos del hotel.
Si Esteban Ancil deseó llevar a su pueblo la belleza de la arquitectura y el interiorismo de lujo revestido de los mejores materiales de finales del XIX, sus descendientes han querido integrar en su estética modernista el hotel singular referente de calidad turística. El trabajo de interiorismo ha incorporado mobiliario contemporáneo de calidad junto a diseños exclusivos en iluminación.